Quién soy y por qué escribo

Rocio Bonilla

Me llamo Rocio Bonilla y nací con un lápiz en la mano. Al menos, esto es lo que explicaba mi madre. Siempre me apasionaron la literatura y el dibujo, en cualquiera de sus vertientes, por esto escogí la carrera de Bellas Artes. Mi trayectoria profesional me hizo pasar por varias disciplinas como la fotografía, la pedagogía, la pintura o la publicidad. Pero el arte –esto decía mi primer maestro– es como un virus, capaz de despertar con virulencia tras haber estado semidormido durante años.

Y esto fue exactamente lo que pasó, después de 12 años sin tocar un lápiz. No fue por azar que abandoné la publicidad para adentrarme en el mundo editorial. Empecé ilustrando libros infantiles, pero la necesidad vital de contar mis propias historias fue creciendo hasta hacerse demasiado evidente como para no escucharla. Y en aquel momento empezó todo. Ahora sé que estoy exactamente donde tengo que estar.

Para mí, el de escritora es un oficio muy serio, por eso no me lo considero. Prefiero la palabra “autora”. Soy una autora que explica historias y que, para hacerlo, utiliza palabras e ilustraciones, a menudo a partes iguales.

Mi formato preferido es el álbum ilustrado, por su versatilidad y posibilidades narrativas, porque las palabras y las imágenes bailan juntas, tienen la misma importancia y se enriquecen mutuamente. La brevedad del texto obliga a un ejercicio de concreción absoluta, a buscar las palabras precisas y necesarias, ni en defecto ni en exceso, para explicar únicamente lo que la imagen no podrá.

Mucha gente opina que la literatura infantil es un género menor, la hermana pequeña de la literatura generalista, pero puedo asegurar que el infantil es público más exigente y despiadado.

Explico historias de niños y para niños, porque me fascina su universo. Intento hablar su lenguaje, reflejar el mundo como ellos lo ven, siempre con una dosis generosa de humor, para mi imprescindible. Intento hacerlos cómplices de los valores y conceptos inmersos en mis historias, aunque siempre desde la naturalidad y la fluidez de la propia narración o personaje, nunca desde la moralidad. No debemos olvidar que el hecho de que sean pequeños no los convierte en tontos. Siempre intento, además, introducir guiños a los adultos, para implicarlos también en el proceso de lectura compartida.

Mi entorno, mi cotidianidad, son mi principal fuente de inspiración. También mis recuerdos, mis experiencias, mi bagaje. Necesito escribir sobre lo que conozco para sentir que la historia es honesta. Y la realidad me lo pone fácil, porque, como se suele decir, habitualmente supera la ficción.

Definiría mi estilo como tierno, dulce, cercano, empático, pero a la vez dinámico, expresivo, con un punto de gamberrismo e informalidad, influencia del cómic clásico y el cine de animación, que me acompañaron desde muy joven y durante mi formación dejando una huella muy visible en mi forma de crear, mover y hacer expresar a los personajes. Mis grandes maestros han sido toda la literatura que he devorado a lo largo de mi vida y, sobre todo, los álbumes ilustrados de muchísimos otros autores, clásicos y actuales.

Al crear una historia busco que me emocione e intento encontrar la mejor forma de transmitirla para que emocione también al lector. No pienso en un mensaje concreto, persigo que pueda convertirse en una historia universal con la que todo el mundo pueda sentirse identificado, que transmita lo que yo pretendía explicar. La interpretación y el uso que a partir de aquí le dé cada lector, ya es cosa suya.

Ahora mismo no me planteo cambiar de rumbo. Me siento afortunada de que mi vocación sea mi profesión. Orgullosa de que mi obra esté presente en tantos países. Emocionada de recibir tantos mensajes maravillosos de mis lectores de alrededor del mundo. Y lo más importante: sigo sintiendo cada nuevo proyecto como un gran reto.

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