Quién soy y por qué escribo...

Lluís-Anton Baulenas

Lluís-Anton Baulenas nació en 1958, en Barcelona. Es licenciado en Filología Catalana. Ha sido director de teatro y, entre otras obras, dirigió (El Gran Mago de Oz). Ejerce profesionalmente como crítico, traductor i novelista. También ha escrito guiones para los filmes (‘Anita no pierde el tren') y del director catalán Ventura Pons.

Nací en 1958 en un barrio tradicional de Barcelona, Sant Andreu, trabajador, que vive y que deja vivir, que acoge a todo el mundo y no se mete mucho con las cosas de los demás. Es un barrio de gente con iniciativa, que se instala por su cuenta, donde priva el pequeño comercio y los negocios familiares. Además hay que decir que tiene una gran tradición de teatro amateur y una particular afición por la zarzuela.

Mi familia es una familia típica de Sant Andreu. No hay precedentes literarios en mi casa. Artísticos tampoco, a no ser que consideremos al hermano mayor de mi madre, Xavier Setó, director de cine que descubrió a Marujita Díaz y al que, prácticamente, no conocí.

Con todo esto quiero decir que las probabilidades de que yo fuera escritor eran mínimas. Mucho más cuando yo no soy el ejemplo característico de vocación profunda y temprana. Cuando me preguntaban qué quería ser cuando fuera mayor respondía de todo menos "escritor". Lo siento. Ni era mi sueño, ni era un niño gracioso o, como en el caso de mi compadre y amigo Ferran Torrent, ni siquiera era el niño pelma que a todas horas estaba contando a los adultos historietas inventadas. Por no hacer, no escribía ni el poema típico de Navidad. De adolescente, la cosa no cambió. Mi máximo esfuerzo de imaginación en aquella época consistió en inventar una liga de fútbol con tres divisiones y a doble vuelta, como la de verdad. Los resultados los marcaban los dados y los equipos subían de categoría y bajaban. Me encerraba en mi habitación y hacía la jornada correspondiente imitando las voces del Carrusel Deportivo.

Después de múltiples oficios y estudios, acabé dando clases en la enseñanza privada y, después de unos cuantos años, hice oposiciones y me convertí en el primer funcionario de mi familia. De todas maneras, en aquel momento, ni siquiera era como Pedro Almodóvar, que afirma que, durante los doce años que estuvo trabajando en Telefónica, siempre supo que acabaría siendo director de cine.

Mientras tanto, el veneno del teatro, que diría alguno, ya me había entrado bien adentro. Yo había empezado a hacer teatro por lo mismo que lo hacen todos los que no vienen de familia de comediantes: para ligar. El teatro me permitió descubrir que yo podía "crear" alguna cosa y que esa cosa podía hacerse realidad. Me gustaría que este planteamiento se entendiera bien y no sonara "romántico". Hasta en aquel momento, yo, como la inmensa mayoría de la población, sobre todo si eres de barrio, pensaba que los "creadores" eran otros, esos otros. Era lo normal y lo aceptado. Gracias al teatro descubrí que yo también podía crear. Gracias, pues, al teatro, soy escritor. Gracias al teatro y a un accidente de moto, que, a los veintiocho años, como san Pablo camino de Damasco, me obligó a reflexionar un poco sobre mis mil vocaciones. El resultado fue que planté las clases, pedí una excedencia y me dediqué a escribir.

Desde la publicación de mi primer libro de ficción han pasado diez años. Durante este tiempo he publicado novelas, relatos y teatro donde he contado las cosas que se me pasaban por la cabeza y por otras vísceras de mi organismo. Y me he dado cuenta de que hay mucha gente que se lo pasa bien con las cosas que escribo.

Eso me parece tan increíble que, a pesar de continuar sin saber qué seré cuando sea mayor, creo que hacer de escritor es una de las mejores cosas que se pueden hacer.

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