Quién soy y por qué escribo

Ferran Torrent

 


Escritor y periodista valenciano (Sedaví, 1951)

Bien, empecemos por la cuestión filosófica de quién soy. Yo soy yo y mi circunstancia. Ustedes también, ya lo sé. Pero ahora según me han indicado, tengo que hablar de mí. La verdad es que yo, en esta vida, podía haber ejercido de todo, excepto de escritor, o mejor dicho, de novelista, porque no me considero escritor.

Lo de novelista no lo tenía previsto. Yo quería ser camarero. Creo que podía haber sido un excelente camarero. Me gusta hablar, hacer broma y si conviene soy servicial. De hecho he pasado y paso más tiempo apoyado en los mostradores de las cafeterías que en mi despacho. Por eso soy novelista y no escritor. Los escritores hacen de todo y los novelistas solamente novelas. Menos trabajo, más tiempo libre.

De manera que soy una circunstancia fortuita, cosa que está muy bien, porque no planifico nada. Ahora bien, quizás siempre he tenido aquello que llaman "dotes de novelista". Me explicaré: en mi casa yo era el que, delante de la chimenea, en las largas noches de invierno, o bien bajo el porche en una noche primaveral, asumía la responsabilidad de entretener a los componentes de mi familia, el cordero incluido. Era muy pesado, francamente. Había días en que todo el mundo cogía el portante huyendo de mí. Además, hacía trampas. A veces plagiaba fragmentos de narraciones de Julio Verne, las retocaba un poco y las contaba con una increíble pomposidad. Por suerte, entre mi familia la lectura no ocupaba un lugar preeminente y ninguno de sus miembros se daba cuenta del trapicheo creador. En casa sólo conocían a Blasco Ibáñez por las fotos recortadas de El Mercantil Valenciano.

Ciertamente soy novelista probablemente porque no sé hacer nada más. No tengo ningún oficio (ni ganas). Camarero es el único trabajo que podría haber ejercido con un poco de profesionalidad, pero no estoy frustrado. De alguna manera lo soy: hablo por los codos -en forma de libro-, hago broma para los lectores -en las narraciones- y soy servicial. Quiero decir que entrego el manuscrito más o menos en las fechas que marca el editor en el contrato (y también cobro las consumiciones). Soy camarero, quizás por eso escribo.

Han dicho...

Torrent ha sabido construir un mundo de ficción propio e inconfundible, que, sin romper sus líneas maestras, ha ido evolucionando novela a novela. Valencia, con sus personajes, transformada por el filtro literario del autor, deviene así, si no real, al menos tan creíble como el modelo vivo, o más. En palabras de Pilar Rahola: "A partir de ahora la Valencia en la que creemos es ésta, la de Butxana, el Penjoll, la Colometa y el Palau del Xulo: porque la ficción ha superado sobradamente eso inconcreto y no del todo definible que se llama realidad".

Esta Valencia, recreada por Torrent con el peso específico ineludible de los submundos de la marginalidad, acoge a unos personajes perfectamente encajados y extraordinariamente seductores. Lo dijo, al comentar su primera novela, otro maestro de la novela negra catalana, Jaume Fuster: «Su gran aportación [...] es la ciudad de Valencia, los personajes se mueven, el ambiente de la calle, de los bares, la vida brava valenciana...» I -aquí la crítica es unánime- el hechizo de la lengua. Gran parte de responsabilidad en el éxito ininterrumpido del autor se basa en la gracia y desenvoltura de los diálogos. Àlex Broch lo ha resumido como nadie: «Una lengua bastante ágil, que es rica en la expresión popular, ingeniosa en la caracterización, rápida en el diálogo, moderna en la adjetivación, aguda y divertida en las comparaciones». Todo este potencial al servicio de construir con éxito, desde el habla valenciana viva, una lengua creíble en boca de cualquier personaje.

Ferran Carbó y Vicent Simbor, "La novel·lística de Ferran Torrent", La literatura actual al País Valencià (1973-1992) (Valencia-Barcelona, Institut de Filología Valenciana-PAM, 1993).

Las primeras noticias literarias de Torrent se remontan a 1983, con La gola del llop [La garganta del lobo], escrita a medias con Josep Lluís Seguí. Una novela que, a pesar de su condición de temprana, ya prefigura alguno de los rasgos que definen la obra del autor de Sedaví: un protagonista desengañado, una lengua rica y ágil, una mirada peculiar sobre la ciudad de Valencia, un espléndido repertorio de personajes secundarios y un desenlace con poco espacio para la esperanza. Al año de este estreno compartido, Torrent inicia, ya en solitario, un ciclo de cinco novelas trepidantes: No emprenyeu el comissari [No me vacilen al comisario] (1984), Penja els guants, Butxana [Cuelga los guantes, Butxana] (1985) y L'any de l'embotit [El año del embutido] (1992). Aparte de suponer su eclosión como narrador de éxito, a lo largo de estas cinco novelas podemos ver cómo Torrent va controlando cada vez mejor los recursos del oficio y cómo se va definiendo con nitidez la actitud vital que hay en el trasfondo de cada argumento. Por imperativos de espacio sólo me centraré en dos detalles ilustrativos. Primeramente el cambio de protagonista, que pasa de Toni Butxana, un "detective inconstitucional" que se mueve en el mundo de los pequeños delincuentes, a Hèctor Barrera, periodista comprometido en la tarea de desenmascarar la corrupción de las capas altas de la sociedad. Hay, por lo tanto, una evolución que parte de una actitud anarcoide hasta llegar a un compromiso profundo en favor de la verdad.

Coherente con este proceso aparece el segundo detalle: el tránsito de la tercera persona narrativa a la primera que se produce a partir de Cavall i rei [Caballo y rey] y que expresa de manera inequívoca la implicación creciente del autor con la historia que tiene entre las manos. Con un estilo que participa tanto del género negro como de la novela costumbrista, Torrent demuestra que la etiqueta de autor menor que algún sector le quiere adjudicar no deja de ser una injusta simplificación.

En Gràcies per la propina [Gracias por la propina] nos encontramos con un notable cambio de rumbo que, sin renunciar a la riqueza del lenguaje ni a la vistosa policromía de los personajes, evidencia un grado de madurez literaria y personal no alcanzado hasta entonces por el autor. Al componer este extraordinario retablo sobre el aprendizaje de la libertad ambientado en la Valencia de los años cincuenta, Torrent demuestra, por una parte, su capacidad para observar el mundo con mucha más ternura que en los libros anteriores y, por la otra, expresa su rechazo a un presente que no le gusta y contra el cual la actitud más lúcida a oponer es el escepticismo.

Joan Josep Isern, "La mirada de Ferran Torrent", en Punt de lectura (Barcelona, Institució de les Lletres Catalanes, 1998).

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