El hombre que explica el mundo

Francesc Canosa Farran

En muchos momentos de su vida Eugeni Xammar parecía que lo había vivido todo. En 1933 el joven periodista Domènec de Bellmunt, durante una larga entrevista, lo interroga: "¿Le queda alguna otra ilusión por realizar?". Y él contesta: "La primera ilusión viene a ser como una premisa. Ya comprenderá que me convendría, como el pan que como, poder disfrutar, con cierta tranquilidad, de mi casita de L'Ametlla...". Pero no pudo ser. Tenía cuarenta y cinco años y ya había explicado medio mundo y todavía le quedaban cuarenta años de vida para continuar explicándolo.

Barcelona, 1888 - L'Ametlla del Vallès, 1973. Periodista, diplomático de carrera y traductor


Xammar, tanto para la generación de la preguerra, como para la de la posguerra, es un nombre permanentemente admirado. En 1967 en la revista Mirador el crítico Joan Triadú escribe: "Eugeni Xammar, personaje totalmente legendario para los que tenemos menos de cincuenta años, periodista famoso y hombre a quien me gustaría conocer". Y la leyenda no cesa. Justo un año antes de morir, en 1972, la joven Montserrat Roig lo entrevista para Serra d'Or y queda cautivada por aquel "lobo sentimental y escéptico". Pero es que casi cincuenta años antes, en 1927, un Josep Pla joven, energético, apasionado, soltó una de la suyas en la Revista de Catalunya: "Xammar me ha enseñado más que todos los libros juntos. Es el hombre más inteligente que conozco, el que tiene el ojo clínico más seguro y un conocimiento del mundo más vasto. Todavía más, es el hombre de naturaleza más humana que he tratado, la persona menos primaria, el caballero que tiene la razón más despierta y el entendimiento más claro. No pasa día que no piense en él, en lo que me ha dicho y, sobre todo, en lo que me ha insinuado" (parte de su correspondencia se encuentra en el libro Cartes a Josep Pla). El de Llofriu fue uno de sus grandes amigos y también quien lo bautizó cristalinamente: "superperiodista".

Xammar es de todo: un hombre hecho a sí mismo, con un "talante trotamundos", políglota (habla siete lenguas y escribe cinco), con un "espíritu observador de una agudeza extraordinaria", rápido, muy informado, de escritura eléctrica. Siempre veía lo que iba a ocurrir. Él es el prototipo del periodista moderno. Él llevaba escrito en la cara qué tenía que suceder en el planeta. Y, claro está, lo contaba.

El aprendiz de una empresa de manufacturas de algodón se convirtió en periodista a los dieciséis años. Fue en 1904. Un joven de "cabellera leonina" debuta en el semanario catalanista La Tralla, una de esas publicaciones de combate que se cerraban y abrían de un día para otro: de La Tralla saldrá Metralla, por ejemplo. A todo esto, Xammar se había hecho ya hecho un nombre y una pluma. El periodista Jaume Passarell, compañero de sus inicios periodísticos, lo vio enseguida: "era un periodista al extremo". Siempre iba más allá de los límites. En El Poble Català, el diario que quería aglutinar el republicanismo catalanista, ya empezó a elevarse con sus artículos de política y sociedad: acerados, impetuosos, transparentes, originales.

Pero la Barcelona de la Semana Trágica de 1909 no iba con aquel joven. Esa fecha es, realmente, el año 0 de Xammar. Empezó a vivir en el mundo. Se marcha a Buenos Aires y trabaja en los periódicos La Argentina y El Diario. Y de ahí se va París (de 1910 a 1912), a vivir la bohemia. En 1913 queda seducido por Londres. Hará traducciones, entrará en la redacción del Manchester Guardian, será el hombre de El Día Gráfico, "corresponsaleando" con Julio Camba, Ramiro de Maeztu o Salvador de Madariaga. Todo esto mientras estalla la Primera Guerra Mundial.

Y ahí estaba él: enviado especial -al frente francés y a la flota británica- de La Publicidad y de la agencia Iberia. Inquieto, husmea, remueve y encuentra enfoques originales, vivos, audaces: un vuelo en biplano sobre los barcos, tras la mochila de los soldados... Periodista, sabe enmarcar la realidad, pulsa el disparador y la instantánea es nítida, interesante, y... es noticia.

