Joan Maragall

Glòria Casals (Universidad de Barcelona)

(Barcelona, 1860 – 1911). Poeta y escritor modernista




Desde la perspectiva de la historia de la poesía catalana, la de Joan Maragall hace de puente entre las diversas fórmulas del siglo XIX y las del siglo XX. Maragall recoge y revisa la tradición de los jocs florals de la Renaixença, el romanticismo de Verdaguer, el naturalismo de Apel·les Mestres y el clasicismo de Alcover y Costa i Llobera a la par que, con espíritu agitador, formula una reflexión innovadora sobre su propia poética que, sin él saberlo, coincidirá en algunos de sus rasgos definitorios con los del simbolismo, y experimenta unos modelos poéticos que desembocarán, por una parte, en la creación de una escuela maragalliana de calidad y resonancia desiguales (Pijoan, Lleonart, Pujols e incluso Sagarra) y, por otra, en algunas de las grandes obsesiones de Riba (la poesía pura, la inspiración, la palabra y el ritmo y la manera de entender la crítica), de Espriu (Goethe, la figura de Nausica) o, a otro nivel, de Salvat-Papasseit (el cancionero, la mujer y el amor como fuentes de placer y de creación). Maragall se convertirá, así, en un clásico. El primer poeta clásico del siglo XX.

Años de aprendizaje

Cuarto y último hijo, y único varón, de una familia de pequeños industriales textiles, Maragall nace en Barcelona el 10 de octubre de 1860. Del colegio de los primeros años sabemos poca cosa. Debía de ser un término medio entre lo que Rusiñol describe en L'auca del senyor Esteve [Las aleluyas del señor Esteve] y el don José del que habla Sagarra en sus Memòries [Memorias]. El de Estevet "era encogido y práctico"; Sagarra aprendía en él "una serie de cosas útiles". Los estudios de bachillerato y las obligaciones familiares señalan, según él mismo admite en las Notes autobiogràfiques [Notas autobiográficas] escritas en 1885, un primer punto de inflexión en su trayectoria personal y literaria:

"[...] acabé el bachillerato y empecé a ser infeliz. [...] Fui bruscamente arrancado de los libros y colocado ante la mesa de trabajo en la industria a la que estaba destinado, y sujeto, en cierto modo, a la condición de poco más que aprendiz. El golpe fue terrible y resonó en todo mi ser, y de aquel desbarajuste de aspiraciones contrariadas se levantó, enarbolando el estandarte de la rebelión, mi pasión por la poesía, al mismo tiempo que mis dieciséis años me entregaban en cuerpo y alma a la adoración, a la idolatría de cuantas mujeres de buena presencia pasaban ante mis ojos, y una especie de misticismo por la Naturaleza se iba filtrando dentro de mí. El amor a la poesía se manifestó en una especie de rabia por llenar de innumerables versos, con una fecundidad verdaderamente asombrosa y en todos los momentos que podía robar al trabajo, libretas que escondía entre otras más prosaicas y repletas de números referentes a nuestra industria." (Joan Maragall Notes autobiogràfiques [Notas autobiográficas].

Estos primeros versos responden básicamente a dos modelos de la poesía decimonónica: por una parte, una línea humorístico-satírica (sería el caso de lo que Maragall considera su "primer triunfo literario", el poema "Óptica" -publicado en el periódico Lo Nunci el 22 de septiembre de 1878-, que habla en términos despreocupados y humorísticos de una relación amorosa frustrada porque no era de dos, sino, como mínimo, de tres); por otra, una línea próxima a las rondallas y a la poesía amatoria de los jocs florals (el poema "An ella", también publicado en Lo Nunci el 12 de enero de 1879, canta en términos más delicados unos amores juveniles henchidos de ilusión). Después de una tensa discusión con el padre en otoño de aquel mismo año 1879, Maragall abandonará, finalmente, el negocio familiar y se matriculará en la Facultad de Derecho. Las clases, las faltas de asistencia, las tertulias, la lectura, la música, la ópera y unos cuantos amigos (los siete condiscípulos que constituían el "círculo", Antoni Roura y Josep Soler i Miquel) ampliarán rápidamente lo que hasta entonces había sido un horizonte intelectual bastante enclenque. Antoni Roura (1860-1910), compañero de la facultad, fue el amigo y el confidente por excelencia; las numerosas cartas conservadas nos hablan de una relación no tan literaria como la mantenida con Soler i Miquel o con Pijoan, pero mucho más humana, familiar y doméstica. Más despreocupada, pero infinitamente más serena. Por su parte, Josep Soler i Miquel (1861-1897), también compañero en la Facultad de Derecho, trabajó de crítico literario en La Vanguardia. Conocedor de la poética simbolista, ejerció una gran influencia sobre el Maragall poeta y también sobre el Maragall crítico y teorizador. Fue el responsable de la edición del libro Poesías (1891), regalo de los amigos el día de la boda de Maragall con Clara Noble. Gran parte de su producción fue reunida en 1898 en el volumen Escritos.

