Xavier Benguerel

Neus Real (Universidad Autónoma de Barcelona)

Desde el punto de vista de la historia literaria, Xavier Benguerel es un autor que da mucho de sí. Perteneciente a la misma generación que Anna Murià, Francesc Trabal, Maria Teresa Vernet, Ernest Martínez Ferrando, Mercè Rodoreda, Pere Calders, etc., su trayectoria y su producción son dos hilos a partir de los cuales, entrelazados o por separado, se puede recorrer el proceso de la cultura catalana durante el siglo XX. Convencido de que el oficio es lo que hace al escritor, Benguerel revisó y reescribió constantemente sus obras, cosa que implica una información de primer orden para analizar y comprender la evolución de ni más ni menos que siete décadas de escritura. Siete décadas en las que hay que tener en cuenta, además, las diversas empresas literario-culturales en que participó el autor y toda la documentación que de esta labor nos ha quedado (que no es precisamente poca).

Aquellas iniciativas, sus vestigios testimoniales, los frutos escritos de las relaciones de Benguerel y los numerosos títulos que integran su obra articulan un conjunto rico y plural, con múltiples posibilidades de aproximación, es obvio, para el investigador. Este conjunto, como es sabido, incluye casi todos los géneros (aunque hablamos fundamentalmente de un narrador): desde la poesía a la crítica literaria, pasando por el cuento, la novela, el teatro, el memorialismo, el ensayo, el periodismo o la traducción (y de nombres tan ilustres como Baudelaire, Poe, Salinger o Valéry, entre muchos otros). Paralelamente, están sus tareas institucionales y editoriales (por ejemplo, en Germanor, en Chile; en el Club dels Novel·listes a partir de enero de 1936 y en la Institució de les Lletres Catalanes durante la guerra, o en las colecciones El Pi de les Tres Branques, en el exilio, y El Club dels Novel·listes, de vuelta en Barcelona). De todo esto tenemos una ingente cantidad de cartas, cruzadas con una lista larguísima de intelectuales, entre los cuales Josep Carner, Salvador Espriu, Josep Ferrater Mora, J.V. Foix, Domènec Guansé, Joan Oliver, Joan Puig i Ferreter, Joan Sales o Joan Triadú (unas cartas que ha leído y estudiado, y en algunos casos clasificado y publicado, Lluís Busquets i Grabulosa, especialista en Benguerel -y de quien es imprescindible consultar Xavier Benguerel, la màscara i el mirall-).

Dentro de la literatura de los años veinte y treinta, Xavier Benguerel presenta un carácter exponencial y unas particularidades simultáneas que ya lo dotan, sólo iniciar su carrera, de una personalidad definida. Pàgines d'un adolescent [Páginas de un adolescente] (1930), con el que en 1929 obtiene el premio de la colección Les Ales Esteses, presenta ya algunos aspectos significativos en este sentido: la relevancia de la narrativa en la obra de Benguerel, su recurrente fondo autobiográfico, el espacio central que ocupa el barrio de Poble Nou y, en último término, un estilo y una manera de hacer que determinan que los textos del autor se singularicen en cada época sin dejar de responder a su contexto ni de entroncar con las corrientes literarias coetáneas. Mediante la historia de Ricard, en este caso, el joven Benguerel se estrenaba con una novela adscrita al psicologismo y al barcelonismo, y escogía un motivo preferente en el doble marco que configuran el interés literario por la sexualidad y el inconsciente, y la voluntad cultural de normalizar y modernizar la literatura (y de resultas la sociedad) catalana. Al mismo tiempo, pasaba todo esto por el cedazo de su propia experiencia, le daba forma con un lirismo nacido de su simultánea condición de poeta y demostraba unas inquietudes sociales bien específicas que nunca lo abandonarían y que poco a poco irían adquiriendo más protagonismo.

La vida d'Olga [La vida de Olga] (1934) y El teu secret [Tu secreto] (1935) representan la continuidad de aquel primer título, aunque se decantaban hacia la temática que la época imponía. Las dos novelas, que mantienen las bases de la aproximación psicológica y la ambientación urbana, enfatizaban sobre todo la cuestión sexual (entendiendo el término en sentido amplio). La obra de 1934 daba preeminencia a la incomunicación amorosa y la concretaba en las dificultades conyugales de Octavi y Olga, dos personajes a partir de los cuales el autor planteaba el tema de los vínculos matrimoniales y extramatrimoniales, con el sexo y la familia como trasfondo, en unos momentos de cambios incipientes, pero importantes, en las relaciones de género (la construcción social del sexo); unos cambios que, entre muchos otros factores, estaban determinando un impulso en la literatura para atraer al público femenino (fundamentalmente, una literatura que tratara todo aquello que interesaba a las mujeres). La obra de 1935 priorizaba el descubrimiento adolescente del mundo y la corporeizaba en la historia de otro joven de Poble Nou nuevamente llamado Ricard, pero arriesgaba bastante más al enfrentarse al tema del incesto (un motivo candente en las letras del periodo). Este título enlazaba directamente con Pàgines d'un adolescent en un claro precedente de Suburbi [Suburbio] (1936, Premi dels Novel·listes), donde tomaría más fuerza la dimensión social.

