Avel·lí Artís-Gener, Tísner
Barcelona, 1912-2000. Escritor, pintor y dibujante. Hijo de Avel·lí Artís i Balaguer. Fue escenógrafo en el taller Batlle i Amigó y estudió Bellas Artes en la Llotja. Durante la República fue redactor de L'Opinió, La Rambla y Publicitat, así como co-director de L'Esquella de la Torratxa. Asimismo, trabajó como dibujante, con el seudónimo de Tísner, además de en esta última, en El Be Negre y La Campana de Gràcia. Combatió en la Guerra Civil Española como oficial del Estado Mayor del ejército republicano. Exiliado en Francia en 1939, pasó enseguida a México, adonde llegó a bordo del Ipanema y donde residió hasta 1965. Fue caricaturista satírico, dibujante publicitario, periodista –redactor en El Heraldo de México– y pintor; al mismo tiempo, escenógrafo para el cine, teatro y televisión mexicanos. Fue miembro del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (1944-1949) como oficial de escenografía, oficio que aprendió al lado de los catalanes Ramon Batlle y Manuel Fontanals. Debutó en el teatro con "El soldado de chocolate"; en el cine, con "La hija del payaso" (1945) de Joselito Rodríguez y en "Los siete niños de Écija" (1946) de Miguel Morayta. Realizó también una serie de películas publicitarias de animación con su propia técnica, a la que llamó "marioneta plana". En 1945 realizó su segunda exposición de acuarelas en México (Galería Decoración) y en 1946 entró a trabajar en Publicistas Mexicanos. Colaboró de manera destacada en las revistas catalanas del exilio Butlletí del Partit Socialista Català, Joc, Nova Era, El Poble Català, Lletres, Quaderns de l'Exili, Pont Blau, La Nostra Revista. Dirigió también la continuación de esta última, La Nova Revista (1955-1958). Ilustró la Revista dels catalans d'Amèrica e Informacions de Catalunya, así como diversos libros editados en el exilio mexicano como Sense paraules de Josep Ribera Salvans. En 1965 ganó, en México, el importante premio de la revista El Cuento.

De retorno a Catalunya, a bordo del Satrústegui en diciembre de 1965, volvió a emprender la actividad periodística, cultural y política, en Tele-Exprés y colaborador de diversas revistas catalanas y del diario Avui. Ganó el premio Sant Jordi en 1972 con L'enquesta del canal 4. En los años 70 participó activamente en la creación del Pen Club Català, del que fue director, y más tarde, de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana, de la que fue presidente. Ha traducido al catalán obras de T. Capote, Gabriel García Márquez, G. Green, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, entre otros. En el año 1982 fue candidato al senado por Nacionalistes d'Esquerra y en 1986 fue galardonado, en Barcelona, con el Premio de Honor de les Lletres Catalanes.

Ha publicado, entre otras, las siguientes obras: 556 Brigada Mixta (1945), Les dues funcions de circ (1966), Paraules d'Opoton el Vell (1968), Prohibida l'evasió (1969), Al cap de vint-i-cinc anys (1972), L'enquesta del canal quatre (1972), El pla de la calma (1974), La diáspora republicana (1975), Mèxic, Una radiografia i un munt de diapositives (1981), Els gossos d'Acteó (1983), L'arriscada expedició dels pitecantrops del Montgrony (1985), El boà taronja (1986), y sus memorias Viure i veure. Toda su obra está recogida en Obres Completes de Tísner, editadas por Pòrtic.

(Nou diccionari 62 de la literatura catalana)

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Se ha escrito...
Creador dinámico y vital, memorialista minucioso, casi proboscidio, se ha entregado a todas las causas con las manos vacías y el nombre cambiado. A los ochenta años de su nacimiento, el seudónimo ya es Avel·lí Artís-Gener. Porque el nombre, que hace la cosa, no puede ser otro que Tísner, el acrónimo con el que ahora firma sus Obres completes. Un mundo mágico que contiene el polifacetismo exacerbado de su poseedor: T de traductor; I de ilustrador; S de soldado; N de novelista y de dibujante; E de enigmista y de escenógrafo; R de retratista y de reportero.

Màrius Serra, "La ena de Tísner" en Cultura, nº 37 (septiembre 1997)


Visto como personaje, el escritor Tísner posee unas cualidades que lo convierten en enormemente seductor. Su cordialidad y su franqueza enamoran de golpe y sabe lucir, por otro lado, una lucidez aguzada por la ironía, y una bondad que dirías inagotable. Pero las virtudes que ahora deben acentuarse son las cualidades que lo empluman como escritor y el talento que demuestra como narrador. Talento y cualidades que la sociedad catalana sólo ha empezado a reconocer como era debido estos últimos años, tras el éxito de los volúmenes de memorias Viure i veure.

