Maria Aurèlia Capmany, heterodoxia y rebelión

Montserrat Palau (Universitat Rovira i Virgili)

Formada en unos años de "normalidad" e imbuida de los ideales republicanos, Maria Aurèlia Capmany (Barcelona, 1918-1991) no lo tuvo nada fácil para convertirse en escritora en la Cataluña de posguerra. Sus inicios literarios estuvieron marcados por las trabas de la censura y el empobrecido mundo cultural catalán bajo la represión franquista, hecho común a toda su generación. Por eso, varios autores -Manuel de Pedrolo, Jordi Sarsanedas, Joan Perucho, Josep Maria Espinàs y la misma Maria Aurèlia Capmany-, a pesar de que ya habían empezado a publicar algunas obras, optaron para darse a conocer mediante un libro conjunto, Cita de narradors [Cita de narradores] (Selecta, 1958), que ganó el premio de ensayo Josep Yxart, donde analizaban, de forma encadenada, cada una de sus trayectorias literarias.

Entrados los años sesenta, Maria Aurèlia Capmany se dedicó exclusivamente al mundo de la cultura y la literatura, cultivando varios géneros, hasta convertirse en un referente intelectual indiscutible en la Cataluña de la segunda mitad del siglo XX. Rompió modelos y se rebeló contra el destino que, según las normas, tenía marcado, hasta llegar a ser un personaje público en una época en que este término en femenino prácticamente sólo tenía la acepción negativa de mujer pública, esto es, una prostituta, como ella misma reivindicaba. Comprometida con la lucha por las libertades, participó y militó en el antifranquismo, el socialismo y el catalanismo, primero en la clandestinidad y después incluso ejerciendo cargos oficiales. No aceptó en ningún caso el papel que el franquismo otorgaba a las mujeres y fue la pionera en Cataluña, a través de sus ensayos, de la introducción del feminismo moderno, del cual fue una activa defensora.

Heredera del realismo e influida por el existencialismo, Maria Aurèlia Capmany no quiso seguir mandarinismos literarios en sus obras de creación. Heterodoxa y letraherida, con una gran vitalidad y pasión, en lugar de callar, tal como se suponía que tenían que hacer las mujeres de su tiempo, se expresaba, alto y claro, con una lucidez impertinente que, ni que decir tiene, molestaba a muchos sectores de la cultura catalana. Y esto también explica que, incluso hoy, cuando en el año 2011 ya hará veinte años de su muerte, Maria Aurèlia Capmany todavía resulte, para estos sectores, una figura "incómoda", cosa que genera amnesias y potencia su olvido. Guillem-Jordi Graells, su principal estudioso y editor de su Obra completa, ha denunciado siempre sin tapujos este olvido y hace un resumen muy preciso de su legado: la diversidad de sus esfuerzos literarios, su talante polémico, su personalidad pública en varios frentes de lucha, su adaptación a todo tipo de canales de transmisión de ideas y su importancia como intelectual en la cultura catalana de la posguerra, después de la victoria franquista, que tanto la marcó.

Las primeras obras, existencialismo y crisis identitarias

Maria Aurèlia Capmany nació el 3 de agosto de 1918 en Barcelona. Nieta del abogado y escritor federalista Sebastià Farnés (1854-1934) e hija del folclorista y también escritor Aureli Capmany (1868-1954), creció en una familia liberal, intelectual, catalanista y de izquierdas, formación a la que tenemos que sumar la enseñanza secundaria que recibió en el Institut Escola, un centro de renovación pedagógica creado por la Generalitat republicana que la marcó para siempre. Sin embargo, aquel espíritu de libertad en que fue educada se acabó con la derrota de 1939. Licenciada en Filosofía, en los años cuarenta empezó su carrera literaria, de manera paralela a su trabajo en la enseñanza como profesora de filosofía y lenguas.

En 1947 Maria Aurèlia Capmany quedó finalista en la primera convocatoria del premio Joanot Martorell con la novela Necessitem morir [Necesitamos morir], que no se publicó hasta 1952. Lo ganó, en la siguiente convocatoria, con otra novela que también tuvo problemas con la censura. No salió a la luz hasta años más tarde, revisada y rehecha bajo la maestría de Salvador Espriu, y con un título diferente al original, La pluja als vidres [La lluvia en los cristales] (1963). A pesar de los problemas con la censura, Maria Aurèlia Capmany, desde entonces, no dejó de publicar, sobre todo novelas. Estas primeras obras, la mayoría centradas en protagonistas femeninas y ubicadas fuera de Barcelona, se centran en planteamientos existencialistas a la vez que presentan un enfoque formal desde una óptica psicológica fragmentada, alejada del tratamiento lineal, cosa que acentúa el sentimiento de extrañeza de sus personajes en el mundo y, a la vez, su relatividad. Con estos parámetros, las primeras novelas de Capmany, sirviéndose de diferentes técnicas, como el género gótico, desgranan varias crisis de identidad en un contexto hostil, paralelo al de la situación de Cataluña bajo la dictadura.

La narrativa de Capmany capta aquella época de crisis social y rehúye la generalización, conformándose con los pequeños instantes, con un tono impresionista. Para hacer evidente esta crisis, abandona el carácter convencional de la descripción psicológica, a la vez que encuentra un medio en las nuevas técnicas. Como Jean Paul Sartre o Alberto Moravia, que plantean en sus obras que las actitudes coherentes no son más que una comedia, Capmany nos presenta unas individualidades en conflicto con la sociedad hipócrita en la que viven. Así, la existencia de sus protagonistas se despliega sobre un fondo de comedia de falsos sentimientos y topa siempre con las convenciones, del mismo modo que hay una disonancia entre la vida impuesta por la sociedad y la vida deseada: el divorcio entre el deseo personal y las imposiciones sociales.

