Josep Pla

Cristina Badosa

La obra de Josep Pla es inmensa, y toda en prosa. Pla es uno de los más grandes escritores en lengua catalana. Influida por Montaigne, Pascal, Leopardi i Stendhal, la obra de Pla es un brillante testimonio de la época de su autor. Pla fue fundamentalmente un periodista de gran lucidez que viajó mucho. Para él, viajar no era hacer turismo, sino ver la vida, que después transformaba en literatura. Antirromántico declarado, Pla huye del lenguaje afectado y artificioso. Más que novelista, es el gran contador de anécdotas que usa la palabra precisa e incisiva. La obra de Pla es, también, su mayor aliada para construir un personaje ficticio, el del propio Josep Pla.

La dimensión literaria de Josep Pla tiene que valorarse a partir de dos cualidades que han sido esenciales en la modernización de la lengua catalana y en la divulgación de la tradición histórica y cultural de nuestro país. Su estilo combina los giros populares, la sencillez expresiva y la creatividad en las metáforas y las comparaciones. El resultado ha contribuido a la normalización del catalán literario, superando los estilos modernista y novecentista, y elaborando una escritura creativa y, al mismo tiempo, próxima al habla cotidiana, que ha facilitado la continuidad del idioma después del periodo de represión cultural franquista. Por otra parte, su recuperación, muy personal, de la memoria colectiva ha permitido la divulgación de nuestro pasado inmediato, a partir de una perspectiva atractiva, humorística y, también, irónica.

La aportación literaria de Josep Pla ha pasado, sin embargo, por un proceso de creación y de consolidación muy vinculado a las circunstancias políticas y autobiográficas. En 1921, después de un reportaje sobre Madrid, expuso los puntos esenciales de un proyecto que no llevaría a cabo hasta la posguerra. La intención de reunir en unas vastas memorias toda su obra alcanzaría una dimensión estructural a partir de la publicación de Coses vistes [Cosas vistas], en 1925. Pero hasta 1928, después de un intento frustrado de novela, Relacions, que se resolvería en un conjunto de narraciones, Pla no se dispuso a organizar su obra dispersa en unas memorias a partir de un yo narrativo que diera unidad a los diferentes géneros cultivados por él hasta entonces: viajes, retratos, narraciones, notas sobre gastronomía o costumbres.

Sin embargo, su voluntad inicial quedó reducida a un simple programa de intenciones, cuando la actividad política lo obligó a aplazar nuevamente el proyecto. El fin de la dictadura del general Primo de Rivera le despertó el sentido de la responsabilidad con la res pública; por medio de la prensa contribuyó a dinamizar el discurso político. Desde la Lliga y a partir de posiciones cada vez más radicales, Pla llegó a influir en la opinión pública con constantes críticas a la República y las izquierdas, que coincidían con el objetivo desestabilizador de la CEDA. La Guerra Civil lo llevó a colaborar con el espionaje franquista. Hasta la posguerra Pla no retomará el proyecto de construir unas vastas memorias de su época y de nuestro país, que tomarán cuerpo a partir de la primera edición de su Obra completa. La construcción de un yo narrativo dará a su testimonio la dimensión universal, la calidad y el hilo estructural que, como ya había imaginado en 1921, le permitirán reunir una obra demasiado dispersa. El quadern gris [El cuaderno gris] es el núcleo de este mosaico vastísimo y diverso, y una de las obras más universales de nuestra prosa narrativa.

La creación de un estilo periodístico y literario (1920-1925)
Los años de aprendizaje (1917-1920)

Josep Pla nació el 8 de marzo de 1897 en Palafrugell, es decir, al final del siglo, y en una localidad industrial, agrícola y marinera del Bajo Ampurdán. Estas circunstancias explican, en parte, el contenido de una obra dispersa y rica en géneros, que el autor justifica por la necesidad de preservar la memoria colectiva del Bajo Ampurdán y Cataluña, y unas costumbres, que a partir de la Guerra Civil estarán sometidas a un cambio radical. Por otra parte, las dudas iniciales ante la novela y su rechazo posterior se enmarcan en la crisis del género que se dio después de la Primera Guerra Mundial. Pla vivió todo este proceso durante los años veinte, cuando La Publicitat lo envió a París como corresponsal. La recuperación del modelo del antihéroe de Dostoievski, por escritores como André Gide, sirvió a Pla en sus primeros intentos para construir un personaje que le permitiera exponer una concepción de la humanidad escéptica y crítica, evitando el compromiso personal.