Estas primeras novelas tan vinculadas al contexto de preguerra (a sus tendencias predominantes, a sus demandas y a sus necesidades) ya contienen el germen de aquello que configura el sello de Benguerel y que explica de una manera u otra todos sus libros, aquello que lo convierte en un autor interesante y moderno, plenamente del siglo XX, y que dota de vigencia su narrativa al principio del siglo XXI: la cuestión de la identidad. La obra del autor despliega una interrogación sobre el yo del hombre contemporáneo desde diversas perspectivas, que van desde las inseguridades de la adolescencia hasta las incertidumbres de la madurez y pasan por muchos estadios de reflexión y materialización sin llegar, por fin, a ninguna conclusión definitiva (no es en absoluto gratuito, en este sentido, que la última novela de Benguerel se titule I tu, qui ets? [¿Y tú quién eres?] y relate la historia de Valentí, otro joven obrero de Poble Nou que se tiene que enfrentar a un futuro bastante difícil desde un pasado y un presente determinados por la realidad social de su barrio, en el periodo de antes de la guerra, sin saber exactamente quién es ni cómo vivir más allá de la estricta reacción ante los acontecimientos que se van produciendo). El dolor, las dudas, las falsas apariencias, los impulsos destructivos, el pecado, la culpa, el desencanto, la incomprensión, las partes oscuras, la resignación, la miseria, pero también el amor, el compañerismo, la fe, la bondad, la esperanza y la luz... las facetas interiores (la complejidad) del ser se muestran a través de personajes que a menudo nacen, crecen y mueren más como pueden que como quieren. Y todas estas facetas derivan, de una manera u otra, en el extrañamiento. Esto se debe a que en las obras de Benguerel, incluso en los años treinta, el yo siempre es, al menos, otro.

Tratando de buscarle un sentido a un mundo, que todo parece indicar que no tiene -al menos, desde la perspectiva de la dignidad y la verdadera solidaridad humanas-, Benguerel se adentra por todos los caminos que se le van presentando en cada etapa. En sus manos, la adolescencia, la primera crisis de la madurez, el amor, el sexo, la realidad social de Poble Nou en las primeras décadas del siglo XX, la historia colectiva (la Semana Trágica, el pistolerismo, la dictadura de Primo de Rivera, la República, la guerra, el exilio...) y cualquier materia objeto de recreación literaria, generan una espiral en cuyo núcleo hay unas mismas preguntas básicas y esenciales: quiénes somos realmente y qué sentido tiene nuestra existencia. En busca de respuestas, o como mínimo, de algunas claves al respeto, Benguerel construye un corpus narrativo partiendo de vivencias directas o indirectas y de diversas posibilidades literarias. Si antes de la guerra recrea un entorno barcelonés perfectamente reconocible amparándose en los reclamos novelísticos de la época, durante la posguerra entronca con cierta perspectiva católica y con el existencialismo para seguir interrogándose sobre el mismo tema desde la ficción imaginativa -sobre todo con El testament [El testamento] (1955), El viatge [El viaje] (1957) y L'intrús [El intruso] (1960)- y desde la novelización de la derrota de 1939, el éxodo republicano (en especial, la vida de los refugiados en los campos de concentración franceses) y las represalias franquistas contra los que se quedaron o volvieron, en Els fugitius [Los fugitivos] (1956), rehecha y ampliada en Els vençuts [Los vencidos] (1969), y 1939 [1939] (1973).

Sin negar los méritos de sus cuentos ni de sus otras novelas (o del resto de su literatura), quizás se puede decir que Els vençuts (una obra ya de plena madurez creativa) simboliza mejor que ningún otro título la aportación de Xavier Benguerel y su manera de trabajar. El volumen, reelaborado en los años sesenta a partir del texto original de los cincuenta, y revisado en 1970 y en 1972, tiene una altísima calidad literaria y una incuestionable significación cultural y, además, permite comprender perfectamente la posición intelectual de su autor. Él mismo explicita las motivaciones en una presentación que remite, con una honestidad sin fisuras, a aquella responsabilidad y a aquel compromiso de qué hablábamos: "en nuestra literatura hacían falta documentos sobre uno de los capítulos probablemente más impresionantes de nuestra historia contemporánea, y [...] yo, por el simple hecho de haber sido protagonista y testigo, estaba llamado a publicarlos, aunque fuera después de tantos años" porque "el origen de estos episodios constituye la parte medular de la historia que todavía nos toca vivir y seguir arrastrando ahora".

