Mi poesía

Feliu Formosa

Después de una lectura pública de mis poemas en Gerona, un espectador me comentó que mi concepción del poema a menudo era muy teatral, como si hubiera un decorado hecho con las realidades circundantes. No soy consciente de ello, pero esa opinión me hizo gracia. Hay un libro que tiene el teatro como tema. Se llama Per Puck [Para Puck], título que hace referencia al duende del Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, y que está dedicado a los alumnos que intervinieron en el taller que monté con este texto shakespeariano. Per Puck, publicado en 1992, es el décimo de mis libros. Consta de veintiocho unidades, compuestas de una cita teatral, una prosa poética en la que se sitúa, dentro de un contexto vital y poético, la experiencia teatral concreta que quiero revivir y finalmente un poema en el que esta experiencia trasciende a un nivel lírico. En cada uno de estas unidades se rememora un espectáculo teatral visto por mí. Es un repaso a mi experiencia de espectador, la historia de una convivencia con el mundo escénico y de un aprendizaje: va desde los griegos hasta Kantor y hay una gran presencia de Shakespeare. Es un libro muy pensado, escrito de acuerdo con un proyecto previo. En mí eso es frecuente, aunque el proyecto no pida una estructura tan estricta. Un ejemplo: el Llibre de les meditacions [Libro de las meditaciones], de 1973, quiere establecer un diálogo con Cesare Pavese y Gabriel Ferrater, dos poetas suicidas en unos tiempos difíciles, y todos los poemas están escritos en hexasílabos, un tipo de verso corto que recuerda el de Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de Pavese. Esta fórmula unitaria la utilizo también en Semblança [Semejanza] y en Al llarg de toda una impaciència [A lo largo de toda una impaciencia] (1994), donde intento sintetizar todo mi mundo poético dentro de un tipo de poema relativamente breve. Formalmente es, pues, otro libro unitario. Y el penúltimo, Immediacions [Inmediaciones] (2000), consta de doscientos cincuenta poemas de un solo verso.

Cuando empecé a publicar poesía enseguida se me consideró un outsider, y yo todavía me considero así. Creo que mi poesía se ha ido haciendo cada vez más desnuda (clara, pero no simple ni fácil, espero). Alguien ha hablado de "realismo intensivo". Algún otro de "expresionismo". Forzosamente me tengo que mover entre los ensueños de Trakl y las realidades de Brecht. Hay dos libros míos que me gustan mucho: Semblança y Al llarg de tota una impaciència. Pero hay otro que no me parece que lo haya escrito yo. Es como si él hubiera venido a mí, al margen de mi voluntad. Me refiero al Cançoner [Cancionero], escrito unos meses después de perder a mi compañera, Maria Plans. Por cierto, del Cançoner se hizo un montaje escénico en 1981, con música de Carles Berga (el compositor de El retaule del flautista), que escribió una magnífica partitura para piano. La idea del montaje fue de Marissa Josa, que cantó los veinte poemas acompañada por el mismo Carles Berga y con intervenciones de la bailarina Montse Vidal. Carme Vidal hizo la escenografía. Después de mi último libro, Cap claredat no dorm [Ninguna claridad duerme], título extraído de un poema de Paul Celan, uno de mis poetas de culto, estoy preparando una lectura escenificada de los artículos que escribió Montserrat Roig para El Periódico y Avui. Lo estoy haciendo con gente del Ateneo Popular de Nou Barris. Es como si volviera a mis orígenes, o quizás no, quizás me muevo en un terreno que siempre me ha sido familiar.

No sé si volveré a escribir algún libro de poesía. No sé si volveré a participar como actor en algún montaje profesional. Y en este no saber nada, cabe todo... hasta el día en que, inevitablemente, ya no quepa nada.

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