Jordi Lara

Jordi Lara (Vic, 1968). Escritor y artista visual, en Edicions de 1984 ha publicado Papallones i roelles, Una màquina d’espavilar ocells de nit y Mística conilla. En 2012 escribió y dirigió el largometraje de ficción Ventre blanc, la fábula de unos adultos que se hacen fuertes dentro de un cabezudo.


«El libro [Mística conilla] está formado por seis relatos que no tienen vocación de novela, porque transitan por universos distintos. Pero sí comparten temas, que mantienen unas constantes. Por ejemplo, el tema de la evasión. Hay un énfasis en el asombro del individuo, un cierto vacío existencialista. Porque me llama la atención aquella gente que sin darse cuenta sabe evadirse del sistema. Lo pagan con la marginalidad, que les hace más libres. Son personajes que me fascinan. Como un hombre de pueblo, que supera los setenta, casado desde hace cuarenta años, que deja a su mujer porque se ha enamorado de una ninfa, lo que le proporciona una manera de subvertir el dolor que lleva dentro, el dolor de un hecho trágico, y así escabullirse de la realidad. Esto pasa en uno de los relatos, titulado “Un conte de fades”.»

«Mística conilla es un libro escrito con vocación de madurez, de aquella edad en la que estás en medio de todo, en el limbo, podríamos decir. Els llimbs fue uno de los títulos que pensé para el libro. Y, aunque no me gusta enseñar las costuras del escritor y lo que ahora os diré es enseñarlas, acabé con Mística conilla primero porque me gustaban las palabras, pero también porque para mí designaba una voluntad de evasión, una mística sin dogma, limpia de aparato ideológico. Es la evasión del mundo despojado de cultura, de sistema, pero con generosidad.»

«En el arte, lo que no sea superarse a uno mismo no sirve. Esto te obliga a colocarte en la vanguardia. Y esto te puede llevar al silencio. Al vacío. No hay nada tan elocuente como el silencio. Y esta ansiedad constante que es la creación, de hecho, solo puedes ganarla con la muerte. Por lo tanto, no sabrás nunca qué se siente habiendo culminado una obra de arte.»



—Y tú, ¿qué eliges?

—La poesía fortuita: hay muchos actos de nuestro vivir que están cargados de poesía sin darnos cuenta. Elijo la significación que supera nuestra condición más miserable. Lo sublime que está en los actos execrables. Lo pongo en un marco, como hacemos todos los escritores, y este es lo que hemos mamado profundamente y lo que hemos querido que nos quedara. Me gusta el universo contemplativo, el de antes del plástico. Me gusta la piedra, el hierro, las cosas que no están de moda, que son despojos de un pasado esplendoroso. Me gustan las personas que son expresamente marginales porque no entran en la cadena y esto les hace libres. Me gustan los amores difíciles, las carreteras abandonadas, los confesionarios porque allí se han susurrado pecados.

—¿De dónde sales?

—Todos somos más polivalentes de lo que quieren hacernos creer. Quieren ponernos una etiqueta para convertirnos en un segmento de mercado. Yo vengo de varios sitios. Son el mundo de la cultura de raíz, eso mal llamado cultura popular porque cultura popular también puede ser Star Wars. También hice de músico de iglesias y me gustan como espacio. Tanta moda del mindfulness, pues yo voy a leer a los claustros. Vengo de Vic, una ciudad marginal y persistente. También vengo del mundo de la tele y del cine, donde he disfrutado mucho. La verdadera modernidad es saber vivir lo mejor de las épocas y estilos sin prejuicios.

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