La plenitud intelectual

En los años sesenta, cuando ya ha publicado unas cuantas novelas, sus actividades en el campo literario y teatral la llevan a dejar el mundo de la enseñanza. Entonces, la tarea polifacética de Capmany se multiplica. En primer lugar hay que mencionar su narrativa, con toda una serie de obras de plena madurez literaria: novelas, libros de relatos cortos y prosa memorialística. En segundo lugar, es de señalar su tarea en el mundo del teatro. Cofundadora, con Ricard Salvat, de la Escola d'Art Dramàtic Adrià Gual (1959), directora, profesora, dramaturga y actriz (también de cine), estrenó y publicó varias obras propias y, con su pareja sentimental desde 1969, el escritor mallorquín Jaume Vidal Alcover, desarrollaron el teatro de cabaret en Cataluña, con varias obras que se estrenaron en la sala La Cova del Drac, en Barcelona. A estas actividades, hay que sumar los libros de ensayo, las traducciones, las canciones, las colaboraciones en los medios de comunicación -guiones para cómicos, radio y televisión y artículos en la prensa-, cursos, conferencias, presentaciones, pregones, jurado en certámenes y concursos. Una tarea intensa que fue también reconocida con varios premios.

Y aún tendríamos que hacer referencia a sus actividades políticas. Militante del Partido de los Socialistas de Cataluña, fue regidora de Cultura del ayuntamiento de Barcelona y miembro de la Diputación de Barcelona desde el 1983 hasta su muerte, el 2 de octubre de 1991. Esta constante contribución al mundo de la cultura -que su enfermedad final apenas interrumpió- será característica en su trayectoria vital de persona comprometida con su realidad y, sobre todo, con ella misma.

En la ya mencionada década de los sesenta, la obra de Maria Aurèlia Capmany, en plena madurez literaria, evoluciona hacia un relato más social, yendo de unos tratamientos centrados en individualidades hacia otros más colectivos con implicaciones y motivaciones históricas. A diferencia, también, de la primera etapa, Barcelona pasará a ser el escenario de la mayoría de sus ficciones e, incluso, un personaje destacado. La Historia le permite situar y entender el presente. Desde distintas vertientes, la búsqueda histórica le sirve, con afán pedagógico, para recrear otras épocas nacionales, tanto para narrarlas desde nuevas miradas, como para reconstruir, con temas y motivos diversos, episodios y situaciones con una característica común: una visión reivindicativa de la historia de Cataluña desde el catalanismo de izquierdas que comporta, también (en toda su producción narrativa, teatral, ensayística y memorialística), una crítica irónica y persistente contra la burguesía. La memoria y el paso del tiempo son uno de sus móviles literarios y una constante.

Desde el realismo, y con la utilización de varias técnicas, incluso la novela negra o el teatro-documento, su escritura, muy vital, se recrea en la evocación sensorial. La literatura de Capmany es una literatura realista. Honoré de Balzac -su madre, Maria Farnés, era una asidua lectora de este autor francés-, Henry James y la novelística del XIX la apasionaban, pero su realismo es propio del siglo XX y, en esta línea, hay que mencionar el nombre de Virginia Woolf y su estilo impresionista, los momentos del ser que recreaba la escritora inglesa. Capmany, con una gran vis teatral y dada a imaginar otras existencias, encuentra en la creación literaria, que para ella fue una diversión, el medio para conseguirlo. La historia de su país, de su ciudad, de las mujeres, con un estilo claro, didáctico y directo, le permiten, con una gran dosis de ironía y un gran bagaje de recursos, imaginar otras posibilidades, plantear dudas y problemas.

El feminismo

Maria Aurèlia Capmany, además de su papel capital en la cultura e intelectualidad catalanas de la segunda mitad del siglo XX, fue también una de las pioneras en tratar el tema de la condición de las mujeres y elaboró, en varios ensayos, artículos y conferencias, toda una serie de teorías feministas. Fue una mujer que luchó por las libertades individuales y colectivas y, entre éstas, por la igualdad de las mujeres. Condenada, por el contexto histórico y social, a tener sólo como objetivos vitales los del matrimonio y la maternidad, Capmany rechazó este destino y se construyó como persona, como mujer libre e independiente.

El feminismo de Capmany se sitúa en el movimiento internacional surgido después de la Segunda Guerra Mundial, con las teorías de Simone de Beauvoir como punto de partida. Es un feminismo híbrido, basado en análisis culturales y literarios de textos y mitos, donde las mujeres están representadas, descritas y definidas, y las compara con la condición femenina de su época, al tiempo que centra estos análisis en el proceso y resultado de la fabricación, por parte del patriarcado, de los estereotipos femeninos y en cómo estos persisten en los comportamientos y valores sociales. Capmany defiende el feminismo de la igualdad, critica los sesgos sexistas del proyecto ilustrado de la modernidad y la exclusión de las mujeres de los ámbitos sociales y políticos, a la vez que defiende una política de igualdad y de integración de las mujeres. Sostendrá, y ampliará, estas ideas en una serie de ensayos que seguirán el camino que abre en 1966 La dona a Catalunya [La mujer en Cataluña].

Si su tarea cultural y literaria tuvo una gran influencia en las generaciones de los años setenta, sus teorías feministas también han dejado huella en las generaciones posteriores, como sería el caso, para ambos legados, de Montserrat Roig. Las teorías y los planteamientos de Maria Aurèlia Capmany, a pesar de la distancia, todavía son totalmente válidos para entender la evolución histórica y la situación actual de la condición de las mujeres, sus identidades o los análisis del sujeto femenino.

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