Han dicho...

Barcelona, 1953. Poeta y narrador



¿Podríamos distinguir entre prosa y poesía en Palol? Sí podríamos en un sentido descriptivo, pero no tanto si observamos dos aspectos fundamentales de su mundo literario. En primer lugar, El sol i la mort [El sol y la muerte] plantea formalmente la investigación de una poética que me atrevería a llamar del sintagma. Quiero decir que la preocupación de la construcción del verso no se centra tanto en la distribución silábica como en la disposición de los sintagmas de las frases. De esta manera, Palol compone periodos largos que a menudo acaban colocando las oraciones en el límite de su sentido como estructura o, en otras ocasiones, se diluyen ante lo infinito del significado, como si se hubieran asomado a un abismo misterioso y profundo.

La operación es inteligente porque busca nuevas vías expresivas a partir de la tradición de la poesía, es decir, busca una armonía silábica que hay que construir. Palol traslada el concepto clásico de "pauta" en el espacio silábico al de "tiempo silábico" y, por esta razón, el sintagma cobra un papel fundamental. [...] El resultado es un verso con tendencia a la amplitud y al encabalgamiento. El poeta ha experimentado esta prolongada extensión sintáctica en sus grandes proyectos narrativos de los últimos años. De esta manera, podemos concluir que su paso por la prosa ha sido fundamental para adquirir una práctica en la dirección que apuntamos. La distinción entre prosa y poesía desaparece, pues, y el concepto de ritmo en la prosa y ritmo en el verso tiene un denominador común: el juego sintagmático.

En segundo lugar, y desde un punto de vista temático, también encontramos varias implicaciones entre la experiencia narrativa de este periodo y los nuevos poemarios. En El sol i la mort, la visión del mundo que se presenta se complementa en muchos aspectos con El jardí dels set crepuscles [El jardín de los siete crepúsculos] e Igur Neblí [Igur Neblí]. Y es que en cierta medida uno de los méritos de Palol es el de haber comprendido vital, intelectual y creativamente la posmodernidad. [...]



El libro (Les concessions [Las concesiones]), el más negro de Palol, comparable en su trayectoria con la novela de Baltasar Porcel Lola i els peixos morts por lo que ésta también tiene de visión abatida y claustrofóbica del individuo, significa un giro en su carrera literaria. Si antes estábamos ante una poética compleja, en diversos escenarios, con juego, filosofía, esoterismo, erudición, política o sexo, ahora nos encontramos con una narrativa de la cotidianidad, situada en el barrio de Gràcia. Y no se engañe el ingenuo lector por la contracubierta: el autor no hace un retrato ni bondadoso ni satisfecho del hombre. Con respecto al formato, si antes primaba la esencia de un escritor proteico, ahora tiende a la síntesis. [...]

La novela, eminentemente dialogada, y muy bien dialogada, no pertenece a la "línea clara" de la literatura catalana. [...] Palol, aun ahora, se embriaga con los procedimientos de su poderosísimo vigor narrativo.


Desde cierto escepticismo vital, el autor a veces se expresa [en Els proverbis (Los proverbios)] desde los márgenes de la paradoja, lleva al límite un cultivado cinismo que pretende alejar al lector de todo conformismo sobre las verdades o tópicos reconocidos. Estos proverbios oscilan entre el aforismo y el pensamiento, en el sentido leopardiano del término y de la tradición francesa, para reunir ideas sobre la moral, la política y el arte en un maridaje de herencia preferentemente romántica.

[...] Palol parte de la idea de que todo escrito es un acto. El compromiso, por tanto, no viene determinado por una ideología u otra, sino por la conciencia de que el texto mismo ya impone un tipo de militancia, la escritura intelectual o escritura de ideas.

Tanto en el arte como en los principios morales, Palol opta por combatir la óptica reductora de los espíritus que aceptan los tópicos sin cuestionar las ideas ni hacer el esfuerzo que haría falta para adoptarlas. Ataca frontalmente las formas civilizadoras sin contenido y eso justifica su insobornable actitud.


En una conferencia titulada El punt de vista com a traça del territori, Palol recurría a un artículo de Susan Sontag que distinguía entre los narradores que basaban su literatura en la introspección psicológica para averiguar las motivaciones y los conflictos de los personajes, y los narradores que operaban con un sistema antipsicológico y desde el desprecio de los caracteres de los personajes, escondiendo enigmáticamente su orden y su significado. Los primeros utilizarían el análisis elocuente como herramienta narrativa, mientras que los segundos serian partidarios de la imagen silenciosa que requiere la participación activa del lector.

Miquel de Palol, evidentemente, milita en la última posición desde El jardí dels set crepuscles y, en esta segunda serie novelística, Exercicis sobre el punt de vista -donde parece reducirse la verbosidad, la exploración estilística y la complejidad de la forma en favor de la ligereza y la velocidad narrativa-, y de la que Gallifa es la tercera entrega, se insiste en este modo de entender la práctica literaria. [...] Miquel de Palol opta por las imágenes transparentes y mudas, por la sucesión de episodios claros pero que, uno tras otro, crean una sensación de misterio irresoluble porque, al fin y al cabo, lo que hace es silenciar los elementos significativos, omitir el centro de la historia y mostrar tan sólo la punta del iceberg para originar el grado de atención necesaria. [...] Gallifa es un texto que intriga y que, dentro de su aparente simplicidad, con su prosa rápida y descuidada -como si el hecho de la escritura representara una molestia para el autor, más centrado en configurar laberintos inexpugnables que en la consecución de un ritmo equilibrado-, consigue interesar mientras maltrata al lector con su inmediata opacidad.


Según Raymond Queneau, toda la narrativa occidental podría resumirse en dos modelos: la Ilíada y la Odisea. Esta división se demuestra útil al abordar la obra de Palol, quien, desde sus primeras novelas, El jardí dels set crepuscles e Igur Neblí, respeta esta línea de demarcación atribuyendo el peso de la historia, por un lado, a las estrategias de una colectividad y, por el otro, a la acción de un individuo con la función de héroe o antihéroe.

En esa obra monumental que es El Troiacord, el autor une estos dos ciclos y los conjuga según las reglas del "juego de la fragmentación". A pesar del complemento de especificación, el juego en el que participan los personajes consiste en la reordenación de un universo disgregado y caótico mediante la construcción de un sistema elástico y cambiante, que se adapta a los cambios en las reglas. En la base de esta estructura está la cohesión -arbitraria y móvil, pero también con unas raíces extirpables- que generan las relaciones personales, siguiendo el modelo fundacional de las cadenas sexuales. Y aquí adelanto dos consideraciones. La primera es que Palol parece hacer suyas las reflexiones que se encuentran en las Investigaciones filosóficas sobre los juegos lingüísticos, obra en la que Wittgenstein se pregunta hasta dónde llega y dónde acaba el concepto de juego, y cuáles son sus límites. [...]

No en vano, Palol suele reivindicar, tanto en la literatura como todavía más en la pintura o en la música, el arte barroco, el ubi consistam, del que extrae la idea de una constante investigación matemática del orden de las cosas. De aquí procede la tendencia del novelista catalán a llenar cada texto de personajes, escenas y acciones hasta convertirlo en un theatrum mundi, representación viva y eternamente codificada de la existencia.

La segunda consideración radica en la sexualidad como principio gnoseológico. Palol es un pornógrafo y no tiene sentido aferrarnos a unos adjetivos que moderen esta definición; con todo, hay que aclarar que, en su obra, el sexo siempre es una fórmula de conocimiento que explica y modifica las relaciones de poder.

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