Vicenç Riera Llorca
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Vicenç Riera Llorca: el hombre que más esfuerzo ha hecho para explicarnos el exilio, como ensayista, como creador; el periodista combativo, director de Pont Blau, una de las revistas de mayor prestigio publicadas en México, y, sobre todo, el novelista de Tots tres surten per l'Ozama, obra del año 1946, honesta, precisa, que el realismo histórico de los años sesenta mitificó como un punto de referencia ineludible.

Al enterarme del fallecimiento de Riera Llorca, me han venido a la mente estas imágenes. No sé si le hacen suficiente justicia, pero son imágenes que inevitablemente me remiten a un luchador a quien no puedo recordar si no es con un inmenso respeto: el hombre que sirvió a una causa, como periodista y como novelista. Quizás por eso, por este servicio, nunca potenció aquella vena innovadora que, en su obra, conjugaba la tradición novelesca catalana de un Oller o un Puig i Ferreter con los Dos Passos y los Faulkner de la literatura americana de entreguerras; quizás por eso, por este servicio, mantuvo siempre un tono más bien didáctico.

Su figura forma parte de un paisaje más abrupto de la literatura catalana contemporánea, el de la guerra, los campos de concentración, el exilio y el retorno en pleno franquismo. Riera Llorca le pone siempre una nota de dignidad.

Jordi Castellanos, "L'home que més esforç ha fet per explicar-nos l'exili" en El País (16/05/91)


[...] Era un hombre prolífico, muy curioso del mundo que le rodeaba, perspicaz periodista que vivía siempre pendiente de la comunicación. Conversador agudo, inteligente, espontáneo, de una ejemplar discreción, crítico y seguro en sus opiniones, cordial con sus amigos a pesar de su rictus severo. A lo largo de su dilatada vida, tanto en su Barcelona natal, como en el exilio mexicano y posteriormente, en su pueblo adoptivo, Riera Llorca ha sido un gran animador cultural y un gran escritor que siempre se obstinó en dar testimonio histórico de la sociedad catalana.

Narcís Ramió, "Adiós a un último obstinado" en El Observador (17/05/91)


Riera Llorca i RaimonRiera era un escritor con savia de periodista, lo cual comportaba un estilo claro, bien tallado, con varias ideas-motor. Y por ello hoy se le puede considerar, una vez tenemos a mano su obra de conjunto, digamos que periodista y de crítica literaria, como el cronista más importante del exilio y no sólo en México. Porque, además, era un ideólogo que insistía en algunos puntos que tenían como marco los Países Catalanes. [...] Otra preocupación de Riera era la situación de nuestra lengua y de la influencia de las inmigraciones masivas. Y la tercera noble manía, la juventud catalana, tanto la de fuera como la de dentro. [...] Un cuarto aspecto, evidentemente, de los leitmotiven de Riera sería la vida literaria catalana, primero en el exilio y luego, cuando la censura permitió, desde 1946, aquello que se llamó "l'escletxa" ('la grieta'), en Catalunya.

Albert Manent. Prólogo en Vicenç Riera Llorca. Cròniques americanes (Barcelona, Curial, 2003)


Como Avel·lí Artís-Gener, Pere Calders o Lluís Ferran de Pol, Vicenç Riera Llorca también pertenece a la generación conocida como la de los "novelistas de diáspora", una generación que fue rupturista por un deseo de huir del "casolanisme" ('cualidad de casero'), pero también, naturalmente, por las circunstancias que les tocó vivir: la guerra y el exilio. Riera Llorca da una gran importancia a la recuperación de la memoria del antes, el durante y el después de la Guerra Civil y expone los recuerdos desde muchos puntos de vista. Podríamos decir que escribe ficción, pero con una preocupación obsesiva para que los hechos descritos sean históricamente exactos. Desde esta óptica podemos calificar su obra como de "realismo histórico".

Ramon Sargatal y Susanna Canal. Diccionari d'escriptors en llengua catalana (Barcelona, Edicions 62, 1998)


El autor de Tots tres surten per l'Ozama realiza un tipo de literatura que quizás podríamos llamar pedagógica, escribe para dar testimonio, para guardar memoria de una época y de unas circunstancias concretas: la del exilio y la de los exiliados catalanes de la República, teniendo en cuenta los precedentes inmediatos y las secuelas consiguientes. La importancia de la memoria, como en los antiguos analistas y memorialistas, es preeminente, quizás es un poco la clave de toda la producción narrativa de Riera Llorca.