Siguiendo el mismo razonamiento, la edición de la Obra completa parece que puede acabar de remachar los clavos necesarios para situar su novelística entre las de más entidad de la segunda mitad del siglo XX. Una narrativa, por otra parte, donde cualquier lector puede comprobar cómo le favorece y mejora el paso del tiempo, y por eso se nos presenta con un potente soplo de frescura, actualidad, ironía y vitalidad.

Isidor Cònsul, "Actualitat de la novel·lística de Tísner" en Avui (11/02/93)


Avel·lí Artís-Gener es, sin duda, un "hombre del Renacimiento", definición atribuible a su buen amigo y escritor (hoy tristemente desaparecido) Jaume Fuster –a quien Tísner quiso como a un hijo. Y entendemos como un hombre del Renacimiento a aquella persona que tiene la capacidad insaciable de observar y ejecutar, de captar la realidad de su entorno, de averiguar por qué las cosas son de una forma y no de otra. Tísner se enfurecía cuando se le otorgaba la etiqueta –vivimos en un mundo de etiquetas, indefectiblemente– de "polifacético". Creía, y no se cansó de explicarlo a los autores de estas páginas, que una persona polifacética es una especie de "catacaldos", más preocupada por buscar una miscelánea inconexa que por profundizar en algún conocimiento concreto. Artís-Gener no fue un intelectual polifacético, sino un árbol con muchas ramas, una de las cuales, la que da lugar al sobrenombre Tísner, acabó desarrollando más hojarasca que ninguna otra. Él contaba que se sentía pintor cuando pintaba, escritor cuando escribía, dibujante cuando dibujaba o escenógrafo cuando creaba espacios artísticos. Como dijo el escritor Josep Maria Espinàs para cerrar una entrevista que le hizo en TV3, "Avel·lí Artís-Gener y Tísner, más que una pareja, ya son toda una multitud metida dentro de una persona" [...]

Uno de los principales rasgos característicos de la personalidad de Avel·lí Artís-Gener ha sido siempre su constante dimensión ética de la vida. Siendo sensible y atento a las diferentes realidades de la condición humana, ha sabido implicarse, ya desde muy joven, en las estructuras sociales de su país, y ha logrado importantes grados de responsabilidad y de exigencia personal. Fiel al ideario nacionalista catalán, adoptó a lo largo de los diferentes períodos de su larga y fructífera existencia una actitud de extrema coherencia en cada decisión que tomaba y en cada pensamiento que realizaría. Los trágicos acontecimientos de la guerra y el exilio pusieron sobradamente a prueba esta dimensión esencial de Tísner.

David Escamilla y Jordi Finestres. L'univers Tísner. 1912-2000: gairebé un segle (Barcelona, Angle Editorial, 2001)


Más bien bajito, tiene un cuerpo corpulento, lleno de vida, que no acaba de ser del todo proporcionado con la cabeza. De una actividad envidiable, sus ojos, pequeños, vivos, hundidos pero incisivos, dudan entre el intento de hacer reír o convencer. Las cejas se le levantan armónicamente, según el tono de voz, y mueve las manos con gestos suaves, dúctiles, ausentes de ordinariez pero también de afectación. El rostro, curtido y con arrugas–cada una de ellas le agudiza un rasgo imprescindible–, conserva, creo, recuerdos de la estancia en México. Cada arruga significa una historia, una experiencia, un pasado. He conocido a muy a poca gente de la edad de Artís que me infundiera, al mismo tiempo, conocimiento, vitalidad y cultura [...]

La estancia en México es fundamental para comprender su trayectoria literaria, definitivamente coherente en la novela Prohibida l'evasió. En un país radicalmente diferente, desde los conceptos más básicos sobre la vida y la muerte hasta el clima o los modos de vivir, se encontraron cinco mil catalanes exiliados, recluidos en un espíritu de clan aristocrático, creyéndose herederos de la civilización occidental. Vivió allí veintiséis años. Es un país donde, si penetras en él, captas su extraordinaria belleza, los diversos matices de su sensibilidad. Son ellos, pues, quienes nos hacen un gran favor dejando que lo veamos. Y nosotros tenemos que arrinconar nuestra cultura, y no conservarnos fósiles, como hacen algunos.

Montserrat Roig. Retrats paral·lels (Barcelona, Abadia de Montserrat, 1975)


¡Veinticinco años de exilio! Veinticinco años en México, con el padre, los amigos, los hermanos. Y, allí, Tísner hizo tantas cosas. ¡Tantas!

Pintó acuarelas para los catalanes que sentían añoranza, pero también realizó exposiciones de pintura; montó un negocio de dibujantes con Pere Calders, amigo de toda la vida; trabajó en mil cosas relacionadas con la pintura y el dibujo; hizo de publicitario y, durante cuatro años, fue escenógrafo en el Canal 4 (y después, ya de nuevo en Cataluña, escribió sobre ello una novela medio de ciencia-ficción que ganó el premio Sant Jordi). Conoció a Lluïsa, que trabajaba en la radio, y se casó. Tuvo cinco hijos, cuatro chicas y un chico. Hizo periodismo en los diarios mexicanos. Ayudó a su padre en la imprenta, que en México publicaba La Nostra Revista, junto con Joan Sales y Vicenç Riera Llorca, y la "Col·lecció Catalònia". Ganó dinero y se arruinó en diversas ocasiones.

