Han dicho...

Alaior, 1956. Poeta, narrador, crítico literario y traductor

Pons vive la literatura como una pasión obsesiva, lúcida y devoradora. Define su poesía como clásica en el ritmo, moderna en la expresión y contundente en el contenido. Es decir, primero Ponç Pons suele escribir poemas siguiendo una métrica, un ritmo que al ser leídos armonizan bien en el oído. En segundo lugar utiliza una lengua literaria que, a pesar de seguir el registro culto adecuado, refleja el habla menorquina actual. Y para finalizar, no concibe la poesía como un simple juego retórico o formal, sino que el poema siempre debe decir alguna cosa, y que aquello que se quiere comunicar ha de hacerse con fuerza.

[...] Por una parte, las fuentes variadas y heterogéneas de la inspiración -o del "pretexto" (pre-texto), como se proponem llamarlo más acertadamente- y, por otra, la aplicación de esa variedad en recetas estilísticas igualmente diversas. En efecto, casi no hay un solo poema en que no podamos ver la tradición de la que Ponç Pons se reclama: Vladimir Holan, Franz Kafka, Graciliano Ramos, Montale, Pessoa, T.S. Eliot, Walter Benjamin, W.C. Williams, Nerval, Marcel Proust, Wittgenstein, Matsuo Basho, Seamus Heaney, Ramon Llull ...; una tradición que es la del digest de Ezra Pound puesto al día gracias a la cultura y a las lecturas de un hombre contemporáneo. Contemporáneo porque el poeta escribe para sus iguales, para ese anónimo público que representa, sobre todo, él mismo. Y esta suma de entelequias lectoras individuales hace, justamente, que el mundo moderno sea tal como él lo entiende: una babel de intereses múltiples y dispares ante el hecho de la cultura, y un global village de afinidades humanas, un mosaico que, cuanto más crece y mayor es, y cuanto más pequeñas e insignificantes son las piezas que lo integran, más homogéneo es desde una perspectiva suficientemente lejana. (...) Esta gran antología de la literatura que Ponç Pons nos propone tiene, también como era de esperar, todas las formas posibles: la exposición narrativa de un cuento centroeuropeo ambientado en Menorca ("Milésima"); la delicada acuarela oriental ("Les petjades escrites"); la enumeración mayosesentaiochera ("Divagavari");el diálogo en cuartetos rimados dedicado a "Bernat Huguet, poeta menorquí del segle XVIII..." ; los epigramas ("De Gravitate Mundi") ... He aquí, por tanto, una recopilación que alcanza su tono y color, su gama precisa, gracias a la variedad de voces que han quedado aunadas. La suma de los adoquines ha hecho posible la existencia de un camino para llegar hasta aquí -hasta donde acaba el sendero. [...]

Francesc Parcerisas, prólogo a Ponç Pons, On s'acaba el sender (Barcelona, Edicions 62, 1995)

[...] En el caso de Ponç Pons, un escritor abierto a la trascendencia, con una obra de un perceptible contenido espiritual, se produce una fructífera combinación de un conocimiento vastísimo del mundo cultural que caracteriza la modernidad europea y la identificación plena con el territorio de su isla. En su obra encontramos la presencia familiar de Gauguin o de Van Gogh, y la de Eliot, Pound, Rilke, Pessoa, Montale y tantos otros. Ponç Pons, aunque elude la calificación de erudito y se reconoce, más bien, como hombre de letras, habita de una manera apasionada un rico mundo literario que recorre sus libros y que los dota de numerosos referentes. Ahora bien, la obra de Ponç Pons no es un simple inventario, un cajón donde el tiempo y las inquietudes literarias han ido guardando los libros leídos. Ponç Pons es un autor imaginativo y de una gran potencia creativa, que está construyendo con acierto una intensa y diáfana voz personal.

[...] Encontramos estos versos: "Tengo los ojos tan gastados de vivir en las hojas de otros / tengo el corazón tan cansado de vivir vidas de otros, / que ahora cojo mi boli y pruebo a escribir unos versos / que salven este día a punto ya de expirar". En una ocasión Ponç Pons dijo: "escribo para mí o para un lector invisible que tiene las facciones mezcladas de todos los autores que amo". Esta reflexión me lleva a recordar unas palabras de Blai Bonet en el prólogo de su libro Cant de l'arc (1979): "si tuviera que escribir un libro que fuera la descripción y la expresión del ser humano instalado en mí, el título posiblemente sería: La Casa en obres (...) Yo me dejo hacer. Dejo que me hagan. Me alegra ver y oír que me instruyen (...). Dejarse construir; he ahí lo que es la trascendencia".

[...] Una de las cualidades más significativas del trabajo literario de Ponç Pons es la exigencia con que emprende su relación con el lenguaje, tanto si se trata de recurrir una expresión coloquial o popular, como si el propósito es la recreación de la lengua poética de un autor antiguo o, más a menudo, al escribir un poema intimista.

