La oscura provincia

Julià Guillamon

Joan-Lluís Lluís es periodista y novelista, y uno de los autores más destacados de la Cataluña francesa. Su obra, escrita íntegramente en catalán, es una de las aportaciones más singulares e interesantes de la nueva narrativa catalana. ha ganado el prestigioso Premio Joan Crexells en 2005.

Joan-Lluís Lluís (Perpiñán, 1963) es autor de cinco novelas y de un breve libro de ensayo, Conversa amb el meu gos sobre França i els francesos [Conversación con mi perro sobre Francia y los franceses](2002) que marca un punto de inflexión en su obra. Els ulls de sorra [Los ojos de arena] (1993), Vagons robats [Vagones robados](1996), Cirera [Cereza](1997) y El crim del escriptor cansat [El crimen del escritor cansado] (2000) tienen, como elemento común, la voz del narrador, un personaje que se sitúa fuera de las normas. En la primera novela es un viejo sargento árabe, superviviente de la guerra de Argelia, testigo de los crímenes de un militar, candidato del Frente National en unas elecciones municipales en Normandía. En Vagons robats es un chico occitano que huye de su pueblo y su familia. Ha trabajado de ferroviario y tiene derecho a viajar gratis en todos los trenes de la SCNF: pasa un año yendo de un lado a otro por Francia, haciendo pequeños trabajos y robando por los trenes. Cirera es el dietario de una chica que vive su sexualidad de manera desinhibida; el relato, que le permite sacudirse el aburrimiento y el vacío, insinúa un lado enfermizo y oscuro. El crim del escriptor cansat enfrenta a dos personajes complementarios. Por una parte, el narrador, el inspector de policía Ximenès, perpiñanés de padre gitano, que quiere ser escritor y que se salta las normas policiales para trabar relación con el novelista Pierre Alessandri, sospechoso del asesinato de su mujer, y hacerle chantaje. La novela que escribe Alessandri (y que firmará Ximenès) cuenta la historia de un soldado catalán, Adrien Harinas, herido de muerto en los últimos días de la Primera Guerra Mundial. Su nombre figura en el monumento a los caídos en la guerra de 1914-1918, el monolito de Oms, que según explica Lluís en la Conversa es un símbolo de la sumisión de los catalanes de Francia.

Los personajes de Joan-Lluís Lluís son marginales que no acaban de encajar en la realidad que los rodea. El hecho mismo de que existan y que nos los encontremos escribiendo representa un atentado al orden impuesto por los poderes que dominan la Provincia. A Driss Mehamli lo matan. A Ximenès (se lo gana a pulso con la idea absurda de suplantar Alessandri) lo someten a una campaña de desprestigio demoledora, cuando se descubre que su novela es un plagio de una obra belga publicada en los años veinte. Lluís retrata un mundo resquebrajado. Y el hecho de que no lleguemos nunca a saber las causas de esta fractura aumenta la sensación de extrañeza. Lluís retrata la criminalidad de los militares que tomaron parte en la represión del FSNL, la falta de consistencia de los jóvenes y de la vida provinciana, el afán de vivir otra vida, la imposibilidad de salir, la impunidad de los que medran al lado del poder. Todas sus novelas presentan una situación asfixiante que lleva a un final dramático. Me parece muy significativo que sólo en la primera, Els ulls de sorra, el protagonista encuentre a un interlocutor: el joven periodista que recoge las declaraciones de Driss Mehamli, antes de que los sicarios del Frente National lo maten. En Vagons robats esta posibilidad de interlocución ha desaparecido. Antoni Bellefargues escribe once cartas a una chica que ha conocido en una breve estancia en Bretaña, con importantes revelaciones sobre su vida. Las cartas no llegarán nunca a su destino: son como las cerillas que se queman en la Irish Tavern de Saint-Malo donde Bellefargues y su pareja de una noche juegan un juego de adolescentes. En El crim del escriptor cansat, la relación de Ximenès con Alessandri y con su amigo Picard (el policía corrupto que ha cambiado de bando: ahora trampea con la prostitución y las drogas) no se pueden considerar actos de comunicación plenos. Ximenès es un personaje frustrado, que lleva la marca infamante del padre gitano, cuando está en París se siente vejado y, a pesar del éxito que alcanza provisionalmente como escritor, no llega nunca a superar el sentimiento de inferioridad -vergüenza- que le provoca la capital.