A partir de 1902, Maragall volvió a encontrar en Josep Pijoan (1879-1963) el excelsior que había perdido al morir Soler i Miquel. El epistolario da muestra de la solidez de sus relaciones y de cómo el magisterio no fue siempre unidireccional.

Fue en la universidad donde Maragall empezó realmente sus años de aprendizaje, durante los cuales, unas veces con timidez y otras con presunción, tuvo que resolver muchos interrogantes, afirmar posiciones y marcar caminos. Las opciones estéticas y la lengua con que vehicularlas; los modelos culturales y las fuentes literarias; las relaciones entre la teoría y la práctica, entre lo abstracto y lo concreto o, lo que es lo mismo, entre el arte y la vida; la identificación entre creación y crítica, y el rechazo de cualquier tipo de preceptiva o de codificación previa fueron algunas de las grandes cuestiones a las que Maragall tuvo que dar respuesta. Los poemas de esos años confirman y acentúan las tendencias meramente esbozadas en los primeros poemas, que Maragall escribía a escondidas. El plagio, la imitación y la parodia de la poesía española barroca, romántica y postromántica más desgastada dan forma a algunos poemas "dedicados" a los profesores, compuestos sobre la marcha y para matar el aburrimiento propio y de los compañeros, y los poemas amorosos escritos por encargo de algún compañero con pocas dotes poéticas. La mayoría de los que se conservan entre los apuntes de clase están escritos en castellano, con algunas palabras en catalán cuando la rima o la burla lo requerían, y reflejan a un individuo rebelde, de tendencia anarquizante, defensor del nihilismo y propenso a reírse hasta de su sombra; capaz, eso sí, de poner estas ideas por escrito, en líneas cortas que rimaran entre sí. Los poemas escritos en catalán, amorosos y circunstanciales, presentan una tipología diferente. A pesar de estar hechos, como dijo Soler i Miquel "con relleno de las res comunes del arte", apuntan ya hacia un lirismo expresivo nada trágico y hacia una sensualidad ingenua pero terriblemente efectiva, y, convenientemente trabajados y pulidos y adecuadamente repartidos, se convertirían en instrumentos estilísticos decisivos para su poesía posterior.

De los primeros años de carrera data una declaración de principios muy contundente a propósito de la literatura y de la lengua, concretamente en una carta (5 de julio de 1881) a su compañero Joaquim Freixas:

Participo de tu entusiasmo por la literatura castellana, si bien mis aficiones me llevan con frecuencia al estudio de otra a la cual debo y profeso mayor cariño por ser la de la lengua en que balbuceé mis primeras oraciones y en la que expresaré sin duda mi amor a la primera Carlota o Margarita que algún ángel bueno ponga en mi camino; no menos que por ser el habla en que hemos expresado mutuamente nuestra amistad. En esta misma lengua me daría a entender sin que nadie lo extrañara, si esta carta la escribiera cuatro siglos atrás; o si cuatro siglos atrás no hubiese tenido lugar lo que los catalanes recordaremos siempre con cierta amargura, y ahora que vuelvo a leer tu apreciable, observo que en un pasaje dices "nuestra literatura (la castellana)", de cuyo paréntesis no sé si entristecerme o alegrarme, pues al par que nos transformas en castellanos sin merecerlo, muestra ya el temor de que por "nuestra literatura" pueda afortunadamente entenderse alguna que no sea la castellana. (Joan Maragall (1960): "Carta a Joaquim Freixas", en Obra completa I. Barcelona. Selecta.)

