Quién soy i por qué escribo

El primer libro que leí fue El tren que va perdre una roda. Nunca he recordado su autor: importan solo las obras? En fin, tambié recuerdo que lo tomé prestado del bibliobús. El señor Granados, maestro de los niños de Santa Eulàlia de Puig-oriol, un pueblo vivo de El Lluçanès, nos animó a sacarnos el carnet de aquella biblioteca sobre ruedas que un buen día paró en la plaza. Fue una suerte muy grande tener al señor Granados. Él nos hacía leer en voz alta fragmentos de clásicos castellanos i aquellas “clases de lectura” despertaron en mí el gusto por las palabras, las imágenes que sugieren y las historias que enhebran las unas con las otras. Supongo que todo esto caía sobre un terreno fértil: un padre siempre dispuesto a explicar historias y una madre que habla una lengua con sabor a fogones de toda la vida. Y todos juntos escuchando las historias que pueden escucharse en una tiendecita y fonda de pueblo. También podemos añadir a moceen Jaume, que hace circular, a finales del franquismo, la revista Cavall Fort entre los niños (los cómics también cuentan). Pero todo esto no sería nada, seguramente, si no hubiera vivido la adolescencia en un pueblo con pocas distracciones. Si hubiese sido de tipo deportista, ya está, pero siendo de los de mirar hacia dentro, enseguida ví que leer era una mina. Una página lleva a otra y ya eres víctima.

Crecí, como lector, en los tiempos en que el mundo editorial catalán traducía a toda máquina. Colecciones míticas como l'Esparver, la MOLC, la MOLU, Clàssics Moderns, MOLU S. XX, A tot Vent, el Cangur, l'Escorpí... obras baratas y asequibles. También era el momento del boom latinoamericano. Tenía vecinos y parientes charlatanes y amantes del relato oral, quizá por esto empecé a relatar yo también las cosas que me pasaban, con detallismo; un día me dijeron que era un parlanchín. Todo esto podría ser una explicación de por qué me hice escritor (si es que me hice). Un día, ayudando a mi padre a cargar leña, escuché en la radio que entrevistaban a un autor de best sellers. Me gustó cómo decía que llenaba las horas, aquel hombre (prefiero no decir su nombre para no tener que avergonzarme).

Enseguida cogí el vicio de comprar libros. Y de leerlos. Fui haciendo descubrimientos. Ciencia-ficción. Pedrolo. Rodoreda. Verne. Pla. Kafka. Cua de palla. Forster. Woolf. Kásperle en el castillo de Altocielo. El Hobbit. El miedo a la libertad. Joc brut. Nido de hidalgos. Los novios. Tiempos difíciles. El hombre invisible. El coronel no tiene quien le escriba. Shogun, que lo regalaban en la Caixa de Catalunya. Muchas familias solo tenían, teníamos, en casa, los libros que regalaban las cajas por Sant Jordi. En mi casa, debo decirlo en defensa de nuestros padres, de vez en cuando, desde que sabíamos leer, nos compraban, a mi y a mis hermanas. La Marona, el Patufet, El urbano Ramón, Història de Catalunya il·lustrada, Los Cinco se ven en apuros, Los hijos del capitán Grant, Heidi, La plaza del Diamante, Pippi Calzaslargas, Pinocho, Grandes Esperanzas, El tren de las 04:50... comprados en Cal Violí de Prats o en la librería Anglada de Vic. O en otros lugares míticos. Sí, sí, así, mezclados, los recuerdo, Zipi y Zape, Historia de dos ciudades, Miguel Strogoff, La llamada de la selva, Asesinado en el Orient Express. Entonces leer era algo muy bestia.

Con el tiempo empiezas a buscar críticas, ensayos, biografías, estudios literarios, suplementos de algún periódico y te vas “estropeando” como lector “inocente” y quizás te vas complicando la vida. Hay referentes que me han durado mucho y otros que no tanto. También hay descubrimientos de última hora y redescubrimientos de pasados los cuarenta. Suposo que leer te lleva a escribir y si tienes una máquina olivetti en casa, te pones a ello. Después mínimamente te gusta. “Ja has llepat” (ya te has encanchado), que dicen en mi pueblo. Buscar la publicación es siempre difícil, pero llega un día que lo consigues: entonces “ja has llepat” definitivamente. Siempre he intentado unir las palabras de la tribo con ideas de todas partes y técnicas experimentales. Praga, Irlanda, París, la América profunda. Vic, Girona, Canet de Mar, todo esto afecta. Y Barcelona. No podría entender el mundo sin Barcelona. Pero soy y seré siempre un chico criado en un pueblo. Pensad que esta historia de mi formación como escritor es verdadera y es también falsa. Quiero decir que podría haber otra que dijera todo lo contrario y seria también verdadera y falsa. La literatura es una mentira que explica una verdad y también una verdad que explica una mentira. Lo sé gracias a los autores a los que admiro. Entre los que ahora me vienen a la cabeza citaría a Virginia Woolf, Josep Pla, Bohumil Hrabal, Pierre Michon, Marc Twain, Faulkner, Calders, García Márquez, Rodoreda, Perucho, Porcel, Capote. Si esto lo hubiera escrito ayer o mañana hubiera puesto a Ruyra, Trabal, Gògol, Proust, Puixkin, Nabokov i Josep Maria de Sagarra. Y a los poetas. Espriu. Sunyol. Salvat. La M. Mercè Marçal. Casasses. Vinyoli. March. Estellés. Oliver. I em deixava Balzac. Monzó. Sales. Verdaguer. Ibarz. Irving. Roth. Carver. Dickens. Joyce. Sebald. Flannery O'connor... Cito autores cuando tendría que citar obras. Me contradigo. No debería hacer listas. Me olvido de libros muy importantes, seguro. Por ejemplo, Menos que cero, de Bret Easton Ellis, que fue un choque en su momento (pero no he leído nunca más nada de este autor). Pienso que escribir es, sobretodo, culpa de leer.

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