Neus Real, texto preparado con motivo del homenaje que la Institució de les Lletres Catalanes dedicó a Benguerel, en su centenario (14/12/2005).

Han dicho...

Benguerel ha sido desde el comienzo un escritor de raza, de gran aliento. Ha escrito [...] en centenares, en miles de cuartillas, lentas historias de almas difíciles, dramas complejos de hombres y familias, vidas y muertes humanas. [...] Benguerel escribía siempre y a pesar de todo [...].

Para un escritor en lengua catalana y dadas las especiales contingencias de su tiempo, nadie me negará que el caso de Xavier Benguerel revela al menos una fidelidad rigurosa, serena, férrea, al destino que libremente aceptaba. Pero eso no es todo. Benguerel es un narrador de un empuje creador sostenido y un estilista, todo a la vez. Reúne el poder y la calidad, y aspira a hermanar el preciosismo de la orfebrería con la grandiosidad de la arquitectura monumental. Ama su lengua desde sus más puras raíces y sabe que el escritor auténtico es un aprendiz eterno de su oficio, que cada día tiene que afinar un poco más el instrumento del que se vale y mejorar la calidad de su trabajo.

Joan Oliver, prólogo en El desaparegut (Barcelona, Selecta, 1955).

Podríamos esquematizar la obra novelística de Benguerel en estos apartados:

En principio, ya desde su primer libro, Pàgines d'un adolescent, le preocupan el mundo personal, el amanecer a la vida adulta. El autor entiende que el hombre es capaz de corromper el amor. Y el hombre carga con su culpa de forma responsable. Ahora bien, el amor lo abre a los otros, esto es, al sexo contrario y complementario -con todas sus problemáticas, a veces requiriendo heroísmo (El teu secret), a veces descubriendo el desengaño (La veritat del foc [La verdad del fuego])-, pero también, en un círculo más amplio, a los vecinos; con todas las circunstancias y problemas, también, de la propia comunidad suburbial (en Suburbi, los dos protagonistas se sienten "culpables para siempre" tras el aborto, pero él será capaz de rehuir el pistolerismo anarquista vengativo, a pesar de haber colaborado en otros trabajos clandestinos). Se diría que a medida que se convierte en adulto, el novelista afronta la realidad de forma proporcionada a la madurez de su reflexión. Recordémoslo: es un adolescente quien, en el juego literario, escribe La família Rouquier [La familia Rouquier], pero, en la novela, la vida y el amor se tratan con los matices que ofrecen unas capacidades adultas; los tímidos, también pueden inflamarse de amor -de nuevo el hombre carga con su culpa- o ser unos asesinos (La màscara [La máscara] / L'home dins el mirall [El hombre en el espejo]); más allá del rencor por la infidelidad de la esposa, puede haber estimación fiel (El testament); más allá del amor humano, un oscuro llamamiento divino o diabólico (El viatge / L'intrús); más allá del amor-engaño, el sacrificio (La vida d'Olga / El pobre senyor Font [El pobre señor Font]).

Sin embargo, este recorrido -quizás por demasiado íntimo o personal- no ha satisfecho la pasión de sinceridad ni la reflexión del novelista y, en el paso siguiente, amplía el círculo: le hace falta una reflexión que inserte la propia historia dentro de la historia de la propia comunidad. Hay que extraer una lección de la peripecia que le ha tocado vivir, la derrota de la guerra. La placidez de los primeros años treinta, con una burguesía que parecía haber dominado la conflictiva situación los años veinte (Gorra de plat [Gorra de plato]), llevó a una guerra (1939), una huida del país de los derrotados (Els vençuts) y un exilio nunca acabado, ni con la repatriación (El llibre del retorn [El libro del retorno]). La crónica está hecha; el friso, dibujado. Lectores y críticos han juzgado su obra como un piadoso alegato contra la injusticia vivida.

Sin embargo, el escritor todavía no se siente satisfecho. Hay que ir más allá, analizar las circunstancias que hicieron posible el derrumbe: retornar a su suburbio, a las luchas clandestinas de su juventud. Con Icària, Icària... [Icaria,Icaria...] se comprometerá hasta el final: las utopías, como las luchas anarquistas juveniles de su barrio, sólo benefician a los poderosos. Si esta obra es más punzante que ninguna otra, es porque conocemos el final del final: los ideales de los que luchan en la calle tras el alzamiento franquista sabemos que acabaron en derrota, en exilio, destruyendo vidas y amores (Appassionata [Appassionata]). Quizás no valían la pena. Ahora, la insignificancia de aquellas vidas, la abdicación ante el destino, resulta evidente. En I tu, qui ets?, ya lo hemos visto, la reflexión se cierra: nada es seguro sino la propia insignificancia. Se impone la humildad del silencio.

Lluís Busquets i Grabulosa, Xavier Benguerel. La màscara i el mirall (Barcelona, PAM, 1995).

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