Sobre David Vilaseca

La vida de David Vilaseca (1964-2010) transcurrió casi en dos mitades, entre Barcelona y Londres. A raíz de su muerte, que tuvo lugar en el mes de febrero de 2010, aparecieron dos excelentes obituarios, en la prensa inglesa i en la catalana, que reproducimos a continuación.

El primero, lo firma el escritor Màrius Serra, que compartió clases con David Vilaseca en la Facultad de Filología de la UB de los años 80. Y el segundo fue escrito por Paul Julian Smith, destacado hispanista británico, catedrático de la Universidad de Cambride, y director de la tesis del doctor Vilaseca, además de una persona de referencia en sus trabajos académicos.

El primer obituario que presentamos apareció en La Vanguardia (28/04/2010) y el segundo en las páginas de The Guardian (11/03/2010).

Uno de los mejores

Màrius Serra


Un camión le arrolló mientras circulaba en bicicleta hacia su casa de Londres, en London Bridge. A sus 46 años, David Vilaseca fue (y la mera elección de este tiempo verbal me aflige) uno de los mejores de mi generación universitaria de filólogos. Y es aún, ahora y aquí, un gran desconocido. En los ochenta participó en la revista literaria universitaria Ratlles (quatre), que dirigía Esteve Miralles en la UB, y en la que nos estrenamos unos cuantos en la escritura, entre ellos Jordi Galceran.

Luego coordinó, junto a Ruth Galve, la Antologia Poètica Universitària 1985 (Proa) en un intento claro de establecer una continuidad con las antologías catalanas de los años cincuenta y publicó una versión reducida de los viajes de Marco Polo.

Tras un máster en Literatura Comparada en la Universidad de Indiana (Bloomington) se doctoró en un tiempo récord en Londres (Queen Mary) y publicó, ya en 1995, su primer libro con Dalí en el trasfondo: The apocryphal subject: Masochism, identification and paranoia in Salvador Dalí´s autobiographical writings.

David Vilaseca se especializó en teoría crítica de la literatura gay en el ámbito hispánico. Su creciente prestigio en el sistema universitario británico contrasta con el menosprecio que obtuvo del nuestro. En 1993 volvió a la UAB, pero la telaraña del poder universitario quiso deglutirlo y él no se amilanó. Duró un curso. En 1994 la Universidad de Southampton le fichó con solo leer su currículum y desde el 2000 estaba, cada vez más asentado, en el Royal Holloway.

En el año 2007 nos sorprendió con un extenso dietario autobiográfico situado en el mundo gay de Londres, que le valió el premio Octubre de narrativa de ese año. L´aprenentatge de la soledat,publicada en València por 3i4 y poco divulgada, ha sido considerado el mejor texto catalán de literatura gay. Deberíamos leer a Vilaseca, que supo esquivar la soledad y el desarraigo en un mundo homófobo hasta que este se disfrazó de camión y embistió su bicicleta.


David Vilaseca obituary. An exiled authority on Hispanic culture, he homed in on identity

Paul Julian Smith


David Vilaseca, who has died aged 46, after being run over by a skip lorry as he rode his bicycle near his home at London Bridge, was a professor at Royal Holloway, University of London, who specialised in Hispanic studies and critical theory. He wrote two major books and a string of brilliant articles over the course of some 20 years.

As an authority on Spanish and Catalan culture, he produced original and innovative studies of a number of writers, mostly gay, and exiles from their native land or language. Himself a proud and openly gay man who had made his life in London rather than his native Barcelona, David clearly had a personal interest in such figures. But as a master in the demanding school of poststructuralist thought, especially psychoanalysis and queer theory, he was an impeccable scholar. His central theme was that identity was unstable and the limits between self and other difficult, if not impossible, to draw. It was a theme he would also explore in a prizewinning novel.

David took his first degree in philology in 1987 at Barcelona's University before studying for an MA at Bloomington, Indiana, in 1989. I supervised his PhD, awarded at Queen Mary, University of London, in just three years (1992), in spite of the fact that he had a full teaching load as a language assistant. He then returned to teach at Barcelona’s Autonomous University. Finding the British system more receptive to his research, he came back to a lectureship at Southampton University in 1994 before moving to Royal Holloway as senior lecturer in 2000 with rapid promotion to professor of Hispanic studies and critical theory in 2003.