Maragall mantuvo siempre esta posición; al mismo tiempo aceptó implícitamente y no combatió nunca la diglosia estilística imperante: una lengua para los sentimientos y las emociones, otra para la razón y los juicios, con algunas intersecciones más o menos significativas, siempre en la misma dirección (no tiene obra poética en castellano).

Los años de la universidad permiten también comprobar la evolución de sus lecturas y el impacto de los autores alemanes, Goethe sobre todo, en su formación literaria. En 1881, empapado de Goethe, Maragall gana su primer premio literario, precisamente con el poema "Dins sa cambra", recreación libre del episodio en que Fausto es conducido por Mefistófeles a la habitación de Margarita y se sienta al lado de la cama. Con este poema Maragall encabezó la recopilación Les disperses [Las dispersas], antología retrospectiva de los años 1881-1903 publicada en 1904 en la Biblioteca Joventut.

Los ochenta fueron también los años en que escribió sus primeras aproximaciones/reflexiones sobre el arte en general y la creación poética en particular. No son formulaciones elaboradas que se sustenten en teorías concretas, ni expresión de un sistema de pensamiento completo. Más bien hacen pensar en la necesidad de justificación de quien acaba de empezar, en los ejercicios de autodisciplina que se imponen Heine, Longfellow, Musset, Lamartine o Bécquer, por ejemplo, cuando descubren su vocación. En el caso de Maragall la mezcla de metafísica y estética es ciertamente indiscriminada y, sin embargo, podemos vislumbrar una progresión entre algunas afirmaciones de las Notes autobiogràfiques [Notas autobiográficas] de 1885, "La Naturaleza es Dios Padre, el Arte Dios Hijo, el Amor es Dios Espíritu Santo, que son un solo Dios: la Belleza. Eso es todo para mí " y el programa poético de la "Oda infinita", publicada en 1888 en la Ilustració Catalana, tímido anuncio de lo que más adelante se conocería como "teoría de la palabra viva", que a partir de 1903 Maragall autorizaría y desarrollaría a través de Novalis y a la que siempre fue fiel.

La modernidad de una poética

El año 1891 señala el verdadero punto de partida de la aventura personal y literaria de Maragall: por una parte, se casa con Clara Noble; por otra, los amigos (entre ellos Soler i Miquel, Oller, Sardà e Yxart) le ofrecen como regalo de boda una edición de Poesías, una selección de poemas originales y de traducciones de Goethe que le habían ido sacando poco a poco. El regalo significaría su reconocimiento como poeta.

A partir de 1892 Maragall se convierte en el abanderado indiscutible de los nuevos aires de modernidad que circulaban por Barcelona y en el guía de su deteriorada sociedad. Para hacerlo, dispone de las diferentes plataformas de lanzamiento del modernismo (L'Avenç, Luz y Catalònia), las fiestas modernistas de Sitges, el Teatre Íntim y las sociedades corales; dispone también del conservador Diario de Barcelona (en octubre de 1890 entró a trabajar como secretario personal del director, Joan Mañé i Flaquer), de los jocs florals y de las tertulias más significativas del momento: la de L'Avenç y la del Ateneo Barcelonés.

Maragall experimenta con intenciones y resultados algunas de las variadas propuestas modernistas (decadentismo, vitalismo de raíz nietzschiana, prerrafaelitismo, etc.); paralelamente refuerza ese lirismo directo y primario, expresivo y sincero, con el que canta el paisaje, las costumbres y las fiestas, los mitos y héroes de Cataluña, y el amor a la mujer y a los amigos. Poesies [Poesías], de 1895, será su primer libro. A finales de siglo, Maragall contribuye decisivamente a la recuperación del catalanismo no sólo con unos géneros que afectan a la colectividad (cantos, himnos y canciones), sino también con su propia poética, que lo obliga a dinamizar la lengua y a arrinconar las formas demasiadas complejas. Los poemas de su segundo libro, Visions i cants [Visiones y cantos], publicado en 1900, serán el mejor ejemplo.

