Han dicho...

Joan Sales (Barcelona, 1912-1983), escritor y editor. Licenciado en derecho (1932), militó en el Bloc Obrer i Camperol y en el PSUC. Durante la guerra civil luchó en los frentes de Madrid y Aragón. En 1939 se exilió a Francia. En 1942 se estableció en México y regresó a Catalunya en 1948, donde se estableció como editor. Publicó el libro de poemas Viatge d'un moribund (1952), y más adelante su novela más significativa Incerta glòria, que no apareció en edición definitiva hasta 1971.

Pocos autores como Joan Sales dejan en el lector una sensación tan viva, tan directa e intensa de su voluntad de narrarse: de contar y de contarlo todo como queriendo preservar del olvido o de la confusión todo aquello que fue su experiencia. A esto parece responder la cantidad de hechos y personajes que forman el gran friso de Incerta glòria [Incierta gloria] y los constantes meandros narrativos que detienen y dispersan el hilo narrativo, y que dan la impresión de responder al imperativo de dar fe de su mundo sin reservas de ningún recuerdo, de ningún matiz, de ninguna sensación. Por otra parte, las constantes correcciones y amplificaciones a que sometió la novela -en 1956, 1962, 1969, 1971 y 1981- también hacen pensar -censura al margen- en esta misma voluntad de no olvidar nada, de volver a lo ya dicho para hacerlo más revelador de una experiencia irrepetible. Y en último término, toda la obra literaria de Joan Sales -Incerta glòria, Cartes a Màrius Torres [Cartas a Màrius Torres], Viatge d'un moribund- [Viaje de un moribundo] no son más que modulaciones sobre el mismo mundo literario, sobre una misma experiencia, a la que retorna una y otra vez. La sensibilidad literaria que se desprende de todo este material, insisto, es la de un gran conversador. De un conversador ferviente y apasionado con su relato -mezcla de deber moral y pasión narrativa- que quiere dar testimonio de lo que vio y sintió como si de nadie más dependiera que lo supiéramos.

Y de él dependía. Aunque, con los materiales de su novela, Sales tenía que ser consciente de que contar historias de la Guerra Civil desde la perspectiva de los vencidos no era precisamente la versión más difundida en 1956. Menos aún, que los protagonistas, situados inequívocamente en la defensa armada de la legalidad republicana, tuvieran como tema constante de sus conversaciones epistolares -de sus vidas- el cristianismo, compensando así el esquematismo y la polarización ideológicas que con tanto entusiasmo se fomentó desde uno y otro bando.

Ésta, sin embargo, es una actitud que va mucho más allá de una honesta voluntad de ecuanimidad histórica. Los personajes de Joan Sales tienen un mundo interior denso y, por eso, viven la guerra pero no son sólo su síntoma. Para Joan Sales un hombre no es su bando; y para entender esto hay que recordar que los personajes -y el mismo Sales- no dudan en jugarse la vida por sus convicciones. La guerra, en este sentido, es una circunstancia insoslayable, pero no la identidad del mundo narrativo de Sales. Esta perspectiva dota a su friso histórico de una complejidad tan incómoda como valiosa, y, así, personajes tan divergentes como un anarquista y un fabricante de pasta para sopa se nos presentan con una proximidad afectiva directa, auténtica y convincente. Con la naturalidad de quien habla de personas y no de personajes manufacturados para el consumo de la idealización o del descrédito.

Lo que apunto puede hacer pensar al lector que estamos hablando de una vaga tolerancia que o bien se exhibe como muestra de un imperativo moral, o bien destila un escepticismo intelectual neutral o indiferente. Ni una cosa ni otra. Los personajes de Salas comparten más bien la actitud antiintelectual del hombre común, para el que un crimen es un crimen y un arribista político es un aprovechado sinvergüenza, por mucho maquillaje ideológico que se aplique. Para nuestro autor el problema no es de tolerancia, sino de complejidad, y Joan Sales, cuando enfoca narrativamente a un personaje es para revelar una historia moral compleja. Esta complejidad se hace también patente en la estructura de la novela, urdida con el testimonio directo de los personajes y, por lo tanto, hecha de contradicciones y perspectivas -dialéctica, dijo el crítico de la Nouvelle Critique- con explícita renuncia a su intervención demiúrgica como narrador.

