Enric Sòria: el placer de saber y escribir

Francesc Calafat

Enric Sòria (Oliva, 1958), licenciado en Historia, bien pronto se dedicó al periodismo en la revista El temps. Aunque después ingresó como corrector lingüístico en la Diputación de Valencia, no abandonó nunca las colaboraciones en prensa. En 1997 se trasladó a vivir a Barcelona, donde trabajó como coordinador de la sección de opinión de Avui. En la actualidad ejerce de profesor de periodismo en la Facultad de Comunicación Blanquerna. Ha colaborado en El Observador, La Vanguardia y Saó, y en revistas literarias como Daina, Caràcters o L'Espill. Actualmente mantiene una columna semanal en Avui y en la edición valenciana de El País, y hace de puente entre el mundo cultural de Valencia y el de Cataluña. Enric Sòria es un escritor versátil y ha tocado con fortuna distintas teclas literarias: la poesía, la prosa del yo, distintos registros del ensayo y la traducción.

La poesía de Enric Sòria es de dimensiones breves, pero larga en intenciones. Mirall de miratges [Espejo de espejismos] (1981) y Varia et memorabilia (1984 y 1988, ampliado) -la manifestación firme de una voz que sabe ya a lo que aspira- sorprendieron porque plantaba cara al imperio de la poesía rebelde y de raíz simbolista de los años setenta. La retórica desbocada y la arbitrariedad, la falta de sentido, según anota en el dietario, lo enervaban. Así, alejado de la atmósfera opresiva y tortuosa del núcleo duro de los creadores líricos más representativos del momento, por su poesía pasa el aire, vital y hedonista, y con la defensa de la claridad de los clásicos expresa la cotidianidad estricta y la realidad de los sueños. Este canto de juventud, una máquina de generar deseos, llama a la carnalidad desinhibida, la ternura y la jovialidad, pero también, como toda lírica de la identidad, sismografía la desazón del ansia, las espinas del paso del tiempo, las imposturas y las fracturas de las relaciones. Una juventud, en ocasiones, con sueños delirantes y teatralidad de esteta, que hace bandera de la promiscuidad vital y depredadora, ya que, para los jóvenes aquí descritos el callejeo, la dispersión y los proyectos imposibles eran una forma de ganar la vida. A la postre, el protagonista, por así decirlo, empieza a ver claro que, aunque añora aquel "amor tan lliure que jo era", vivir pisando el acelerador también desconcierta, y se ve obligado a entender las reglas del deber. Cae en la cuenta de que las limitaciones no sólo frustran sino que, según cómo se miren, pueden proteger y estimular la avidez de disfrutar de las cosas. En Compàs d'espera [Compás de espera] (1993) y L'instant etern [El instante eterno] (premio Carles Riba 1998) con una voz cada vez más sólida y más severa en el último libro, el poeta despliega su mirada a partir de la idea de que el tiempo, mientras lo vamos haciendo, también nos hace, y, por eso, es de razón "estimar cada cosa purament mentre passa" y atrapar los huidizos instantes con el fin de percibir el sentido que se desliza entre las palabras y las acciones, comprender "aquella forma amagada", que conforma al hombre y "que no sentim aliena i en el canvi perdura". Mientras que en la primera juventud se vivía "com si cada moment poguera ser-nos l'últim", con la madurez se agudiza la fruición de la magia del instante -y de las cosas-, a vivirlo como una "breu tast d'eternitat", que seguramente es la estrategia de los humanos para vivir plenamente. Por esta razón, en un poema glorioso se entonan en una bella melodía los "talismanes" que justifican la existencia. Junto con la intensidad del momento, planea un ansia -a menudo interrogadora- que convierte al poeta en una figura o una sombra, que persigue una sombra que nunca alcanza.

Esta actitud omnívora no se traduce en un despliegue masivo de poemas al estilo de un poeta muy querido por Enric Sòria, como es Estellés, sino que más bien nos encontramos ante una poesía reticente, austera, que apuesta por poemas estratégicos que iluminan las corrientes oceánicas que circulan por la historia de la que le ha tocado ser testigo. Quizás por este motivo, como ha dicho muchas veces al autor, no ha tenido interés por construir poemarios unitarios. Cada poema es un hito, tiene una modulación propia. En todo caso, también ha probado en una plaquette poco conocida, Deu vinyetes per a un poeta valencià de preguerra [Diez viñetas para un poeta valenciano de preguerra] (1993), una concepción de conjunto con el objetivo de integrar la mirada local con las desazones europeas.

Enric Sòria defiende y practica una poesía comprensible `cosa que no significa ni simple ni fácil- para hablar de asuntos complejos. Consciente de las ambigüedades del lenguaje, sabe que entre el espejo del poema real y el espejo del poema deseado hay siempre una brecha a considerar, y, con el fin de salvarla, el poeta busca la precisión, la palabra densa, las cargas de profundidad y las resonancias literarias. Y por este motivo su voz, en este juego de reflejos y perspectivas, oscila entre el vislumbre de la brevedad y la discursividad, entre la ironía y la reflexión, entre la identidad personal y la colectiva, entre el poema emblema y el poema "a la manera de". En este tráfico de transacciones literarias, el poeta muestra las cartas y podemos ver cómo Kavafis, Borges, Cernuda, Brines o Estellés, han sido para él un estímulo enorme, nunca lo han ahogado, porque después Sòria ha puesto la letra y la música.