La fama del Maragall poeta, publicista y conferenciante, ciudadano honrado y modélico padre de familia, fue atemperando poco a poco la rebeldía aristocrática y un poco romántica distintiva de los años anteriores hasta convertirla en una actitud ecléctica y generosa, liberal y universalista, ortodoxamente cristiana, en definitiva. En términos literarios este cambio supuso el rechazo de las posibilidades estéticas del modernismo y la consolidación de la reflexión sobre la propia experiencia creadora (la mal llamada "teoría" de la palabra viva, esbozada en 1903 en el Elogi de la paraula [Elogio de la palabra] y elaborada en 1909 en el Elogi de la poesia [Elogio de la poesía]) a través de la simplificación de los temas, de las técnicas métricas y de versificación, de los recursos lingüísticos y de los procedimientos retóricos. Enllà [Más allá], del año 1906, fue la mejor prueba de ello.

El empuje con que los novecentistas capitaneados por Eugeni d'Ors hicieron su aparición en el panorama cultural, y la crítica a menudo insolente, indiscriminada y preconcebida en contra de los modernistas y, sobre todo, de su cabeza más visible e importante, condujeron a Maragall a una situación de crisis, de repliegue y de reflexión sobre la propia obra que se tradujo en silencio. Después de la recepción desfavorable de Enllà, Maragall poeta enmudeció. Sin poder precisar si se trató de una pequeña venganza, de terapia o de un acto volitivo, de responsabilidad del artista ante su obra y su público, Maragall acometió la primera gran rectificación de su poesía. En Tria [Elección] (1909), antología destinada a libro de lectura para niños, Maragall mostró que era capaz de hacer aquello que los novecentistas decían que debían hacer los buenos poetas: someter la obra a revisión con el fin de ofrecerla depurada de incorrecciones, incongruencias y desórdenes. Las correcciones tienden a eliminar defectos formales (repeticiones, coloquialismos, castellanismos...) y a pulir defectos de versificación, siempre que el cambio no signifique una agresión a su personal sentido del ritmo ni lo obligue a modificar su gusto por el verso libre y por el anisosilabismo. La corrección contribuye también a atenuar los excesos de sentimentalismo y de ramplonería, así como la superficialidad de los sentimientos religiosos y patrióticos. El discurso gana coherencia interna gracias, sobre todo, a la eliminación de elementos inútiles. Tras la revisión, Ors rectificó lo que había dicho sobre la poesía de Maragall, especialmente a propósito de Enllà.

La Semana Trágica fue el reactivo que hizo salir a Maragall del letargo en que se encontraba y que le devolvió, en los últimos años de su vida, la función de agitador de sus comienzos. La violencia de julio de 1909, que Maragall describe en la segunda parte de la "Oda nova a Barcelona", como la de 1893, reflejada en "Paternal" (Poesies [Poesías]), o la de los años de la guerra colonial, expresada en "Els tres cants de la guerra" (Visions i cants [Visiones y cantos]), la violencia -decíamos- ha servido para algo: para poner en evidencia unos errores, para reclamar esperanzados una reparación que debe alcanzarse por compromiso, no de unos cuantos sino de todo un país, y para expresar una fidelidad a ese mismo país. El problema es que la Barcelona de 1909 no era la misma que la de 1893 o de 1898: la oferta de vías era más amplia y las posiciones, más radicales. En la nueva etapa combativa de Maragall el vitalismo nietzschiano y la elegía romántica quedarían atrás y darían paso a una reflexión íntima y serena, levemente trágica incluso, que encontraba su razón de ser en el descubrimiento y la asunción del dolor y del egoísmo, en el sentimiento de culpabilidad y en su expiación; en la soledad, en definitiva. En 1911, con Seqüències [Secuencias], Maragall completa o cierra algunos ciclos temáticos empezados anteriormente: el del mar, el de Haidé, el de la poesía civil y el del conde Arnau. Y empieza uno que no tendría continuidad: el del "Cant espiritual".

Joan Maragall murió en Barcelona el 20 de diciembre de 1911.

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