El mar

Novela de Blai Bonet, publicada en 1958.

Centrada en un sanatorio de tuberculosos, esta primera novela de Blai Bonet nos explica, a través de los monólogos de cuatro personajes, una serie de hechos que pasaron durante una guerra civil y una dura posguerra no demasiado imaginarias en el pueblo imaginario de Hostili. Las voces más importantes son las de los dos enfermos, Manuel Tur y Andreu Ramallo, puntuadas por los recuerdos de sor Francisca Luna, monja y celadora, y Gabriel Caldentey, cura. El hecho central de la novela es el asesinato de don Eugeni Morell por Andreu Ramallo, su protegido y amante.

La novela está dividida en 32 capítulos, cada uno titulado con el nombre del narrador: 12 de Manuel Tur, 13 de Andreu Ramallo, 3 de Francisca Luna y 4 de Gabriel Caldentey. Son casi monólogos, algunos dirigidos a un tu que es el mismo narrador, siguiendo una técnica popularizada por William Faulkner. Como en las primeras obras poéticas del autor, esta novela es una especie de vórtice de influencias varias y a veces contrapuestas. Blai Bonet bebe, con intensidad variable, del universo moderno de Faulkner, del behaviourismo norteamericano de John Dos Passos, de la novela mal llamada católica del inglés Graham Greene y de los franceses Mauriac y Bernanos, del existencialismo parisino –sobre todo de Albert Camus–, del neorrealismo italiano, del tremendismo ibérico, sobre todo de Cela y básicamente de su novela Pabellón de cáncer, e incluso de la entonces reciente école du regard o nouveau roman francesa.

Algunas de las críticas que en la época se hicieron a la novela, como la poca diferenciación de las voces o la crueldad tremendista de algunas escenas, quedan canceladas por el hecho de formar parte de la gran fuerza telúrica que hace de El mar una experiencia única, una zambullida en el mal como pocos autores se han atrevido a hacer. Crudamente realista, también tiene, sin embargo, una cierta vertiente simbólica, centrada sobre todo en la figura demoniaca de Andreu Ramallo, un precedente de los Judas que aparecerán en muchas de las obras del autor.



Memoria y violencia en la novela El mar de Blai Bonet

Xavier Pla


La novela El mar es una obra insólita, difícil y compleja que, en Cataluña, ha tenido siempre detractores. Es uno de los hitos de la novela catalana de posguerra que, en el momento de su publicación, generó un cierto escándalo por motivos morales […]. Cincuenta años después de su publicación, El mar es una novela que no ha envejecido nada y que merece toda la atención de los lectores. […] Además de aportar su propia experiencia religiosa, un cristianismo existencialista también influido notablemente por la figura del escritor francés Georges Bernanos y la exaltación mística de Paul Claudel, Blai Bonet supo integrar lo mejor de las corrientes filosóficas existencialistas para escribir una novela atrevida y rompedora que no tiene ninguna intención de convertirse en una crónica histórica de la Mallorca de la posguerra sino que es básicamente una reflexión existencial sobre la condición humana a partir de las vivencias radicales y subjetivas de un grupo de adolescentes internos en un sanatorio de tuberculosos. Por razones biográficas, tenía diez años cuando estalló, Bonet no sufrió lo más cruel de la guerra civil española, sino que siempre se quiso reivindicar como una víctima de la posguerra y de la represión moral y de costumbres impuesta por la dictadura franquista. Aunque Bonet siempre negó el carácter autobiográfico de la novela El mar que ciertamente se parece más a un drama colectivo que a una peripecia personal, en la representación literaria de aquel sanatorio, con sus pabellones, masculino y femenino, o el pabellón de enfermeras, fácilmente se pueden percibir las vivencias del autor. Por ello, en realidad, las referencias a la guerra civil española son bien pocas: tan sólo unos uniformes italianos en Palma explican la llegada de la aviación fascista italiana en la Mallorca franquista, preparada para el bombardeo de Barcelona. Y, sobre todo, es la visión que tienen los niños de los fusilamientos en las tapias del cementerio, que sirve claramente para diferenciar, por un lado, el tiempo presente (posguerra) del pasado (guerra civil), y para alejar, aún más, a los adolescentes del mundo de sus padres, el mundo definitivamente corrupto de los adultos.