Enric Sòria es mucho más que un poeta, es un hombre de letras, un ensayista de autoridad notable, con un compromiso creciente en el revuelto arte de la opinión pública gracias a sus colaboraciones en prensa -después recogidas en libros- y sus dietarios. Sus textos pronto fueron apreciados por su claridad de juicio, por un estilo apasionado y por su responsabilidad, clara y contundente. Su dinámica curiosidad y el juego analítico que despliega en sus escritos son servidos por un saber amplio y sedimentado y por una sensibilidad a flor de piel. Su querencia principal siempre ha sido la literatura y el arte en general, pero su abanico temático se ha ensanchado a medida que ha sintonizado su escritura con el ritmo de la actualidad.

El talante intelectual de este autor valenciano es de corte clásico. Hace de ciudadano y desarrolla una inteligente gimnasia argumentativa al servicio de una reflexión crítica sobre los asuntos que marcan el presente. Criticar unas determinadas actuaciones en los asuntos públicos y luego adherirse a otras no es ajeno a la política, aunque Sòria lo hace desde un ángulo diferente a los políticos profesionales. Y lo que importa aquí es su responsabilidad y su implicación en las causas en que participa. Su personalidad, con todo, presenta diferencias respecto a escritores como Joan Fuster y Joan Francesc Mira, ya que entre sus prioridades no se cuentan la dedicación teórica a la identidad ni la orientación política de Valencia. Parece que la fuerte pimienta nacionalista lo echa para atrás. Pero indudablemente la circunstancia valenciana lo afecta y cuando ha hecho falta ha dado su opinión, sobre todo para denunciar las burradas de la Administración respecto al catalán y su asfixia como lengua viva y lengua de cultura.

Mentre parlem: Fragment d'un dietari iniciàtic [Mienras hablamos: Fragmento de un dietario iniciático]y La lentitud del mar: Dietari, 1989-1996 [La lentitud del mar: Dietario] (premio Carles Rahola 2003), dos títulos de referencia de la prosa memorialística, testimonian la formación permanente de un escritor que trata de expresarse, de comprenderse y comprender el mundo mientras registra los complejos vínculos entre el pensamiento y la vida. En ellos hay pensamiento a espuertas; vida, no tanta. Un poco más habrá en el volumen siguiente. También, aquí y allí, aflora la sorpresa -y la fascinación- de las experiencias pasajeras. Los dos libros escenifican al fin y al cabo, el combate mental que mantiene a varias bandas para "ser y saber". En ellos es constante el estira y afloja entre argumentos y contraargumentos, matices y más matices, entre la reflexión general y la fecha concreta, para llegar a una especie de decisión judicial interior. El cerebro, viene a decir al autor, interioriza la plaza pública. Hay, en consecuencia, poco espacio para el descanso, para la armonía. Eso supone, además, que los problemas del mundo lo afectan y los vive plenamente. El segundo volumen es más exigente y la preocupación moral se convierte en su punto nodular. Encontraremos asuntos resbaladizos, como la verdad y el error, la justicia y la imparcialidad, el racismo, el determinismo... En el debate inagotable entre universalismo y localismo, Sòria propugna una especie de ética de carácter universal, cosa bien diferente de una vida universal.

En la aventura titánica -o casi- que son las páginas personales, y también los artículos, que lleva a cabo al autor con el fin de urdir respuestas plausibles, aunque provisionales, juegan un papel clave, por un lado, el rigor, ejemplarizado en la búsqueda de veracidad, de exactitud, de argumentos de peso; del otro, la honestidad, la autenticidad, que lo obliga a dudar, a autocriticarse y a revisar constantemente sus opiniones. Los dos aspectos llegan a conseguir a lo largo de los dietarios ser un valor por ellos mismos y cumplen el papel añadido de aportar seguridad al autor y credibilidad de cara a los lectores. La literatura de la memoria de Enric Sòria, como suele decirse hoy, es una construcción, pero es mucho más que una simple puesta en escena, por la implicación personal y por la profundidad de su pensamiento.

El autor afirma que el yo es plural, pero vivir una vida digna de ser vivida pide atar en corto a esa coral interna con el fin de conseguir una estabilidad mínima, porque la vida es frágil y toca luchar en medio de la certeza y de la confusión, entre las cosas sólidas y las cosas que se desvanecen, que decía el título de un libro famoso.

Los dietarios son eso, pero también una cantera vastísima, escrita con una prosa poderosa, de ideas, lecturas, sugerencias, aforismos, viajes, retratos... De esta golosa voracidad por la cultura y la noticia, se ofrece una buena muestra en los libros de ensayos, donde recoge el sumario de sus amores y cuestiones literarias de envergadura, como el realismo y la novela histórica (Incitacions [Incitaciones] y L'espill de Janus [El espejo de Jano], libro que contiene artículos de verdadera altura) o en Sermonari laic [Sermonario laico] (1994) y Cartes de prop [Cartas de cerca] (2006) -recopilación de crónicas sobre Valencia dirigidas a sus paisanos- donde trata temas generales y de actualidad, generoso y ecuánime, al margen de temas polémicos, con las sorpresas que le proporciona la cultura.

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