El personaje final será el resultado de la combinación de la condición del escritor profesional -que él define como "el realquilado"-, del mencionado personaje del antihéroe y de la propia personalidad, que con los años se confundirán con el Pla escritor y hombre. Esta voz narrativa, que a menudo adquiere el relieve de un auténtico protagonista, como en el caso de El quadern gris, será el hilo conductor de todos los textos reunidos en su Obra completa y, también, de la mayoría de los artículos que todavía hoy se conservan dispersos en publicaciones. Este narrador a menudo será el protagonista de sus primeros libros, que anuncian las vastas memorias posteriores, libros en que predomina la narración, como Coses vistes (1920-1925) (ed. 1925), Llanterna màgica [Linterna mágica] (ed.1926) y Relacions [Relaciones] (ed. 1927), pero donde ya se esbozan los géneros esenciales en su obra, como son la biografía, el ensayo antropológico y costumbrista, y la descripción del paisaje.

Corresponsal en París, Italia, Alemania e Inglaterra (1920-1927)

La mayoría de estos libros fueron encargos periodísticos. La habilidad estilística de Josep Pla, el dinamismo de su prosa, el empleo de la anécdota, el constante diálogo con el lector para atraer su atención, el sentido del humor, son técnicas que aprendió en la práctica periodística. La carrera literaria de Pla debe entenderse en el contexto de la profesionalización periodística, y la consecuencia inmediata es la renovación que hace de la prosa en catalán, desetimando la rigidez novecentista, el ruralismo y las vaguedades modernistas.

Pla colaboró en los periódicos más prestigiosos de Cataluña y de toda España. Inició su carrera periodística y literaria en La Publicidad, que poco después se convertiría en La Publicitat, y se formó haciendo de corresponsal para este diario en París, Italia, Berlín y Londres. Vivió la renovación artística y literaria en un París que se estaba recuperando de la Primera Guerra Mundial, fue testigo privilegiado de la Marcha sobre Roma de Mussolini, sufrió en Berlín el desplome del marco durante la República de Weimar y las restricciones en Londres, 1926, en la primera huelga general de la historia.

La vocación política y periodística (1927-1939)
El giro político: de Acció Catalana a la Lliga Regionalista

Al volver a Cataluña Pla se adhirió al movimiento de recuperación del espíritu catalanista propuesto por derechas e izquierdas. La serie Viatge per Catalunya [Viaje por Cataluña] en La Nau de Antoni Rovira y Virgili debe valorarse en el contexto de La Catalunya endins de Joan Estelrich, es decir, del catalanismo de comarcas, que enriquece el catalanismo barcelonés. Pla colabora también en el semanario L'Opinió, al principio de tendencia liberal, que fue radicalizándose hacia la izquierda. Pla pronto se apartó de él, cuando el tono se convirtió en doctrinal bajo la dirección de Joan Lluhí. En la primavera de 1928 Pla dio un giro político que provocó una encendida polémica y la acusación de oportunismo, giro que él justificó como la necesidad de adaptarse a una manera de hacer política más posibilista.

Su entrada en la Lliga Regionalista, con la colaboración en La Veu de Catalunya y la publicación de la biografía sobre Francesc Cambó, significó la incorporación de una de las plumas más inteligentes y atractivas de las letras catalanas a la política nacionalista conservadora. Desde el punto de vista literario, la entrada en la política lo alejó temporalmente del proyecto de escribir unas vastas memorias justo cuando le estaba dando forma con la publicación de dos libros, Vida de Manolo y Cartes de lluny [Cartas desde lejos], y con la aparición de la serie de artículos Viatge de Catalunya.

