Quién soy y por qué escribo ...

Montserrat Abelló

La poesía de Montserrat Abelló destaca por una voz tan rotunda como íntima, que traza una trayectoria unitaria y coherente, y que podemos encontrar recogida en un solo volumen, (Premio Lletra d'Or). Abelló empieza a escribir influenciada por la poesía social de los años cincuenta y sesenta, pero ya desde ese momento proyecta una mirada personal desde su condición de mujer y de madre -el nacimiento de un hijo con una deficiencia mental es el motor que lleva a la autora a ejercer su necesidad de escribir-. Con los años, su expresión se desnuda y se depura. Temas como el amor, la soledad, el paso del tiempo y la misma creación poética adquieren en la poesía de Abelló un toque incisivo y personal, emparentada con las mejores escritors anglosajonas del siglo XX.

Soy una mujer que ha vivido muchos años y en épocas cruciales de la historia; la proclamación de la República, el levantamiento militar, la Guerra Civil y el exilio, que compartí con mi padre, ingeniero naval, primero en Francia, después en Inglaterra y finalmente en Chile. Allí conocí a mi marido, también exiliado, y nacieron nuestra hija y nuestros dos hijos, el más pequeño afectado por el síndrome de Down.

Aunque nací en Tarragona -como también mis tres hermanas y mi hermano-, y es una ciudad que amo y considero mía, he vivido poquísimo en ella; sólo cuando, muy joven, íbamos con mis padres los veranos y, por Navidad, en casa de mis abuelos. Casi la mitad de mi vida la he pasado fuera de Cataluña, pero puedo decir que soy catalana hasta la médula y que en mi familia siempre hemos hablado catalán.

Soy una persona más bien tímida, pero apasionada, y cada etapa de la vida la he vivido intensamente y sus vicisitudes me han proporcionado vivencias y experiencias, dolorosas a veces, pero siempre enriquecedoras. ¿Por qué escribo? Diría que, primordialmente, por mi amor a las palabras. Desde siempre me ha fascinado su sonido. Mi madre me decía que de pequeña jugaba a recitar poemas, que me inventaba repitiendo las nuevas palabras que iba aprendiendo. También, cuando estudiar se me hacía pesado, buscaba poesías y las aprendía de memoria. Otra cosa que seguramente ha influido en mi amor por el ritmo de las palabras es mi conocimiento del inglés, muy musical y, fonéticamente, con muchos sonidos similares al catalán y que, desde los seis años, después de nuestra estancia en Londres, ha sido mi segunda lengua. Ya de pequeña conocía las Nursery Rhymes (poemas para niños), y después, claro está, mucha poesía: Shakespeare, Keats, Shelley, Rossetti. Leer era mi pasión.

Sin embargo, el revuelo de mi adolescencia y el cúmulo de acontecimientos hicieron que no pensara realmente en escribir hasta que se estabilizó nuestra vida en Chile y entré en contacto con amigos y escritores exiliados como Joan Oliver, Domènec Guansé, Xavier Benguerel, y chilenos como González Vera y Pablo Neruda. Entonce, con Rafaela de Buen, también escritora, empezamos a asistir a un taller literario y escribí algún cuento en castellano. Poco después nació nuestro tercer hijo, y el impacto producido al saber su diagnóstico en un tiempo en que no había los estudios ni las facilidades que, afortunadamente, hay ahora, me provocaron la necesidad imperiosa de expresar todo aquello que, como mujer, hacía tiempo que llevaba dentro. Y volví a la poesía, pero no tratando de seguir cánones establecidos como había hecho esporádicamente hasta entonces -cosa que no me acababa de satisfacer-, sino siguiendo mi propio impulso interior, basándome en el ritmo de las palabras. ¡Y en catalán! Desde entonces no he dejado de escribir poesía y sé que ésta es mi forma de expresión. Creo que en eso me ayudó mucho la admiración que sentía por la obra de mi amiga y pintora Roser Bru. Así, cuando te sorprende un hecho, una imagen, un sentimiento y lo plasmas en una pintura o en un poema, queda fijado por la necesidad vital de expresarlo, pero también queda abierto para que lo mire y lo lea alguien y lo haga suyo.

Al volver a Cataluña publiqué Vida diària gracias al entusiasmo de mi buen amigo y poeta Joan Oliver (Pere Quart). Desde entonces no he dejado de escribir y traducir, otra de mis pasiones. Podría añadir muchas cosas: una, que aunque no publicara continuaría escribiendo, y que seguiría haciéndolo a mi manera, sin concesiones. Pero conseguir publicar es un hito importante. Y eso no habría sido posible sin el apoyo de mi familia, de amigas y amigos y, sobre todo, de las mujeres que he conocido a través del feminismo, de las poetas y los poetas que amo, y de las actrices que han participado en la lectura de mis poemas y traducciones. Resumiendo podría decir, como digo en uno de mis poemas, que escribo porque amo la vida y, así, la hago mía muchas veces.

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