Joan Oliver

Josep Maria Ripoll

Sabadell, 1899 - Barcelona, 1986. Poeta y dramaturgo



Joan Oliver es un autor difícil de situar desde una perspectiva generacional: nacido en 1899, y por lo tanto perteneciente a la quinta de Riba, Foix, Sagarra o Salvat-Papasseit, publica su primer libro -de narraciones- en 1928 y no se da a conocer como poeta hasta 1934, circunstancia que lo acerca cronológicamente a Espriu, Rosselló-Pòrcel o Vinyoli. Por otro lado, después del compromiso con la causa republicana y el exilio consiguiente, logra su mayor prestigio en los años sesenta, por los puntos de contacto de su obra con el llamado "realismo histórico".

Sin embargo, más allá de las clasificaciones, su obra presenta unas constantes de una gran coherencia: la postura crítica permanente contra el poder político y el conformismo social; una ironía cercana a veces al sarcasmo; un modelo de lengua tan sencillo como depurado, y una actitud contraria a las pretensiones y los transcendentalismos. Formado en los años del novecentismo y las vanguardias, Oliver se decantó a partir de la guerra hacia el realismo y el compromiso, si bien mediante un humor penetrante, un espíritu iconoclasta y a menudo individualista, y unos marcados presupuestos éticos. Con todo, estos últimos, que, al condicionarle su poética, lo favorecieron tanto en los años sesenta, sin duda, lo perjudicaron después, con la eclosión de movimientos más interesados en la autonomía del hecho literario respecto de las contingencias ideológicas.

De los orígenes burgueses al compromiso
Joan Oliver nació en 1899 en el seno de una destacada familia de la burguesía industrial de Sabadell: el abuelo paterno había sido uno de los fundadores de la Caixa de Sabadell, y el materno era uno de los dirigentes del Foment del Treball, la patronal catalana. El cuarto de once hermanos de los que acabará siendo el único superviviente, recibió una educación típica de las clases acomodadas, estudió la carrera de Derecho, viajó por Europa y, en 1919, formó el llamado Grup de Sabadell con el novelista Francesc Trabal y el poeta y crítico Armand Obiols -pseudónimo de Joan Prat-, entre otros. Estos autores practicaban una literatura a medio camino entre la iconoclastia vanguardista, de cariz cosmopolita, y la pura broma de regusto más local, un poco en la línea de las humoradas de Santiago Rusiñol, por ejemplo. Su gusto por el humor absurdo se manifestó en el volumen colectivo. L'any que ve, conjunto de chistes y salidas de tono firmado por Trabal pero donde todos intervinieron. En 1923 se hicieron cargo del Diari de Sabadell, del cual Oliver será el director y donde firmará con varios pseudónimos (Feliu Camp de la Sang, Florentí Carvallà Cot y Joan Pendonista, Orella Dreta, entre otros) y en 1925 fundaron La Mirada, remarcable iniciativa editorial que publicará dieciocho volúmenes y hojas sueltas -de autores como Carner, Riba o, evidentemente, ellos mismos. Aquí se aprecia bien cómo en el Grup de Sabadell se combinan la influencia vanguardista con el humorismo más local y, en el campo de la edición, el gusto por el rigor y la obra bien hecha, de herencia novecentista.

Por otro lado, Oliver va colaborando también en las publicaciones importantes de la época -como La Veu de Catalunya, La Publicitat, Revista de Catalunya o Mirador-, se traslada a vivir en Barcelona en 1926 y estrena en Sabadell una primera obra teatral, Una mena d'orgull [Un tipo de orgullo]. Años después declararía que su principal aspiración literaria era la de ser dramaturgo. Si su primer libro publicado es de 1928 -Una tragèdia a Liliput [Una tragedia en Liliput], narraciones-, es en 1934 cuando se da a conocer como poeta -a una edad, pues, ya un poco tardía-, con el pseudónimo que ya siempre utilizará para este género: Pere Quart, que antes había usado para firmar algunos artículos contra la Dictadura de Primo de Rivera, y que forma a partir de su segundo nombre de pila y del hecho de ser el cuarto hijo de sus padres. En este libro de poemas, Les decapitacions [Las decapitaciones], parodia tan pronto el simbolismo como las vanguardias y ya despunta una intención a la vez humorística, crítica y, en algunos casos, claramente ideológica: en poemas, por ejemplo, alusivos a Hitler o a Mussolini.

La vida de Joan Oliver, y sus criterios literarios se vieron sacudidos de raíz por la Guerra Civil, durante la cual se comprometió a fondo con el bando republicano: presidente de la Agrupació d'Escriptors Catalans -filial de la UGT-, jefe de publicaciones de la consejería de Cultura de la Generalitat, cofundador y responsable de publicaciones de la Institució de les Lletres Catalanes y autor de la letra del himno del ejército popular catalán. Todo ello, pues, desde una clara actitud de ruptura con sus orígenes burgueses. Si Oda a Barcelona [Oda a Barcelona], nacionalista y revolucionaria, representa un giro en su obra poética al adoptar el verso libre, un marcado tono directo y una decidida voluntad de compromiso, su obra teatral La fam [El hambre] plantea los problemas de la revolución. Movilizado primero, y reclamado después por la consejería de Cultura, se encarga de la evacuación de los intelectuales comprometidos. Acabada la guerra, se exiliará en Francia, primero en el castillo de Roissy-en-Brie -con Trabal, Rodoreda, Calders, Obiols y otros- y después en Saint-Cyr-sur-Morin; hasta que ese mismo año, 1939, se embarca hacia Buenos Aires y en 1940 fija su residencia en Santiago de Chile, donde vivirá ocho años.