En El dia de l'ós (2004) reencontramos algunos de los elementos de las novelas anteriores. Después de El crim del escriptor cansat, Lluís ha publicado su panfleto contra los franceses y ha dado entrada en su obra a una reflexión sobre los mecanismos de dominación francesa de la Cataluña Norte. Como Antoni Bellefargues en Vagons robats, también Bernadette ha huido del ambiente recluido de su pueblo. En los dos casos el origen de esta huida es un oscuro asunto sexual. Pero mientras que en Vagons robats se trata de un episodio inconfesable, que demuestra la indigencia moral de Bellefargues, en El dia de l'ós [El dia del oso] es un hecho casi intranscendente, de erotismo blanco, que los vecinos aprovechan para marcar a la chica. Bernadette se va a vivir a Barcelona, que para los habitantes del Vallespir es un lugar tabú. Otro de los elementos que Lluís recupera es el relato de tradición oral, que constituía un elemento clave de Els ulls de sorra (con los cuentos fantásticos que cuenta uno de los soldados del pelotón del FSNL, Aït) y que también hace de contrapunto a El crim del escriptor cansat, con el caso del soldado muerto cuando ya ha acabado la guerra, que ha pervivido en la memoria popular y que Alessandri reconstruye a partir de la documentación histórica. La existencia marginal de los protagonistas tiene un correlato en este mundo imaginario, donde encontramos las mismas marcas de represión que en el mundo real, y que nunca llega a suponer una vía de fuga. En el caso de El dia de l'ós la trama gira en torno a una tradición popular que Lluís amplifica, transformándola: el día que el oso vuelva a las montañas de Prats de Molló, baje al pueblo y se lleve una doncella, entonces los habitantes se quitaran de encima a los franceses. Lo que en las novelas anteriores era un temor indefinido aquí se concreta: la novela habla del miedo de vivir la libertad, de la imposibilidad de liberarse de la sumisión, de romper el círculo de represión -social, política, sexual- que domina a los personajes.

Uno de los aciertos de El dia de l'ós es la doble secuencia temporal que crea enigmáticos momentos de intersección. En Vagons robats, sobre todo, pero también en Cirera y en El crim del escriptor cansat, hay una reflexión sobre la familia con fuertes implicaciones en la psicología de los personajes y, más allá, en una idea de la historia de la Cataluña Norte desde el Tratado de los Pirineos, la misma que se expone en la Conversa . En algún momento, el chico fugitivo, la chica rara y el policía novelero, hacen balance de lo que ha sido su vida, la evocación pone de manifiesto la distancia entre el mundo de los abuelos occitanos o catalanes -que conservan la lengua y las antiguas costumbres, pero sin voluntad de transmitirlos- y el de los padres franceses, desarraigados y anestesiados por el falso bienestar. Los nietos, que protagonizan las historias, han perdido cualquier referencia que les permita vivir en armonía con el territorio. Forman parte de un mundo en extinción, guardan un recuerdo difuso de las antiguas tradiciones, el desarraigo se traduce en amodorramiento o en violencia. Al mismo tiempo, se sienten profundamente extraños en el mundo sobrevenido (en París, Bellefargues y Ximenès sienten un fastidio insoportable). En El dia de l'ós este esquema familiar se reproduce con el personaje de la madre enloquecida y del padre embrutecido, que no han podido ser asimilados por los invasores y que permanecen salvajes: la madre animalizada arañando los troncos con la hacha, el padre arrinconado en la masía en ruinas. Esta vez, Lluís amplía el marco temporal, más allá del tiempo de los abuelos, hasta la época de la Guerra de la Sal, cuando Josep de la Trinxeria fustigaba a los franceses, antes de ser derrotado por el mariscal de Chamilly en 1670. La novela superpone la realidad de Prats de Molló tal como es ahora con escenas de guerra de otro tiempo, de una manera parecida a como lo hicieron Marco Ferreri en Touche pas la femme blanche o Buñuel en Ese oscuro objeto de deseo. La historia penetra en el presente, la leyenda altera el curso de la vida cotidiana. Toda la carga de desazón y violencia, de rencor y deseo se concentra en un momento clave: el domingo de Carnaval, la Fiesta del Oso, que remueve el inconsciente colectivo, libera los instintos, provoca una explosión de libertad, que acaba con el triunfo de la civilización y la imposibilidad de volver al orden antiguo.

La obra narrativa que Joan-Lluís Lluís ha escrito desde 1993 da la impresión de girar en torno a un núcleo vacío, de un centro invisible, dibujado por los movimientos orbitales de sus personajes. El dia de l'ós describe de nuevo el problema, lo hace corpóreo y le da un nombre.

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