Narcís Comadira

(Nou diccionari 62 de la literatura catalana)

Girona, 1942. Poeta, pintor, dramaturgo, traductor, publicista y gran aficionado a la música

Narcís Comadira estudió Humanidades y Filosofía en el seminario de su ciudad y en el monasterio de Montserrat, y posteriormente inició estudios de Arquitectura y de Filología Románica y terminó por licenciarse en Historia del Arte. De 1971 a 1973 fue lector en la Universidad de Londres. Además de su labor como poeta y pintor, ha ejercido otras disciplinas, como la dramaturgia, la traducción, el artículo periodístico, la crítica literaria, el estudio de la historia del arte, la arquitectura y la publicidad. Algunas de sus colaboraciones en el "Quadern" del Periódico se han reunido en el libro (Sin escudo) (1998).

Artista polifacético, estudió en el seminario de Girona, en el monasterio de Montserrat y en las facultades de Arquitectura y de Filosofía y Letras de Barcelona.

Publicó sus primeros escarceos poéticos (La febre freda [La fiebre fría], Papers privats [Papeles privados]) en la década de los sesenta. Bajo el título La llibertat i el terror. Poesia 1970-1980 [La libertad y el terror. Poesía 1970-1980] (1981) agrupó los siete libros escritos en esos diez años: Amich de plor... [Amigo de llanto...] (1970), El verd jardí [El verde jardín] (1972), Les ciutats [Las ciudades] (1976), Un passeig pels bulevards ardents [Un paseo por los bulevares ardientes] (1974), Desdesig [Desdeseo] (1976), Terra natal [Tierra natal] (1978), Àlbum de família [Álbum de familia] (1980). En ellos trata algunos de los temas constantes de su poesía: la decadencia de un ideal de país (la Cataluña novecentista) convertida en metáfora de la pérdida humana en general (en casi todos los poemas de Terra natal y en otros textos dedicados a Girona, por ejemplo); los autorretratos, en los que, jugando con el nombre-mito de Narcís [Narciso], Comadira contrapone el sujeto a la moral social y familiar (sobre todo en Àlbum de família, donde el punto de partida son unas fotografías de familia, pero también en Amich de plor...); el paso del tiempo (las estaciones, los meses, en "Meditació de novembre" de El verd jardí) y la nostalgia (sobre todo en El verd jardí o en el poema "Roma" de Les ciutats); la relación complementaria entre la vida y la muerte (la muerte alimenta la vida, como en "Serra de cavalls" o en "Iris blaus" de Terra natal); el papel del arte en la vida individual y colectiva; la relación muerte/arte (el poema-poética "Les ciutats") y el horror de la belleza en relación al amor ("Desdesig") y el arte.

Con Enigma [Enigma] (1985), su gran sinfonía, Comadira da un salto de calidad que lo lleva a escribir un libro de fuerte tensión metafísica. En quarantena [En cuarentena] (1990) es una sonata densa y amarga estructurada en dos partes, la primera formada por 26 poesías dispersas, a menudo muy cortas, y la segunda, por el poema largo "Quarantena", que da sentido al libro y condensa todas las dudas sobre el espacio vital (Cataluña, Girona), el tiempo, los amores, el sexo, la carne y la belleza física, las palabras, Dios, la poesía. En Usdefruit [Usufructo] (1995), serie de impromptus de enigmática densidad y de una libertad sintáctica y musical parecida a la de la primera parte de En quarantena, recurre al recuerdo de algunos momentos comunes a todos los hombres.

En cuanto al teatro, debemos señalar Neva: un te [Nieva: un té] (1992), La vida perdurable: un dinar [La vida perdurable: una cena] (1992), L'hora dels adéus [La hora de los adioses] (1996), sacadas prácticamente del universo de Àlbum de família, y El día dels morts. Un oratori per a Josep Pla [El día de los muertos. Un oratorio para Josep Pla] (1997). Los textos en prosa reflejan también sus múltiples intereses intelectuales: Girona. Matèria i memòria [Gerona: materia y memoria] (1992) y Girona. Retrat sentimental d'una ciutat [Gerona. Retrato sentimental de una ciudad] (1998), en los que insiste en el tema de la ciudad natal, tan primordial en su poesía; el libro de cocina Fórmules magistrals [Fórmulas magistrales] (1997); Sense escut [Sin escudo] (1998), recopilación de artículos bastante polémicos y muy lúcidos, y Guia de l'arquitectura dels segles XIX i XX [Guía de arquitectura de los siglos XIX y XX] (1978) y Rafael Masó, arquitecte noucentista [Rafael Masó, arquitecto novecentista] (1996).

Como traductor, merecen ser destacadas sus versiones de autores como Auden, Pavese, Bassani, Leopardi, Lowell y Montale o una antología de la poesía italiana, entre otras, que dan fe de su extraordinaria capacidad.