[…] A Blai Bonet, sobre todo, lo que le preocupaba más era la destrucción del mundo del adolescente y la irrupción del mundo de los adultos: “En El mar quise describir el rincón más secreto de los adolescentes de posguerra”. En esta síntesis de la vida del sanatorio, Bonet comenzó a escribir El mar. […] Algunas escenas de la novela El mar, especialmente aquellas que hacen referencia a la muerte violenta de animales como los gatos, son unos de los pocos ejemplos de “tremendismo” de la novela catalana contemporánea. Y todo ello tiene coherencia con lo que son los principales temas del libro: el sexo, el miedo, la sangre, la adolescencia, la enfermedad, los espejos o, naturalmente, los efectos de la guerra.

[…] Quizá podríamos intentar destacar algunos rasgos estilísticos de la novela de Blai Bonet que nos permiten aproximarnos mejor al lirismo narrativo que tanto fascina a sus lectores. En esta novela, por ejemplo, destaca por encima de todo la voluntad del autor por conseguir llegar a una depuración lingüística y estilística destinadas a obtener una máxima expresividad con el mínimo de palabras. La condensación, la concisión y la destilación son elementos claves para entender una obra que avanza con cierta brusquedad y con una cierta predilección por la repetición: “El camino de la muerte de don Eugenio Morell tiene la vegetación muy dura. El camino de la muerte de don Eugenio Morell tiene un bosque de encinas a cada lado. La tierra que está bajo la copa de las encinas es morada y rosa, porque el brezo tiene la flor morada y rosa.” En segundo lugar, la ausencia de descripciones. Bonet opta por ofrecer al lector un mundo que no es completo ni objetivo ni exhaustivo, sino que muestra una gran preocupación para presentar una subjetividad, o mejor una suma de subjetividades, que acercan al lector a una clara voluntad de reflexión e intimidad. Por ello, la descripción aparece casi sólo en la primera página de la novela, que es una visión plástica y euforizante del paisaje (que llega hasta el mar) que se puede ver desde dentro del sanatorio, disfórico, a través del marco de una ventana. Más allá de estas primeras páginas, con mucha adjetivación, muy sensuales y colorísticas, el resto de la novela consistirá más en “decir” que en “describir”. También la inclusión de algunas imágenes poéticas, pequeños poemas en prosa, pequeños excursos metafóricos con muchas reminiscencias pictóricas, favorecen el carácter lírico del libro […].

Además, el fragmentarismo es uno de los rasgos estructurales de la novela […]. La división en 32 breves capítulos rompe el contínuum textual y da categoría a cada uno de los capítulos como unidad básica de significado. […] La novela es también el resultado de una intensa manipulación narrativa del tiempo. El hecho de que el autor dé un total privilegio al tiempo presente favorece el carácter estático y contemplativo de la historia, que parece que no avance, y que transmite también una cierta monotonía positiva al lector. […] Lo que hace Bonet es poner una única voz narrativa y dar directamente la voz a sus personajes, una voz que sólo se puede identificar por el nombre que da título a cada uno de los breves capítulos. Aunque enseguida haya dos personajes que se convierten en protagonistas, Manuel Tur y Andreu Ramallo, la técnica narrativa es sencilla pero efectiva. Porque hace que el lector se dé cuenta de que, en realidad, el autor ha dado la palabra sólo a algunos de los personajes que no se diferencian mucho de los demás. Precisamente, lo que pretende el novelista es confrontar al lector con unos personajes similares, enfermos, alucinados, delirantes, que sufren el sufrimiento del miedo de la muerte y a la vez el vigor que les proporciona que sus cuerpos respectivos evolucionen hacia la edad adulta. Personajes que en realidad no dialogan, sino que monologuean, como si sólo hablaran con ellos mismos. La discontinuidad narrativa y la focalización interna múltiple confieren a esta novela una intensidad emocional inolvidable. Los personajes de la novela de Bonet se encuentran constantemente confrontados a los espejos, enfrentados a sus ojos pálidos, salidos o a veces hundidos ya, casi apagados. […]

Inmersos en un espacio claramente disfórico, dominado por el color blanco y el negro, y el rojo de la sangre, los adolescentes protagonistas, pálidos, lívidos, tristes, de la novela de Bonet viven con la angustia de la severa mirada de Dios y la noción de pecado. […]. A sus personajes, torturados, angustiados, obsesionados por el complejo de culpa y por el despertar del sexo, la novela de Blai Bonet les da unas voces de una extraña soledad y tristeza.

Después de la guerra, no viene la paz. Viene otro tipo de guerra, la posguerra que, según Blai Bonet, era una guerra que penetraba en la tierra, el pubis del universo, que creaba cuevas oscuras y excitaba la lujuria. Como el mar.



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