Quién soy y por qué escribo

Tina Vallès

Me doy cuenta de que me resulta más fácil decir por qué escribo que explicar quién soy. Me ha costado muchos años decir que soy escritora sin tener la sensación de que estoy expresando más un deseo que una realidad –y no es falsa modestia. Por dentro no soy nada modesta, creo en lo que hago, en lo que escribo, pero luego toca defenderlo por fuera, y todo se complica. Si escribo es porque me gusta explicar historias; después vendrán muchos matices, pero todo nace de las ganas de explicar historias.

Ahora ya hace algún tiempo que puedo decir que soy escritora en cualquier contexto, del más solemne al más trivial, y me lo creo. Creo en lo que escribo. Me gusta escribir, no escribiría si no me lo pasara bien haciéndolo, siempre cito a Calders cuando lo digo, que se disculpaba porque no sufría cuando escribía. Yo tampoco he sufrido nunca escribiendo, aunque he sufrido después, he sufrido inseguridad, vulnerabilidad, incertidumbre, miedo al ridículo, y un largo etcétera que supongo que compartimos todos los que creamos, todos los que vivimos creando –iba a decir «todos los que necesitamos crear para vivir», pero me he frenado.

Escribo porque me gusta explicar historias, así que siempre he pensado que había alguien al otro lado. Nunca he escrito para mí. No suelo escribir dietarios. Siempre he escrito para alguien. Lo primero que publiqué fue un blog, en 2002, y me he ido ganando lectores de uno en uno desde entonces. Dieciocho años después, aún escribo para alguien. Tengo en mente un lector activo, que no solo escucha o lee, sino que trabaja conmigo –puede que el verbo trabajar sea exagerado, pero creo que es el más gráfico.

¿Por qué escribo ahora? Porque escribir es aún un reto. Cada nueva historia que necesito contar significa buscar de nuevo cómo y desde dónde quiero escribirla, y esto es lo mejor, esta búsqueda, siempre distinta pero con puntos en común con las búsquedas anteriores, puntos que cada vez domino un poco más, y este dominio me lleva a buscar nuevos retos, a complicarme para que escribir sea una cuesta arriba pero que, encomendada a Calders, siempre subo entusiasmada. Persigo escribir lo que todavía no sé escribir, y busco un lector que quiera acompañarme, que leyendo acabe de escribir conmigo. Cuando encuentro a este lector, que lo encuentro, y a menudo, la felicidad es absoluta.

Así que siempre escribo para alguien. Soy una narradora, esto es lo que soy, pero también pienso que hay trabajo tras cada narración, un andamio de preguntas y respuestas que hace que lo que hago no sea solo narrar, diría que paso más horas pensando lo que escribo que escribiendo, y de esto me he dado cuenta hace poco. Acabo de terminar de escribir una novela infantil a partir de una idea que anoté hace un par de años, una idea que desde entonces me ha ido pasando por la cabeza de forma intermitente hasta he visto que ya había pensado bastante y podía lanzarme a la escritura.

Cuando empiezo a teclear, siento que buena parte del trabajo más complicado está hecho, que es el momento de salir a jugar, a escribir, a pasármelo bien. Escribo porque es lo que más me gusta hacer después de leer, de leer de forma activa, con todos los sentidos en guardia y esperando que quien escribe confíe en mí. Porque yo escribo confiando en un lector que sabe leer más allá de las palabras que dejo escritas en el papel.

Soy alguien que quiere explicar historias a alguien que no se limitará solo a escucharlas. Mis libros no están terminados si no se leen. Si quiero explicar historias, necesito contar con alguien al otro lado. Si tuviera que escribir solo para mí, leería lo que han escrito los demás.

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