Ramon Pla i Arxé, "L'obra literaria de Joan Sales", Avui (23/11/1983)

Ahora bien, ¿qué tipo de novela propone y defiende Sales como crítico y como editor? Vale la pena que nos detengamos en este importante punto para entender sus intenciones como novelista. De hecho, Sales tiene unas ideas bien definidas de lo que ha de ser una novela. Unas ideas que arrancan, en buena parte, de las expresadas y defendidas en Quaderns de l'exili. En 1969, cuando salió la segunda edición d'Incerta glòria, que Sales entonces consideraba definitiva, José Cruset le preguntó en una entrevista de dónde le venía lo de ser novelista. La respuesta de Sale fue ésta: "Yo diría que, más que nada, de las cosas que desgraciadamente nos ha tocado vivir... Tengo la impresión de que si en nuestra generación nos hubiera tocado una vida más tranquila... burguesa... yo no habría escrito ninguna novela." Es la propia existencia, en especial la guerra y la tragedia que arrastra -y también la aventura-, la que lo llevó probablemente a escribir una novela que, precisamente, la retrata. Y cuando contestó en una entrevista a Busquets y Grabulosa, destacó: "Yo creo que el escritor ha de dar testimonio de la verdad. Yo lo he intentado con Incerta glòria. Podría haber relatado otra peripecia, un parricidio, por ejemplo. Pero no podría haber prescindido de la verdad; un libro vale por la verdad que nos aporta." Sin embargo, a la hora de definir la verdad, Sales y Grabulosa coinciden en considerar que eso resulta prácticamente imposible. Así, en las respuestas de Sales encontramos dos palabras que nos pueden ayudar a comprender sus propósitos como novelista y que, al mismo tiempo, condicionaron su elección como editor: vida y verdad. Pero podemos identificar otra palabra que se relaciona con éstas: testimonio. Ya hemos destacado que Sales sentía por la novela fantástica e, incluso, por la imaginativa y por el cuento, sobre todo al principio, un rechazo intransigente, excluyente.

Carme Arnau, Compromís i escritura. Lectura d'Incerta glòria de Joan Sales (Barcelona, Cruïlla, 2003)

Autoanálisis literario

Joan Sales

Creo, con toda franqueza -y también con todo el respeto por los que no opinan como yo-, que el autor es la persona menos indicada para analizar su propia obra, a menos que se trate de un narcisista.

Cuando damos una obra al público, nos sometemos al juicio de los otros; el juicio de uno ya no interesa. No se puede ser juez y parte.

A mí nunca me molestará que se hagan comentarios desfavorables de nada de lo que publique; desde el momento en que lo publico me someto de antemano a los comentarios de los otros. Tengo que decir que estoy agradecidísimo a toda la crítica -tanto catalana como francesa como española- que se ha ocupado de Incerta glòria; quizás a la francesa de una manera más especial, sobre todo al conde Ricaumont, a quien debo algunas sugerencias valiosísimas que tuve muy en cuenta al proceder a la versión definitiva (la segunda edición en catalán e incluso en la cuarta).

Lo que me molesta, porque lo creo injusto, es que me digan que he escrito poco. No tienen en cuenta, los que lo dicen, que Incerta glòria tiene novecientas páginas, que las Cartes a Màrius Torres tienen setecientas y que, además, he publicado una adaptación del Tirant lo Blanc en forma de novela en prosa moderna y otra, Tirant lo Blanc en Grècia, en forma de libreto de ópera bufa, en verso; una traducción de los Hermanos Karamazóv y otra del Cristo de nuevo crucificado, novelas las dos extensísimas (sobre todo la de Dostoievski); sin hablar de otras traducciones, de los innumerables prólogos, algunos extensísimos (la Notícia biogràfica que aparece en la cuarta edición de las poesías de Màrius Torres tiene unas setenta páginas y otros tantas mi prólogo a Lleures i converses d'un filòleg, de Joan Coromines, por no mencionar más que dos casos). Añádase a esto el enorme trabajo de La Història dels catalans y tantas otras cosas que he hecho, por gusto o por obligación; pero no hablemos más, que puede parecer inmodestia.

Los que dicen que soy el autor de una sola novela no tienen en cuenta que Incerta glòria no es una novela, sino cuatro: la primera parte es la novela del Lluís Brocà, la segunda la de Trinitat Milmany, la tercera la de Cruells joven y la cuarta la de Cruells viejo. Los tres están obsesionados por un personaje, Juli Soleràs, y éste es el vínculo que une las cuatro novelas. Juli Soleràs es el verdadero héroe, o quizás más bien el antihéroe, de Incerta glòria. Y no es en absoluto "una novela de guerra" como alguna vez se ha dicho; la guerra no es más que un telón de fondo. La guerra sale porque había guerra. Y el título es de Shakespeare: "the uncertain glory of an April day". Todos, en este mundo, buscamos una gloria que este mundo no puede dar. He dicho antes que estaba agradecidísimo a todos los críticos que han hablado de mi cuádruple novela: hubo uno, sin embargo, que me guardaré de nombrar porque no lo quiero herir, que me dejó perplejo: se preguntaba cuál era esa "gloria" que es "nuestro fin". El detalle sarcástico es que este crítico lo era en la España católica del generalísimo, en paz descanse. ¿Qué tipo de catolicismo se enseñaba en aquella España?

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