El artista que firma Narcís Comadira

Jaume Subirana

Este tiempo de teléfonos móviles para no decirse nada y de grandes alianzas bancarias para despedir a la gente aduciendo que es para mejor no parece muy buen paisaje de fondo para las utopías. Tiempo de utopías fue, por ejemplo, el Renacimiento, y fue en ese momento (después de Grecia, claro está) cuando hemos aprendido que el individuo se concedió las más ambiciosas fronteras: en él ser artista quería decir ser músico y pintor y poeta, y haber leído de forma crítica a los padres de la Iglesia, y saber geometría, y poder recitar los clásicos, todo al mismo tiempo.

Narcís Comadira nació en Girona en 1942, pasó por el seminario y por Montserrat, inició estudios de Arquitectura, se licenció en Historia del Arte, fue a Londres a enseñar y ha acabado viviendo en una empinada calle de Barcelona... Pero, por diversas razones, uno puede tener la impresión de que al venir al mundo se equivocó de lugar y, sobre todo, de siglo: pintor y poeta y dramaturgo y viajero y gastrónomo, pinta objetos con el alma suspendida de un Morandi, compone versos con el oído y la destreza de un trovador occitano, escribe obras de teatro burgués inteligente, y prueba los platos y mira los lugares con un paladar y unos ojos maliciosos, pero a la par mucho más afectuosos que los de Pla. Ya me dirán ustedes, entonces, si no andaba equivocado yendo a parar a este país del románico y a este tiempo de los parques temáticos. Pero el caso es que, en este equivocarse, a lo largo de este ya largo errar, Narcís Comadira ha escrito y ha publicado una docena de libros de versos que lo han convertido en uno de los nombres indiscutibles en todas las quinielas sobre la mejor poesía catalana actual: del primer La febre freda [La fiebre fría] (1966) al último Usdefruit [Usufructo] (1995), pasando por Enigma [Enigma] (1985) y En quarantena [En cuarentena] (1990), dos títulos de referencia que han acumulado varios premios, y pasando también por una primera recopilación de toda su obra (La llibertat i el terror [La libertad y el terror], 1981) y una antología (Somni i runa [Sueño y ruina], 1992), a cargo de Rossend Arqués. En este errar ha traducido mucho, sobre todo del italiano y sobre todo poesía (algunos esperamos desde hace tiempo su prometida versión de los Cantos de Leopardi). En este errar escribió un magnífico texto sobre su ciudad natal: Girona. Matèria i memòria [Gerona: materia y memoria] (1989). Y en este errar se puso relativamente tarde a escribir teatro y resultó que La vida perdurable [La vida perdurable] (1992) recibió un premio de la crítica al mejor texto de la temporada.

Comadira, que alguna vez se ha definido como un perezoso, va construyendo, sin mucho alboroto público pero sin pausa, una obra compleja y coherente, donde con el paso de los años se ve con más claridad cómo los diversos ámbitos de trabajo se articulan y se enriquecen. Si su poesía impresiona al mirarla en su conjunto por su continuado proceso de depuración y enriquecimiento, resulta que las traducciones de las antologías de poesía italiana para la MOLU o de unos antiguos himnos cristianos en latín resuenan magníficamente en sus versos coetáneos, y que su obra pictórica de los últimos años reclama una exposición bastante representativa para mostrar hasta qué punto, lejos de ser la afición de un diletante, comparte con los versos del artista la fuerza de los contrastes y la belleza del equilibrio mental de una utopía mediterránea iluminada con colores básicos, así como resulta que la recopilación de algunos de los artículos con los que colabora en diversos medios de comunicación se ha convertido en uno de los libros de ensayo más sugestivos de los últimos años sobre la cultura catalana y lo que podemos llegar a ser como país bajo el título de Sense escut [Sin escudo] (1998). No debe ser una casualidad que este libro tan discretamente traspasado a la vida mortecina de las bibliografías empiece precisamente bajo el primero de los arcos de la logia dei Lanzi, en Florencia, evocando las sombras de Miguel Ángel y Cellini. Ya lo he adelantado antes: yo veo a Narcís Comadira más como un caballero del Renacimiento que como un "poeta catalán", esta etiqueta entrañable con tanto pedigrí y tan poco valor de cambio.

En la "Nota del autor" de La llibertat i el terror [La libertad y el terror], un texto citado en repetidas ocasiones por su significación, Comadira dejó escrito: "Lo único que me importa es la vida y una cierta vida difícil de obtener, y cada día más. La felicidad que se desprende de la identidad de uno consigo mismo y con esta vida es lo único que busco". Y unas líneas más adelante añadía: "Entre la libertad y el terror corre mi poesía, casi siempre ayudada por la inspiración o por el encargo. Casi nunca por la decisión de la voluntad". Han pasado los años, y el paso por el risco que separa (o que une, según cómo se mire) la libertad y el terror se ha ido alargando: la frágil, la pequeña felicidad posible, el tan humano escalofrío por lo sentido, el espejismo de las ciudades, la maraña de los afectos están (como estaban) en estos poemas inéditos que Comadira nos avanza: los versos conservan la nitidez de ese enunciado antiguo, pero incorporan -como ha ido haciendo en los últimos libros- un algo de la voluntad que los densifica y los afina, todo al mismo tiempo. El escritor se vuelve artista, y camina hacia atrás por los campos del tiempo.

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