Salvador Dalí, whose autobiography was written in several, indecipherable hands and in a macaronic mix of languages, was clearly a perfect match for David's deconstructive approach. His first book, published in 1995, was The Apocryphal Subject: Masochism, Identification and Paranoia in Salvador Dalí's Autobiographical Writings. Where previous scholars had attempted to discover the "true" Dalí behind the multiple masks, David took seriously the elusiveness of identity in a subject who wrote gnomically: "There are four Dalís and the best is the fifth." Crucially, this sense of self was built on Dalí's vehement rejection of homosexuality, and of Federico García Lorca, the gay poet who loved him. The painter could thus at one moment write jokingly to Lorca as a rent boy, offering his services for a few pesetas, and at another insist dogmatically: "Let there be no misunderstanding on this point. I am not a homosexual."
Bizarre episodes in Dalí's autobiography suddenly made sense in David's subtle and sensitive readings. In one tragicomic scene, Dalí struggles with a razor blade to cut out a tick that he believes has attached itself to his back, only to discover that it is a mole, part of his own body. Self and other, inside and outside, thus prove perilously difficult to separate.

While David's first book had on its cover a youthful Dalí, proudly posing in a turban, the second, Hindsight and the Real: Subjectivity in Gay Hispanic Autobiography (2003), boasted Johnny Depp in full drag from the film version of Before Night Falls, the autobiography of the Cuban exile Reinaldo Arenas.
Typically, David's accounts of Spanish, Catalan and Hispanic writers could prove unsettling to scholars and activists alike. Thus, he showed convincingly that Arenas actively constructed an image of himself as a person with HIV/Aids, even as that identity was imposed upon him; and that the Spanish novelist Juan Goytisolo came to identify himself as a homosexual only when told as much by his mentor, Jean Genet. This was a fine example of the "hindsight" of David's title, the way in which retrospectively we build narratives of ourselves, telling tales that are never simple or single.

It was perhaps a surprise that such a private person as David should publish a novel that was clearly autobiographical in origin. L'Aprenentatge de la Soledat (The Apprenticeship of Solitude), composed in diary format, is the story of a gay Catalan living in the London which David loved. While it would be naive to take the novel as a personal revelation (David worked for years on stylistic revisions of his text), it charts with disconcerting objectivity love and sex in the capital. Lengthy and controversial, it marked David's return to the Catalan language and won him the 2007 Octubre prize for Catalan fiction.

David wrote that, as in the continuing relationship between patient and psychoanalyst, Dalí's autobiography was "part of a love story which has clearly not come to an end". This is also true of his own writing. A third academic book, Negotiating the Event, will be published this autumn.
David is survived by his mother, Marina, his sister, Marta, and the many friends who loved him.


De Moix a Vilaseca. De David a Terenci

Esteve Miralles


"Quisiera recobrar la frescura, la inquietud, la insolencia, la impagable sensación de que no había nada que perder y que todo estaba por ganar a cada paso. Así, la razón de esta autonarrativa no es tanto restituir cuanto restituirme a mí mismo en la frescura de ayer, en la desmesura de los orígenes. En el descaro primordial que fue el verdadero origen de la vida..." (Terenci Moix)


Debía correr el año 1986, o el 1987. En todos los vagones de todos los metros de Barcelona, se veía a alguien leyendo No digas que fue un sueño. Era la obra ganadora del último Premio Planeta, y era –ante todo– un libro del Terenci. Así: “el Terenci”. Era un personaje público amado por la gente, y una paleotelevisiva figura mediática (conocido en Cataluña por sus frescos programas de entrevistas), y evidentmente: era un escritor cuestionado. A mí, que sucumbo fácilmente a las suspicacias, me parecía cuestionable. Pero David –aquel David joven y brillante, al menos tan suspicaz como yo– celebraba esa popularidad: “¡Si hasta mi padre está leyendo la novela del Terenci!”, exclamaba entre irónico y serio a la vez.