El exilio y el regreso
En Santiago de Chile, Oliver continuará su doble tarea de intelectual y luchador: colaborador de Catalunya, publicación editada en Buenos Aires, y de Germanor, en Chile, pronto pasará a ser director de esta última y fundará con Xavier Benguerel la colección "El Pi de les Tres Branques", donde se editarán desde las Elegies de Bierville de Carles Riba hasta su propio Saló de tardor [Salón de otoño] (1947), un libro de poemas melancólico, interiorizado, de tono más grave e intimista que los anteriores. De regreso en Cataluña en 1948 -en un contexto autárquico muy diferente del de antes de la guerra, con la amarga experiencia del exilio y habiendo perdido su antigua posición social-, es encarcelado durante dos meses y medio en la prisión Modelo de Barcelona; pero tres años más tarde recibirá, por la traducción al catalán de El misantrop, de Molière, el premio del presidente de la República Francesa en los Jocs Florals de París. Director de la primera época de la colección "El Club dels Novel·listes", colabora intensamente con la Agrupació Dramàtica de Barcelona -como vicepresidente, autor o traductor-, y trabaja desde 1957 hasta 1963 en la editorial Montaner y Simón como jefe de redacción de la versión en castellano del Diccionario Literario Bompiani.

Este último hecho será importante en la trayectoria vital y literaria del autor, puesto que en la mencionada editorial conocerá unos cuantos estudiantes universitarios, muchos de ellos futuros profesores e intelectuales influyentes -Joaquim Molas, Antoni Comas, Francesc Noy, Sergi Beser-, que lo valorarán como maestro y facilitarán su reconocimiento. Además, en esta época aparece su obra quizás más emblemática, Vacances pagades [Vacaciones pagadas], (1960), que entronca con el llamado "realismo histórico" (propugnado por Molas y Castellet en la antología-estudio Poesia catalana del segle XX, de 1963), por el que se valora por encima de todo el compromiso de los autores con la realidad histórica y social del país. En Vacances pagades, obra escéptica, de toques sarcásticos y tono casi conversacional, Oliver hace un repaso de su vida desde la atalaya de los sesenta años, combinado con críticas a la sociedad de consumo y el franquismo, y con muestras de un peculiar cristianismo individualista. Junto con La pell de brau de Salvador Espriu, constituirá un emblema de la poesía catalana de los años sesenta.

Del reconocimiento a la marginación
A partir de este momento, Joan Oliver será, pues, una figura clave en el panorama poético catalán y, a la vez, un ejemplo permanente de inconformismo. Detenido y multado en varias ocasiones por participar en actos multitudinarios contra el franquismo -como la constitución del Sindicat Democràtic d'Estudiants de la Universidad de Barcelona o el homenaje al doctor Jordi Rubió-, recibirá el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes en 1970 y se sumirá en una poesía cada vez más corrosiva y escéptica, a la vez que progresivamente más cercana al hecho religioso, si bien desde un individualismo feroz que valora la figura de Jesús como revolucionario. Vehementemente crítico con la democracia española tras la muerte de Franco -y, por lo tanto, con la mayoría de los políticos catalanes-, independentista y, en sus propias palabras, antiguo "anarquista en potencia", será un personaje incómodo, como lo demuestra alguna denuncia por sus opiniones públicas o su rechazo de la Creu de Sant Jordi de la Generalitat en 1982. En paralelo, literariamente acabará postergado a un lugar casi testimonial en un contexto en que se valorarán más otras tendencias: la experimentación derivada de J.V. Foix o Joan Brossa, la llamada "poesía de la experiencia" posterior a Gabriel Ferrater o, incluso, un cierto regreso al formalismo de Carner.

Muerto en 1986 en Barcelona y enterrado en su Sabadell natal, su actividad pública y su obra poética han relegado a un segundo término tanto su producción narrativa -esporádica, centrada en el relato breve- como su prosa de cariz más periodístico o su teatro. No obstante, de su contribución a este último género cabe decir que supone un intento loable de normalización de la escena catalana, a través del cual, Oliver, dirigiéndose al gran público, atacaba a la vez, con su sentido crítico habitual, las convenciones sociales con obras como Alló que tal vegada s'esdevingué [Aquello que tal vez aconteció], del 1936, o Ball robat [Baile robado], de 1956, ambas sobre la institución familiar tal como la entiende la burguesía.

En términos generales, la obra de Joan Oliver está marcada, pues, por la actitud crítica, la ironía a menudo penetrante y también la versatilidad lingüística -demostrada, por ejemplo, en su versión libre de Pigmalió, de George Bernard Shaw, donde combinó los diferentes registros del idioma con habilidad-. Todo ello a partir de cierto individualismo que rehúye los intelectualismos y que busca a menudo una respuesta a los grandes dilemas éticos de su tiempo.

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