Marc Pastor

Imaginen una historia de un Stephen King, un J. J. Abrams o un M. Night Shyamalan escrita por alguien de aquí. No un competente imitador, ni tampoco uno de esos cineastas nuestros que emigran a las Américas. Un narrador capaz de derribar todas las ideas preconcebidas sobre la literatura catalana. Pues lo tenemos: se trata de Marc Pastor, que después de triunfar hace un par de años con la novelización definitiva de la figura de Enriqueta Martí, el equivalente barcelonés de Jack el Destripador, nos brinda ahora su novela más extraña y cautivadora, L'any de la plaga.

En cierta manera, L'any de la plaga, igual que ya lo era su predecesor, La mala dona, es un libro revolucionario en nuestras letras. En la literatura catalana (o en la castellana) se admite cierta literatura de género, como la novela negra, siempre y cuando se mantenga dentro de su nicho, más o menos al margen de los mecanismos de sanción de la literatura seria. (En este sentido, la novela negra sería el más dignificado de los géneros menores, puesto que muchos de sus autores, en especial los extranjeros, reciben tratamiento de escritores serios). Un nivel por debajo estaría la intriga histórica made in Spain, los cien mil hijos de Zafón y Falcones, para entendernos. Este tipo de libros se consideran estrictamente comerciales y por tanto valiosos únicamente como entretenimiento, aunque se respeta su existencia, no en vano mantienen económicamente a las editoriales.

Renovador literario
Más allá se abre una especie de desierto editorial que engloba todos los demás géneros populares: la fantasía, las aventuras, el terror, la ciencia ficción. Los géneros que, de hecho, son el motor de la ficción audiovisual actual. ¿Qué causa que en nuestras letras no tengamos un Stephen King, una AnneRice, una serie Crepúsculo, un Harry Potter? Se han hecho intentos, es cierto, pero tímidos y fallidos. Posiblemente esos géneros fantásticos estén esperando que llegue ese libro que dará la campanada y romperá una nueva barrera en lo tocante a los géneros literarios funcionales en nuestro país. Igual que hace nueve años La sombra del viento derrumbó la barrera de las expectativas de editores y público para convertirse en nuestro particular superventas a lo Ken Follett.

Un trabajador social en horas bajas comienza a encontrarse, allí adonde va a ayudar, con unas bonitas y olorosas macetas de una planta que mucho tendrá que ver con el desastre en cadena que empieza a desatarse ante sus ojos. Lo demás se lee con creciente pavor. Un nuevo registro. Pastor tuvo merecido éxito con su libro sobre Enriqueta Martí, la asesina de niños (La mala dona), desde el duro y certero realismo a un delirio controlado.


Precisamente aquí es donde la figura de Marc Pastor puede resultar crucial. Si alguien puede derribar la barrera, es él. Joven, divertido e inclasificable, criminólogo de profesión y fanático confeso de la ficción televisiva, Pastor ha pasado a lo largo de tres libros por la novela de aventuras, la novela criminal y la novela de terror, cimentando un mundo personal y un estilo cautivador que tiene sus puntales en el humor, la acción, el diálogo y lo macabro. Solamente sus dos últimas novelas lo convierten, en mi opinión, en un importante renovador de la Barcelona literaria. Como él mismo dice, parece que aquí haya algo de miedo a expandir nuestra literatura a campos más que aceptados y leídos. Sólo es cuestión de tiempo e insistencia que esos muros vayan cayendo.


Arrepentíos los que inclementes apagabais las colillas en las macetas; haced acto de contrición los que dejabais mear al perro en el tronco de los árboles; lamentad vuestra desidia los que olvidabais, insensibles, regar las plantas en verano. Esta escribidora, por ejemplo, trata ahora al ficus con mimo y veneración, aunque también sufre alucinaciones y se ve a sí misma llevándolo a la incineradora. Por si acaso. Por si acaso es algo más que una planta...


De esta nueva relación con el reino vegetal es responsable Marc Pastor (Barcelona, 1977), autor de L'any de la plaga. Son los barrios menos favorecidos literariamente de Barcelona los que se convierten en escenario de esta novela cáustica y marciana, inesperada y sorprendente en el panorama actual y refrescante con sus ventanas abiertas a nuevos géneros mestizos; un thriller de ciencia ficción, por ponerle alguna etiqueta, como si los libros fueran, también por decir, cajitas de pastillas, de fresa, de menta o eucalipto. Un momento: ¿eucalipto? Glups. En las casas donde empiezan a suicidarse los ancianos de la novela siempre hay una maceta con una planta de eucalipto. Da susto. Decíamos que esta novela inquietantemente aterradora hunde sus raíces (de nuevo las plantas, qué obsesión) en los barrios barceloneses de serie B, pero también en películas en blanco y negro de ídem, en los años cincuenta. En aquellas visiones apocalípticas que de nuevo llaman a nuestra puerta: algo debe pasar.

Marc Pastor, criminólogo y mosso d'Esquadra, vivió un tiempo cerca de la calle Tissó de Barcelona, en Nou Barris, núcleo de inmigración, antes y ahora, con pisos donde el calor del verano se transmite a través de los poros; allí transita Víctor Negro, organizando turnos de sustituciones para el cuidado de ancianos porque es agosto y los titulares están de vacaciones. Nuestro hombre sufre intensos episodios de dolor de cabeza que atribuye a las tribulaciones para cuadrar el personal y a la marcha de su novia. Pero hay algo que pronto empieza también a descuadrarse: una ola de suicidios de ancianos, la indiferencia y falta de reacción de sus familiares más cercanos, las denuncias de algunos de ellos de que su compañero o compañera de toda la vida no son los que eran, que sus cuerpos siguen ahí, pero no sus almas. No son ellos, dicen. Pero, ¿quién va a hacer caso de un anciano? Tendrá alzheimer, o demencia senil, se habrá confundido, cosas de la edad.

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