Josep Ferrer i Costa y Joan Pujadas i Marquès. Prólogo en Georgette i altres contes (Barcelona, Curial, 1995)


Riera Llorca i FabregatLa conmoción por la que pasó, él y tantos otros catalanes durante el período clave de la Guerra Civil y el exilio, le dio tema para iniciarse como escritor de obras de ficción. Así, publicó en México Giovanna i altres contes (1946) y Tots tres surten per l'Ozama (1946). Esta novela recogió el paso por la República Dominicana de tres amigos, y fue escrita con una notable técnica objetivista, entre la crónica y la ficción. Sin embargo, al haber sido publicada en el exilio, el esfuerzo quedó estrictamente vinculado a un público lector muy limitado y a los escritores coetáneos. De regreso a Catalunya empezó un ciclo de grandes dimensiones que–en palabras de Triadú– tenía carácter de saga, centrado en los personajes de su generación relacionados con la historia política y social de Catalunya del último medio siglo, con la guerra y el exilio que les son comunes. Buena parte del valor de estas novelas recae, por un lado, en su carácter histórico y documental, ya que son testigos de primera mano de unas vivencias colectivas trascendentales, y, por otro, en la adaptación de técnicas más o menos objetivistas procedentes de la novelística norteamericana.

Roda de malcontents (1968), que inicia el ciclo, gira en torno al mundo obrero anterior a la Guerra Civil. Amb permís de l'enterramorts (1970), que, probablemente, es la muestra más significativa del proyecto narrativo de Riera Llorca, es la narración paralela de dos experiencias del protagonista, Miquel Jonquer: las vivencias del exilio, nada más acabada la Guerra Civil, y todos los apuros por los que pasa hasta llegar a instalarse en México, todo ello en contraste con el desencanto experimentado durante el regreso a Catalunya.

Muy típico de muchos hombres de su leva, presenta un contraste notable entre el mundo que al protagonista le parecía más real, el de la inmediata posguerra, y la acritud del presente. Joc de xocs (1970) completó la serie, y supuso una ampliación de la perspectiva del exilio mexicano. Tras ella aparecieron Fes memòria, Bel (1971), novela centrada en los hechos de octubre de 1934, Oh, mala bèstia (1971) y Què vols, Xavier? (1974).

En 1979 publicó el volumen de memorias El meu pas pel temps , 1903-1938. Como el resto de la obra narrativa del autor, es un libro profundamente arraigado a la historia y, por lo tanto, representa un complemento inestimable de la obra de ficción.

Enric Bou, "Vicenç Riera Llorca" en M. de Riquer, A. Comas y J. Molas. Història de la literatura catalana (Barcelona, Ariel, 1988)


Porque los "malcontents", como podríamos llamar a los personajes –más de veinte, sin contar a los no catalanes– de Riera Llorca, son comunes a todo el ciclo de novelas, aunque el tiempo de su existencia no coincida del todo. El punto de partida es el mismo: los años de fiebre, de adolescencia y juventud de las proximidades de la República, y también es el mismo el punto de llegada: la guerra y el exilio. Pero su descontento tiene una vertiente doble: lo que les proviene de fuera, o sea, de las situaciones que en buena parte les son impuestas por el curso de los acontecimientos, y la vertiente que les viene de dentro, es decir, que surge de ellos mismos e impregna su vida personal. En el primer caso, estamos en los dominios de la crónica y, en definitiva, de la novela histórica, pero en el segundo estamos en plena novela psicológica, donde todo se explica por la conducta del individuo. Riera Llorca trata estas dos situaciones como si fueran sólo una, pero con el realismo más intencionalmente la primera y con un estoico escepticismo la segunda. El estilo le acompaña, siempre dominado y conciso, tan contenido que no sugiere la contención [...] Estamos, pues, en una proustiana investigación del tiempo vivido, entre el amor, la política y la muerte. Vicenç Riera Llorca se sirve para su designio de las más diversas técnicas narrativas, desde el documento hasta el monólogo interior, y siempre con una sólida eficacia, tan segura que toma el aspecto de una fórmula. Pero hace falta tener en cuenta que por la edad (nacido en 1903) es el primero de su generación, entre Francesc Trabal y Xavier Benguerel, en llevar hasta la novela catalana de posguerra esta práctica objetividad del realismo narrativo, que, dado el grueso de la obra a la que es aplicada, constituye una innovación esencial.

Joan Triadú. La novel·la catalana de postguerra (Barcelona, Edicions 62, 1982)


Etapa mexicana de Vicenç Riera Llorca
Meritxell Guitart i Andreu


El 8 de febrero de 1939 cruzó la frontera y, tras pasar por el campo de concentración del Voló, del que consiguió salir con la ayuda del cónsul de Portvendres, se dirigió a París, donde vivió unos cuantos meses gestionando, asesorado por La Federación Internacional de Periodistas, su marcha hacia algún país de América Latina: a ser posible México. Cuando obtuvo un visado y se preparaba para dejar definitivamente Francia en octubre, estalló la guerra y el viaje se suspendió. Expulsado de París, se trasladó a Narbona, donde trabajó en la vendimia y el 1 de diciembre de 1939 embarcó en el puerto de Burdeos en un barco con destino a la República Dominicana, el Dellasale.

