Empar Moliner

Jordi Galves

Empar Moliner (Barcelona, 1966), fue actriz de teatro y cabaret. Actualmente es una periodista muy popular que trabaja en los servicios informativos de Catalunya Ràdio y colaboradora habitualmente en las páginas de opinión del periódico . Sus crónicas periodísticas -escritas con el mismo estilo corrosivo de sus relatos breves-, se han recopilado recientemente en una antología, y han obtenido un gran éxito entre los lectores y los críticos.

Todo empezó con unos libros. Unos libros gordotes y del color de la sangre que el abuelo de Empar Moliner (Santa Eulàlia de Ronçana, Vallès Oriental, 1966) le regalaba el día de su cumpleaños. A medida que Empar Moliner crecía y afirmaba su personalidad, fue recibiendo cada año un nuevo volumen hasta, al fin, completar todo un estante con la colección del semanario infantil y juvenil En Patufet (1904-1938). En casa de los Moliner nunca hubo mucha ocasión para dispendios ni delicadezas, y, si en estos casos los hijos pequeños suelen heredar las prendas de vestir de los mayores, la escritora, al ser la única chica y la primogénita de seis, se inició en la lectura -de manera casi exclusiva- a través de unos volúmenes de segunda mano procedentes de la lejana época de los padres de sus padres. Fue un lujo insólito y determinante en su formación personal y de mujer de letras. No sólo porque aquella publicación había sido pensada para otros niños y para otro país, durante la época más esplendorosa de la cultura catalana contemporánea -la que se extiende desde finales del movimiento cultural de la Renaixença hasta la derrota del catalanismo político en la guerra civil española. Sobre todo fue determinante porque Moliner sintió una fuerte curiosidad por aquella única y desbordante herencia familiar, miles y miles de páginas para jóvenes y niños que no se parecían en nada a su mundo pero aún menos al de sus padres. El tiempo de sus abuelos, representado por aquellos libros viejos y fascinantes como la sangre, llenos de cuentos, de relatos, de dibujos y chistes, de ocurrencias y de acertijos, de juegos de palabras y de ingenio fueron un primer y determinante aprendizaje. Moliner, como tantos otros, se entusiasmó con la historia tradicional de Patufet -en castellano, Pulgarcito o Garbancito, según la versión-, las aventuras de ese niño diminuto atrapado, como en el mito de Jonás, en una digestión monstruosa. No es una casualidad que la literatura de Moliner esté protagonizada por los conflictos domésticos y familiares, cotidianos y crueles, reiterados y conocidos como la palma de la mano. Como en el mundo de los niños, el hogar es para Moliner el territorio de los miedos salvajes, del canibalismo incestuoso, de las amargas frustraciones, de las tragedias sordas del individuo que se busca a sí mismo frente -precisamente- a los seres amados, los de casa, los del entorno más cercano. Como dicen en el cuento: "¡Patufet! ¿Dónde estás?"

La importancia del semanario En Patufet es clara en Moliner porque, por una parte, vincula su literatura con los grandes cuentos tradicionales europeos y con algunos de sus adaptadores o nuevos narradores, como los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen y también porque, a una edad temprana, le hará conocer figuras de gran categoría de la cultura catalana del primer tercio del siglo XX, como Josep Mª Folch i Torres, Cosme Vidal, Joan Llaverias, Gaietà Cornet, Joan Junceda o Josep Carner. El catalán que utiliza Moliner, actual y vivísimo, enormemente dúctil -audaz incluso- es, naturalmente, una creación intuitiva y personal de la escritora, pero tiene sus raíces en la curiosidad por el catalán de la calle, y al mismo tiempo, de manera inconfundible, su estilo se basa en el catalán literario -el lírico pero también el humorístico- del Patufet, un catalán muy próximo al que utilizaría el grupo literario de Sabadell, el de Joan Oliver o Francesc Trabal. Un catalán y una literatura, en definitiva, muy aferradas a la vida y a su atenta observación -en cierto sentido como ocurre en las Pàgines viscudes[Páginas vividas] de Josep Mª Folch i Torres, heredero de la mejor escuela del costumbrismo, la que proviene de Charles Dickens. Los orígenes literarios de Moliner proceden de la cultura popular en mayúsculas, del mundo menestral de Barcelona, una cultura que también está hecha de los valores que fomentan el esfuerzo, el trabajo y la superación personales, más allá de las carencias familiares, de graves situaciones, de la dureza del entorno. Ágil, nerviosa, con un gran instinto e inteligencia, Empar Moliner bien pronto se hace cargo de ella misma, buscará una dedicación "sin mirar hacia atrás -como afirmó el dibujante satírico Joan Junceda que tiene que ser este trabajo- por miedo a convertirme en estatua de sal, como la mujer de Lot."