Carles Duarte i Montserrat, "Ponç Pons: Una illa de paraules", parlamento de presentación deEstigma (Barcelona, 1995)

Lo que llamamos principio es a menudo el final / Y llegar al final es empezar. / El fin es de donde partimos.
T.S. Eliot

Con la aparición de El salobre, Ponç Pons cierra no sólo un ciclo poético formado por sus tres últimos libros sino toda una época de su producción. Pero, además de cerrar una trilogía y una etapa, El salobre también abre nuevos horizontes y perspectivas a la obra de Pons. En definitiva, El salobre es un libro "bisagra" que sirve para vincular el pasado, el presente y el futuro del proyecto literario del poeta.

La ya extensa obra lírica de Pons se puede distribuir claramente en tres periodos. Un primero entre 1978 y 1988, durante el cual se produce la formación del poeta, la confirmación de su vocación, la consolidación de su voz (después de tentativas muy diversas) y la publicación de sus primeras obras con ambición (Al marge [Al margen], 1983, y Lira de Bova, 1987), El segundo periodo va desde 1989 a 1997 y ahí es donde tenemos que situar el compromiso vital que el autor establece con la poesía y con su propia obra, y la consecución de una impresionante madurez como artista literario a partir de la recopilación Desert encès [Desierto encendido], 1989. A lo largo de esta segunda época, Ponç Pons ha rendido un apasionado y dilatado homenaje a la misma literatura y, muy en particular, a todos los escritores que han sido decisivos en su formación.

Muchas veces este homenaje ha tomado la forma de citas asimiladas, citas incrustadas, imitaciones, variaciones, monólogos dramáticos, etc. En este sentido, habría que inscribir las últimas recopilaciones de Ponç Pons en la tradición de poetas modernos, desde Browning y Whitman a Eliot y Pessoa, que ha fragmentado o dinamitado el yo lírico de la tradición occidental.

El epicentro del segundo periodo de la producción de Pons es la trilogía integrada por On s'acaba el sender [Donde se acaba el sendero], 1995, Estigma, 1995, y ahora, El salobre, 1997. Dentro del conjunto de la obra de Pons, El salobre tiene la función de cerrar esta época de "homenajes" e inaugurar una nueva época, la tercera, que se caracterizará por el progresivo abandono del culturalismo poético anterior y la emergencia de una voz más desnuda, más auténtica y más penetrante, que se alimenta más de la vida moral del poeta que de la literatura.

D. Sam Abrams, prólogo a Ponç Pons, El salobre (Barcelona, Proa, 1997)

[...] Cualquiera de estos textos [obra narrativa] atestigua la fluidez de la prosa de Ponç Pons. Una prosa personal, ambiciosa, y que encuentra en cada momento la palabra justa para seducir el lector. No en balde algunos títulos han sido acogidos con entusiasmo por los estudiantes de colegios e institutos, y celebrados por la crítica.

[...] Desde los diez años, cuando se entregó a la aventura de leer y de escribir, por necesidad biológica y por ampliar horizontes, Ponç Pons no ha cesado de viajar por el universo exuberante y ubérrimo de los grandes escritores de todas las culturas y épocas. Desde entonces, "Siempre duermo con papeles y un lápiz cerca de la cama". Pero no todo el mundo puede recorrer la distancia que hay entre la belleza y nuestros ojos sin caerse en el abismo del vértigo o de la impotencia. Sobre todo cuando esta belleza nos ha sido revelada de la mano de los elegidos. Se tiene que ser un inconsciente o tener una naturaleza incombustible para no dejarse vencer por el resplandor que irradian los versos de los grandes líricos. Se tiene que ser eso, o no se tiene que haber perdido aquella pureza iniciática de cuando Ponç Pons todavía llevaba calzones cortos y subía a las buhardillas de su casa para ser Miguel de Cervantes y escribir con una vieja pluma, a la luz de una candela. Desde que una noche en que volvía de jugar y, desde la calle, a través de los cristales de una casa acomodada, contempló una escena aparecida en una de las primeras pantallas de televisión que hubo en su pueblo, tuvo claro que dedicaría su vida a las palabras. A pesar de que , a ratos, le pasara lo mismo que dice que le ocurría a Marcel Proust, en Por el camino de Swan. "Y no tengo nada pensado pero quiero escribir", según uno los poemas de Al marge. En aquellos momentos, Pons tenía conciencia de cierta inmadurez. Pero esta realidad, en vez de desanimarlo, le servía de estímulo [...]

Precisamente si Ponç Pons es una de las mejores voces poéticas del momento, no debe ser tanto por su calidad de lector contumaz y devoto de textos magistrales, como por haber sabido mantener impoluta el agua clara de sus primeros paraísos de la infancia. [...]

Toni Vidal Ferrando, "Els mots d' álgebra i llum de Ponç Pons", parlamento de presentación de El salobre (Barcelona, 27/05/97)

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