Con la Gran Guerra la óptica periodística se enfoca y Cataluña se refleja en Europa. El país entra por el arco del triunfo del periodismo: Xammar, las crónicas de Agustí Calvet (Gaziel), y todos los jóvenes que, como Pla, vendrán detrás. Ellos importan las técnicas y métodos de trabajo del periodismo moderno, profesional, riguroso, sintético, de datos, matices, de ricas fuentes de información, de tuteo con la realidad. Este modelo, con acento sajón, hará desembarcar Xammar en la prensa catalana. En 1918 vuelve a Barcelona como redactor en jefe de la revista aliadófila Iberia y corresponsal del diario norteamericano The World. Además, la guerra también será fuente de inspiración para Xammar. Escribirá un breve, penetrante y, de nuevo, visionario ensayo (muy desconocido aún hoy) cuyo título lo dice todo: Contra la idea d'imperi [Contra la idea de imperio].

Con treinta años, la vida de Xammar es como una noticia: nace y muere cada día. De 1919 a 1922 trabajará en Madrid (El Sol, Fígaro y La Correspondencia de España) y en Ginebra, como redactor de la Sociedad de Naciones. Ampliará sus contactos, sus fuentes de información, sus amigos, sus experiencias, sus artículos... Y volverá a oler la noticia: Alemania.

La estancia de Eugeni Xammar en Alemania, de 1922 a 1936, es la etapa más brillante para el periodista pero la más triste en lo personal, y él lo intuye: Europa y Cataluña se hundirán. Xammar se convertirá en 1922 en corresponsal de La Veu de Catalunya y en 1924 de La Publicitat, los dos diarios catalanes más importantes y homologables a la prensa europea. En L'ou de la serp [El huevo de la serpiente] (con este título están recogidas parte de sus crónicas alemanas de los años veinte), retratará como nadie la Alemania herida por la guerra, el país que gestará el nazismo, los pueblos arruinados, el renacimiento de Berlín y una legendaria entrevista de cara al futuro: a Adolf Hitler. Esta entrevista la hará con Josep Pla, y juntos -el de Llofriu a partir de 1923 será corresponsal móvil por Europa de La Publicitat- recorrerán Alemania y buena parte de Europa (en Periodisme? Permetin! hay una compilación de artículos sobre aquella época).

Pero en 1931 Xammar mira a Europa y vuelve a ver "la encrucijada", "el camino de la paz o el camino de la inquietud". Mira a Cataluña y capta que la República es sólo "un relámpago que venía a iluminar un cielo lleno de presentimientos tétricos". Xammar siempre lo percibe todo antes de que pase: con un titular, con una frase. Y ahora le ha cambiado la cara. Como corresponsal del diario Ahora y de una cadena de cabeceras americanas relatará el ascenso, el triunfo y la devastación del nazismo como pocos periodistas: la locura de los mítines, el boicot a las minorías, las campañas de esterilización, el espectacular aparato de propaganda nazi... (este periodo se reúne en la obra Crónicas desde Berlín). También en Cataluña encontrarán problemas sus artículos.

En enero de 1936 empieza a escribir en el semanario satírico El be negre "uno de los mejores periodistas catalanes" bajo el pseudónimo de Peer Gynt. Xammar, a cientos de kilómetros de distancia, carga contra todo: anuncia un golpe de estado militar y la agitación social de los anarquistas: lo amenazarán de muerte. Europa y Cataluña están moribundas. El periodista tiene que huir de la embajada española en Berlín, donde es jefe de prensa. En París lo esperan la misma embajada y el mismo cargo. Colabora con la Generalitat exiliada y trabaja para la agencia norteamericana Associated Press.

Xammar es un superviviente pero, sobre todo, es un profesional del mañana. A principios de los años cincuenta se marchará a Washington para hacer de traductor en las Naciones Unidas. Y volverá, años después, a Europa para hacer tareas similares en la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra. Desde los días de los desastres colaborará en varias publicaciones catalanas del exilio. Su nombre ya es legendario: mítico, lejano, virtual.

En 1973 tiene ochenta y cinco años, y muere en la casa familiar de L'Ametlla del Vallès, donde ya pasaba largas temporadas desde su jubilación, en 1971. Xammar no ha quedado "inédito", como profetizaba Josep Pla, pero parte de su vida, de todo lo que vio y contó por el mundo, todavía se tiene que imprimir y está como en el aire (sus memorias quedaron recogidas en Seixanta anys d'anar pel món [Sesenta años de ir por el mundo] y también se puede leer una biografía a Periodisme? Permetin! La vida i els articles d'Eugeni Xammar), seguramente porque, como dijo su amigo a raíz de su muerte, Xammar vivía "del futuro".

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