La escritora abandonó sus estudios en tercero de bachillerato y, según propia confesión: "A los diecinueve años me uní a un grupo de teatro asambleario y fumeta que tenía su sede en una casa ocupada en el pueblo de Gallecs. Como éramos hippies, nuestra actividad principal era pasearnos desnudos...". Se trata, naturalmente de una verdad a medias. Durante aquellos años la joven Moliner se dedica a trabajar en su formación de una manera tan decidida que recuerda la famosa declaración de la Irina -uno de sus personajes favoritos, con quien tiene notables similitudes y diferencias- de Las tres hermanas de Chejov: "Tengo tanta necesidad de trabajar como de beber agua cuando hace calor. Si no me levanto pronto y empiezo trabajar, retiradme vuestra amistad..." Moliner se independiza poco después e intenta profesionalizarse como actriz de teatro y cabaret -con el visto bueno del poeta Joan Brossa- pero será con el periodismo, primero en los servicios informativos de COM Ràdio y más tarde en las páginas de la edición catalana de El País donde se hará un nombre, una excelente reputación. No tardará en convertirse en una escritora muy popular y se ganará un público fiel como no había ocurrido desde los tiempos de Mercè Rodoreda. En el año 1999 publicó la recopilación de cuentos L' ensenyador de pisos que odiava els mims [El mostrador de pisos que odiaba a los mimos] y en 2000 ganó el premio Josep Pla con la novela Feli, esthéticienne [Feli, esteticién]. Pero con el libro de cuentos T'estimo si he begut [Te quiero si he bebido] (2004) y la recopilación de crónicas periodísticas Busco senyor per amistat i el que sorgeixi [Busco señor para amistad y lo que surja](2005), los dos volúmenes en la prestigiosa editorial Quaderns Crema, de Jaume Vallcorba, Moliner se convertirá en una autora de éxito indiscutible y una de las principales protagonistas de la literatura catalana de hoy. Una protagonista que ha contribuido de manera decisiva al prestigio de la calidad y la creatividad de nuestras letras.

Empar Moliner es sinónimo de entusiasmo, de nervio, de fuerza literaria. La crítica ha señalado su ímpetu, su poderosa personalidad y el ingenio con que sus textos retratan frenéticamente el mundo contemporáneo y sus contradicciones. Su literatura es trepidante, con ritmo, sin concesiones ni tiempos muertos, que retrata con inteligencia la desorganización de la sociedad, entre divertida y angustiada por el absurdo, la falta de sentido y la crueldad que nos administramos a nosotros mismos. Empar Moliner es el mundo moderno en toda su plenitud, con sus contradicciones, inquietudes y ventajas, con toda su complejidad y escasa libertad. En sus escritos no hay distinciones entre narrativa, crónicas periodísticas, artículos de opinión o incluso críticas de programas de televisión, del mismo modo que la vida real no tiene compartimentos estancos ni entenderá nunca de consideraciones teóricas. El mundo literario de Moliner es el vivísimo retrato de nuestra época, atento a las nuevas costumbres impuestas por la publicidad y la moda, por los ambientes y las tipologías humanas procedentes de los modelos de la televisión, de las ruidosas formas musicales, de los tópicos que colonizan nuestras confiadas mentes desde los cómics, los periódicos, los libros más habituales. Un mundo auténtico porque en él conviven las situaciones más cotidianas con las extraordinarias y vulgares: el esnobismo se entrevera con lo chabacano, lo exquisito con lo rudo y el pensamiento más profundo, estructurado y argumentado, el mejor intencionado, queda destruido por la inercia ciega, los instintos más bajos, las caricaturizaciones más groseras.

Rápida, precisa, brillante, sensata, muy divertida y vital, la literatura de Moliner es una resonante revolera que canta alegremente contra los juegos tramposos de las ideologías y de la precariedad emocional, los miedos, las inhibiciones que nos fomentan sin trabas. O viceversa. Ya sea el amor tierno o ingenuo -véase "L'evolució anual de la veu humana"- los celos, los juegos sexuales o la adopción responsable -"Carta al meu fill no biològic"-, ya sean los valores de la vida tradicional -"Els beneficis de la lactància materna"- o las modas bienintencionadas como la de las bondades intrínsecas del diálogo en la pareja -"La interpretació dels somnis"-, el feminismo o la cooperación con los países pobres -"El dia de la dona". En Moliner pervive la sátira hilarante -"La baixa qualitat de la poesia contemporània"- pero siempre al lado de la ternura como marca la buena tradición del costumbrismo, de Robert Robert a los modernos de los años ochenta y noventa -como Sergi Pàmies-, según la fórmula de Josep Pla: "humor, candor".

El humorismo de Moliner retrata con preocupación y seriedad la angustia, la desgracia que se apodera de los seres humanos enfrentados a su propia estupidez y a la estulticia colectiva. Como en la literatura de Quim Monzó -uno de sus grandes maestros- Moliner utiliza a menudo un prisma cínico, ácido, a veces incluso gamberro, que sacude al lector, lo apremia de manera subversiva y lo obliga a ir más allá del humorismo satisfecho de la connivencia con una situación determinada. Más allá la convicción errónea de que la ideología liberará a las personas alienadas. El reto literario de Empar Moliner es el de penetrar en el alma de las cosas, de las personas, el reto de comprender más allá de lo que se ve, el de comportarse más allá de las fórmulas mágicas de la inercia o del tópico. Más allá del mimetismo y de la pereza de pensar y de vivir, su reto es vivir con imaginación la propia vida. Impar Moliner se sitúa delante del espejo que muestra la gran distancia entre lo que somos y lo que decimos ser, entre el discurso y la realidad, entre el tiempo detenido de la reflexión y la escritura y la vertiginosa cultura, que se resiste a ser atrapada, retratada, analizada.

Empar Moliner tiene el don de la vida, el don de la escritura.

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