Llegó a Santo Domingo el 19 del mismo mes. Tras dos meses de subsistir en la Dominicana con la ayuda que el SERE destinaba a los exiliados, trabajó en el diario La Nación y el restaurante Hollywood de la capital, donde se empleó como camarero e intérprete. Pero siempre se consideró de paso en la isla, como casi la mayoría de refugiados, y finalmente el 4 de febrero de 1942 logró embarcar en el Presidente Trujillo, un barco fletado por la JARE que atracó en el puerto mexicano de Veracruz el día 12 del mismo mes.

Las primeras tareas que realizó en México fueron las de caricaturista para una revista de cómics y una novela rosa, contratado por la editorial de un español instalado en el país. Poco tiempo después entró de corrector de pruebas en la imprenta que regentaba Avel·lí Artís i Balaguer y empezó también a traducir del inglés y del francés los libros que se imprimían en el mismo taller y que Ediciones Minerva editaba para el Comité de Propaganda Interaliado.

En 1943 Artís le propuso asociarse para montar una editorial, con la idea de publicar libros sobre la guerra, que tenían un gran éxito en aquellos momentos. La empresa, llamada Ediciones Fronda, sólo llegó a poner a la venta dos libros, uno traducido por él mismo y el otro por Joan Sales y Núria Folch. Artís fue contratado como gerente de la Imprenta Sícoris y en ella Riera Llorca entró de nuevo como corrector de pruebas.
Durante sus horas libres continuó con las traducciones para Minerva y posteriormente para otras editoriales; participó también en las actividades de los catalanes exiliados –conferencias, canto coral, cursillos [...]– y colaboró en algunas de las revistas que editaban.

Se incorporó a la redacción de Full Català en su segunda época, que dejó de editarse en diciembre de 1942. Entre 1941 y 1953 publicó textos en El Poble Català y fue uno de los fundadores de Quaderns de l'Exili. En 1946 Avel·lí Artís fundó La Nostra Revista, de la que fue secretario de redacción. Ese mismo año apareció su novela Tots tres surten per l'Ozama, reflejo de su estancia en la Dominicana, y publicó también la colección de relatos Giovanna i altres contes, muchos de cuyos textos ya habían aparecido anteriormente en la prensa.

En agosto de 1946 redactó el primer y único número de la revista Endavant, dirigida por Àngel Estivill, que pretendía ser el portavoz del movimiento socialista de Catalunya en México. Asimismo formó parte del consejo de redacción de la mexicana Lletres y fue vocal de la Unió de Periodistes de Catalunya, que editó un boletín de información general a lo largo de 1947, Butlletí de la Unió de Periodistes de Catalunya a Mèxic.

Tras dejar la imprenta entró como redactor en la revista mexicana Confidencias. En 1948 fue secretario de redacción de Lletres y editó, junto con Víctor Alba, Cròniques, de tendencia socialista y de corta duración, que se imprimía en los talleres de Bartomeu Costa-Amic. Desde su salida de Catalunya, colaboró con artículos y narraciones en diversas revistas editadas en el exilio, como Ressorgiment y Catalunya de Buenos Aires y Germanor de Santiago de Chile.

En 1952 abandonó Confidencias para aceptar el cargo que le ofreció la embajada británica como traductor en su sección de prensa de un noticiario que se distribuía a los periódicos mexicanos, y como intérprete a la llegada de una personalidad británica al país. Ese mismo año aceptó ser director de Pont Blau, revista que publicó su primer número en septiembre.

Retrat fet per Saül GordilloDesde 1950 Riera Llorca mantenía una correspondencia asidua con Joan Fuster, quien le proporcionó para la revista textos propios y de otros escritores. En este mismo año el grupo de Pont Blau empezó a publicar libros con el nombre de Edicions Xaloc, editorial de la que Riera Llorca fue uno de los socios fundadores. En 1955 publicó Catalunya en la Corona d'Aragó, galardonada con el premio Serra Hunter de los Jocs Florals de San José de Costa Rica. Alcanzó el puesto de jefe de la oficina de prensa en la embajada británica, cargo que no le impidió aceptar la propuesta de Dalmau Costa para publicar una revista de Esquerra Republicana que no dependiese de la dirección del partido: nació así en 1958 Veu Catalana, de la que se encargó técnicamente sin constar como director, hasta que pasó a manos del Consell Nacional; tampoco dejó de dirigir Pont Blau hasta su último número, en 1963.

En 1962 su nacionalización le permitió visitar Catalunya en calidad de ciudadano mexicano, para preparar el regreso, pero tardó todavía siete años en dar el paso definitivo. Aún en México, organizó en 1968, con motivo del Congreso Internacional de Hispanistas, dos conferencias de británicos catalanófilos en el Orfeó Català de la ciudad, una de Brian Tate con el título de "Catalans i aragonesos", y la otra de Robert Pring-Mill sobre la figura de Ramon Llull. En 1964 nació la revista Xaloc, que continuaba la línea de Pont Blau y en la que colaboró, al margen de la dirección, hasta su regreso a Catalunya, en 1969.