Veinticinco años largos, de vida apasionada y apasionante, durante los cuales aprendió a amar a México. Porque, aunque sentía mucha añoranza, quiso integrarse y vivió la vida del país que lo había acogido. Incluso ahora, cuando habla español, lo habla a la manera de México, porque fue en México donde lo aprendió realmente.

Recorrió el país de arriba abajo, por trabajo o por excursión, y llegó a ser un mexicano-catalán de verdad. Aprendió náhuatl, la lengua aborigen, de la que todavía recuerda algunas cosas. Tuvo no sé cuántos accidentes –de coche, de moto, de trabajo– que lo dejaron marcado para siempre. ¿Os habéis fijado en la nariz que tiene? Es de un accidente. Y marcas en las piernas, y cicatrices en el brazo. Un montón. Y escribió Paraules d'Opòton el Vell, su libro de amor a México, que publicó luego en Cataluña.

Sin embargo, "cuando tuve la conciencia clara de que el exilio se deterioraba y que corría el riesgo de convertirse en emigración convencional; cuando vi que un gran número de catalanes se habían puesto a hacer las Américas olvidando el hecho esencial de que habíamos ido a aquel continente por motivos políticos", Tísner volvió.

Maria-Antònia Oliver, "Avel·lí Artís-Gener, Tísner" en Serra d'Or, nº 359 (noviembre 1989)


Esta tendencia a la explotación literaria de la experiencia vivida tiene diversas vertientes. Por una parte, en general, la evolución biográfica del escritor queda reflejada por la sucesión de sus libros. Así, con 556 Brigada Mixta (1943), empieza, con veintiséis años, su trayectoria literaria, exponiendo, en caliente, unos episodios (su participación como voluntario en la Guerra Civil Española, en el frente de Aragón) y desmarcando del cultivo novelesco las referencias a su vida anterior a este acontecimiento bélico, es decir, introduciendo una parte de la propia biografía y desterrando otra. Porque, de hecho, es la guerra lo que marca el nacimiento del escritor y del hombre, en una dolorosa e inexorable iniciación, que supone un punto de partida: el paso, como el mismo Artís-Gener afirma en un pasaje de su libro, de la infancia a una anticipada senectud.

Acto seguido, el autor recoge la experiencia del exilio en Les dues funcions del circ (1966) y el contacto con un mundo nuevo, con una civilización distinta que además de esta última novela formula también metafóricamente Paraules d'Opòton el Vell (1968). Con el retorno a Cataluña propalará el choque que supone el contacto con un país soñado a lo largo de una ausencia desgarradora (al cabo de veintiséis años) y trazará un retrato de la resistencia antifranquista, en el ámbito de la política-ficción, con L'enquesta del canal quatre (1974). Finalmente, las dos novelas que cierran este ciclo narrativo hasta el momento, Prohibida l'evasió y Els gossos d'Acteó (1983), muy similares estructuralmente, rehuyen la inmediatez de unos determinantes históricos para lanzarse, desde un realismo estricto, a una especulación filosófica más general, que en un caso (Prohibida l'evasió) toma como tema una de las cuestiones más latentes del mundo moderno: la incomunicación, y que en el texto siguiente deriva hacia una reflexión múltiple, que situaría la dialéctica campo-ciudad y las repercusiones sociales de la codicia en una posición central.

Julià Guillamon, "Notes a la narrativa d'Avel·lí Artís-Gener" en Tísner. Miscel·lània d'homenatge (Barcelona, Abadia de Montserrat, 1996)


Sin embargo, no es esta posición realista, más ligada al reportaje periodístico, la que caracteriza la obra novelística de Artís-Gener, un escritor imaginativo y de una gran curiosidad por las nuevas formas narrativas, que escribe con el convencimiento de que la literatura es investigación de la realidad efectuada dentro de una convención. Sus obras, pues, están construídas, en general, sin disimular o mostrando claramente la mezcla de realidad y artificio de que se componen. En la advertencia que precede Les dues funcions del circ (1966), la primera novela exponente de esta actitud, el autor explica la necesidad que ha sentido de ubicar con exactitud el espacio y el tiempo de la acción, pero al mismo tiempo advierte de la intrascendencia de estos datos en función del objetivo literario que busca: unas situaciones reveladoras que podrían darse en otras circunstancias y con otros personajes pero que en la obra se han creado de una única manera, de modo que han dejado de ser aleatorias y han adquirido una entidad propia e independiente.

Maria Campillo y Jordi Castellanos, "Avel·lí Artís-Gener" en M. de Riquer, A. Comas y J. Molas. Història de la literatura catalana (Barcelona, Ariel, 1988)