Quién soy y por qué escribo

Martí Domínguez

En realidad, todo —o casi todo— forma parte de mi actividad literaria. Mi interés por la biología, por la historia del arte, mi vocación periodística, mi dedicación a la novela, todo, de alguna manera, se entrelaza, y de las diferentes interconexiones voy sacando un rédito escrito. No hay "material" vivido que, de alguna forma, no se "materialice": el escritor tiene algo de chatarrero, va creando un collage, de las experiencias vividas aquí y allá.

En estos momentos, estoy terminando la tercera novela de la trilogía dedicada a la Ilustración (precedida por las novelas dedicadas a Buffon y Goethe) y que narra los últimos años de uno de los escritores más significativos del Siglo de las Luces. Me interesa especialmente el hombre, el hombre indeciso y contradictorio, pero también el escritor desterrado y perseguido, incluso una vez muerto. Esta implacable persecución que sufren los librepensadores (que tan bien entendemos los valencianos) en un mundo caracterizado por las tinieblas y la superstición. Es una novela que busca profundizar en el exilio del intelectual, en la feroz batalla diaria del outsider, del idealista. A la vez, también estoy trabajando en una próxima novela, de características diferentes, centrada en la ciudad de Valencia y mi tiempo.

En el campo ensayístico, me atrae particularmente la naturaleza y su relación con el hombre. Mis artículos en el semanario El Temps (recogidos en dos libros, Peiximinuti [Peiximinuti] y Bestiari [Bestiario]), buscan fijar esas relaciones. Y vienen a ser como glosarios de la naturaleza, salpimentados de percepciones literarias, descubrimientos científicos, matizaciones artísticas. En este último sentido, me interesa de manera muy especial la relación que se establece entre el arte y la ciencia, particularmente en el periodo del Renacimiento. Este terreno lo he cultivado con una serie de artículos que, en un futuro próximo, querría ampliar y publicar en forma de libro. Pero detrás hay, más que una motivación investigadora, una pura pretensión narradora. Lo que me apasiona es el acto, el fenómeno de escribir, y de comunicar una forma de entender la vida. Es esta pulsión -esta compulsión- la que me incita a escribir y, también, a vivir.


Han dicho...

Las novelas de Martí Domínguez han creado un nuevo espacio en la literatura catalana. Puede ser interesante, en este sentido, comparar Les confidències del comte de Buffon [Las confidencias del conde de Bufón] con El camí de Vincennes de Antoni Marí, que relata el encuentro entre Rousseau y Diderot, o con L'Atles furtiu de Alfred Bosch, construida a partir de la figura de Abraham Cresques, el autor de El atlas catalán. En Les confidències del comte de Buffon, Martí Domínguez desarrolla las tensiones entre diferentes personalidades y escuelas científicas, pero el centro del relato no son las ideas sino los personajes. Usa un estilo expositivo, presenta las diferentes teorías literalmente, matizándolas con las opiniones del narrador que repasa su vida. Como la novela histórica de tema científico, articula muchas informaciones y noticias de la época, y compone escenas que hacen revivir el momento, desviando la atención hacia la vida cotidiana. Pocas veces se ha hecho con más naturalidad y rigor. Los hechos históricos, presentados con toda modestia, resultan más atractivos que los grandes discursos y las fantasías de la imaginación. Desde este punto de vista, las novelas de Martí Domínguez se pueden leer como un manifiesto literario a contracorriente. El protagonista de Les històries naturals de Joan Perucho es un científico que busca la seguridad en el orden racional del mundo, y que, a través del contacto con lo sobrenatural, descubre la poesía. Buffon, Tischbein y Goethe son personajes vitales, apasionados, que encuentran en la observación y el estudio el camino que les permite situarse en el mundo y realizarse como hombres. Buffon descubre su humanidad en el trabajo disciplinado y paciente, es la personalidad más cumplida, un héroe de un tipo nuevo que basa su grandeza en la mesura. Tischbein introduce un elemento de desequilibrio, el miedo ante el futuro y las dudas sobre la propia capacidad, mientras que Goethe aparece como una creación del pintor atrapado por su contingencia. ¿La tercera parte de la trilogía profundizará en este desequilibrio para abocarnos de pleno a los tiempos modernos?

Yo me imagino a Martí Domínguez como uno de los exploradores que describe en sus novelas, como aquel Maupertuis que volvió de su viaje al Polo Norte vestido de lapón o como La Condamine, que, después de un itinerario por el Mediterráneo apareció en París disfrazado de turco. Les confidències del comte Buffon y El secret de Goethe [El secreto de Goethe] son historias de transformación, fruto de un viaje por la Historia, en busca de esa plena posesión del tema que Buffon, en su Discurso sobre el estilo consideraba uno de los requisitos fundamentales del "bien escribir". Pero también una búsqueda del placer y del gusto por la anécdota que son la razón de ser de la ficción.


El articulismo de Martí Domínguez (en especial el que ha recogido en sus libros) parte casi siempre de la naturaleza, y pone en juego su dominio de la zoología y la botánica. Adoptando este criterio, y manteniéndolo, se podría temer que cayera en el peligro de la monotonía propia de la divulgación más lisa y llana. En absoluto: Domínguez no se limita a ser un experto con buena prosa; también es un paisajista dotado de recursos singulares y un preciso auscultador de las emociones que puede suscitar la contemplación de la vida ajena, à plein air, en el espíritu humano. En este sentido puede rivalizar con los mejores maestros descriptivos de la literatura catalana y componer, en cuatro pinceladas, pequeñas joyas verbales de una plasticidad deslumbrante. El autor lo sabe y se recrea, con un punto de coquetería festiva, en artículos perfectos como "El vol dels ocells", que es a la vez un homenaje y un ejemplo de este arte de fijar en palabras la belleza efímera y conmovedora de la vida. Es un placer reconocer la fragancia de las flores, los mil matices del vuelo y la música de los pájaros, el movimiento inquieto de los peces, el silbido del viento entre las cañas o el baile de las amapolas en estas páginas, que constituyen un testimonio enamorado y alegre, un gran acto de celebración de la belleza y la gloriosa variedad del mundo que nos rodea.

Creo que los ensayos de Martí Domínguez son, en conjunto, una constante celebración de la belleza del mundo natural y de las obras del espíritu humano, y un recordatorio de que unas y otras pueden armonizar, en el placer del arte y de la investigación científica. Por otro lado, no rehúye encararse -si bien de una manera generalmente oblicua- con los temas del presente, sea la violencia territorial o la absurda destrucción de nuestro patrimonio. A lo largo de estos artículos salta a la vista el amor de su autor por Valencia, que ha recorrido de punta a punta y que conoce de una manera minuciosa. Muchos textos están empapados de tristeza por la destrucción acelerada de tantos paisajes bellos, de tantos lugares antes llenos de vida, que hemos tenido que sufrir, impotentes, en estos años. Esta desolación da una intensidad sucinta y conmovedora al texto de "Vora el barranc dels Algadins".

A menudo, sus insinuaciones tienen una profundidad que la ironía del autor no desactiva del todo. Entre todos los artículos de Martí Domínguez, uno de mis preferidos, y sin duda el que más me emociona, se titula "La candela del rei", y nos habla de la exuberancia fastuosa de un macizo de candeleras alrededor de la casa de Johann Sebastian Bach, en Eisenach, donde el autor quiso ver el homenaje de una naturaleza humanizada, elevada y dichosa, al mayor de los compositores, al rey de los músicos. En esta página embebida de un lirismo sabiamente contenido, esa armonía de fondo entre naturaleza y arte que la prosa del autor no ha cesado de buscar se convierte en emblema.

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