Al servicio de Francesc Cambó: la República y la Guerra Civil

La corresponsalía en Madrid y el seguimiento, día a día, de la actividad parlamentaria lo llevan a un compromiso creciente con la Lliga y Francesc Cambó. Pla se convierte en el divulgador más eficiente de la nueva ideología iberista, que toma el relevo al particularismo de Prat de la Riba, completamente inviable dada la nueva política intervencionista del líder de la Lliga. Con el tiempo, la crítica de Pla a la política republicana se radicaliza hasta acercarse a las posiciones de la CEDA de Gil Robles, aliada política de la Lliga sobre todo después de los hechos de octubre de 1934. La etapa de la República fue literariamente poco productiva, aunque publicó algunos libros de recopilación de artículos en La Publicitat y La Veu de Catalunya, como Cartes meridionals [Cartas meridionales] (1929), Madrid: Un dietari [Madrid: Un dietario] (1930), Madrid (L'adveniment de la República) [ Madrid: El advenimiento de la República] (1933) y Viatge a Catalunya (1934).

El levantamiento del general Franco contra la República alteró completamente el escenario político. Josep Pla, como muchos hombres de la Lliga, tuvo que exiliarse de Cataluña ante la amenaza de ciertos pelotones anarquistas. A partir de aquí empieza una etapa, silenciada por él, de propaganda contra la República y de colaboración con los servicios de información franquistas, financiados por Francesc Cambó y organizados por Josep Bertran i Musitu, en el sur de Francia (SIFNE), que proporcionaban al gobierno de Burgos la relación de los transportes marítimos con destino a la República.

Un programa literario para la posguerra: la recuperación de la memoria (1939-1981)
Las ediciones de la Obra Completa

De nuevo en Cataluña, en enero de 1939, Pla dirigió La Vanguardia Española durante unas semanas y volvió al Ampurdán cuando Juan Ignacio Luca de Tena y Ramon Serrano Súñer nombraron director de este periódico a Galinsoga. Después de una temporada de inactividad periodística, empezó a colaborar con la revista Destino, colaboración que duró más de treinta y cinco años (hasta 1975). Su columna, bajo el epígrafe "Calendario sin fechas", se convirtió en el principal reclamo del semanario y contribuyó a suscitar y mantener el interés por la realidad política y cultural de Cataluña y Europa. Después de la muerte de su padre, en 1944, Pla se instaló en la masía de Llofriu, donde, finalmente, pudo dar un sentido unitario a su obra. El inicio de la publicación de sus libros en catalán en la Editorial Selecta, en 1949, le permitió abarcar toda su diversidad y extensión. A partir de 1956 empezó la primera edición de sus obras completas, que diez años después tendrá, según él, su versión definitiva en Ediciones Destino. También durante estos años reanuda la costumbre de los viajes: Estados Unidos, Europa, Oriente Próximo, América del Sur, que le servirán para escribir grandes reportajes para la revista Destino.

El primer volumen de la edición definitiva de sus obras completas, El quadern gris, lo consagrará como el mayor prosista de la literatura contemporánea catalana. La versión de 1918 le sirvió para encontrar su voz narrativa. Los temas centrales de este dietario son el paisaje y la obsesión por escribir, que pasan por el reconocimiento de la propia personalidad. El libro se acaba con el bautizo profesional del narrador. Su proceso de aprendizaje es el hilo conductor de la obra, la síntesis que le permite unificar el inmenso retablo de la vida cotidiana y de la geografía del Bajo Ampurdán. Este cuadro había empezado con la ilusión y el afán de ser escritor, y se cerraba con la consecución de esta ambición, con la perspectiva de más de cuarenta y cinco años de profesión periodística y literaria. El Pla maduro se había reconocido en el Pla joven, en el antihéroe literario producto de la Primera Guerra Mundial. Si bien el escepticismo en el género humano lo alejaba de la literatura intimista, la sensibilidad por el paisaje y por los cambios sociales lo consagraban como un memorialista de los personajes de nuestro país y como uno de los mejores paisajistas. Josep Pla murió la madrugada del 23 de abril de 1981 y fue enterrado en el cementerio de Llofriu.

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