Años más tarde, el doctor David Vilaseca Pérez –dejadme ser formal por un instante– se aproximó desde la excelencia humanística al estudio de algunas figuras destacadas de la cultura catalana contemporánea: Salvador Dalí, Jaime Gil de Biedma, o los directores de cine de la llamada Escola de Barcelona, entre otros. I, entre esos otros (2007, 2008), se dedicó al análisis de la obra autobiográfica de Terenci Moix, desde la perspectiva de los llamados Queer Studies (los “estudios sobre lo extraño”, podríamos traducir, en una accepción amplia, que David defiende más allá de las connotaciones estrictamente homosexuales del término) y bajo el amparo metodológico, sobre todo, de la filosofía de Gilles Deleuze.

David –como académico y como escritor– hizo una apuesta por la comprensión de la subjectividad; de su carácter inevitable e inviable a la vez. Y puso en relación los complejos hilos de la sexualidad, del exilio y el desarraigo, de la sensibilidad artística; de la extrañeza y del extrañamiento. Y, en este contexto, se aproximó a los tres libros de El peso de la paja, desde el respeto al coraje autobiográfico de Terenci Moix. Y –aventuro– en cuanto autor de la novela-dietario L’aprenentatge la soledat, también como cómplice y, en cierta manera, continuador. (Un detalle sobre la continuidad, tal vez: el último libro de David, aparecido póstumamente, está dedicado a su hermana y a sus tres sobrinos, del mismo modo que Terenci dedicaba su autobiografía a los hijos de sus amigos.)

U otras posibles proximidades. David escribe: “hay una ‘pasión por lo real’ que, al final de este gran y proustiano ‘aprendizaje por los signos’ (cf. Bogue 2003:2) que es El peso de la paja, la autobiografía en tres volúmenes de Terenci Moix, conduce al narrador a renunciar ascéticamente al ‘amor’ y a sus inmediatos intereses personales como ‘persona’ biográfica en favor de un dominio de trascendencia virtual encarnado en el arte y la literatura. Ese acto de renuncia constituye un evento [event] en el sentido que da Badiou al término, porque cambia retroactivamente los parámetros simbólicos con que el narrador había concebido su vida y a sí mismo como sujeto hasta ese momento, poniendo un final a la serie de fallidas relaciones amorosas (o ‘simulacros’ en el sentido deleuziano) en qué él ha puesto su empeño hasta ese momento y, en un giro inesperado hacia la trascendencia, configurándose a sí mismo desde entonce como sujeto insobornable de una causa genérica: la de su vocación literaria.”

Podréis hallar esta cita (p. 218) en el libro póstumo de David Vilaseca: Queer Events. Post-deconstructive Subjectivities in Spanish Writing and Film, 1960s to 1990s, publicado por Liverpool University Press (2010).

El libro incluye un capítulo titulado “How Does One Escape One’s Own Simulacrum? Time, Repetition and ‘Asceticism’ of Being in Terenci Moix’s Autobiography”. Y lo que os presento a continuación son algunas ideas que provienen de dicho artículo. Espero que nos sirvan para arrancar un primer diálogo sobre cultura catalana y homosexualidad (o “extrañeza” en general), o sobre sociedad catalana y literatura del yo, o sobre cualquier otro aspecto que os inspire esta relación entre estas dos voces de dos generaciones consecutivas: Terenci nació en 1942, y David en 1964.

Haced vuestras aportaciones. Desde cualquier perspectiva. Y abiertamente: porque esto es, pretende ser, sólo, un diálogo entre amigas y amigos.

El último artículo de David sobre Terenci se propone “mostrar que al lado de ese Moix ‘camp’, engañosamente ‘posmoderno’ –el campeón del deseo queer y de la performatividad kitsch; el enfant terrible que, en sus intervenciones en los medios y en la prensa popular hizo bandera de su orientación sexual ‘como un instrumento de provocación’– hay un escritor sorprendentemente ‘clásico’ y ‘ascético’ por descubrir: el que emerge de los tres volúmenes de la autobiografía de Moix, El peso de la paja” (p. 92).


Virtualidad, Tiempo, Simulacro


Con este propósito, David analiza tres aspectos de la autobiografía moixiana: el peso de lo “virtual”, el tratamiento del Tiempo y la noción de “simulacro”.

Empecemos por el primer aspecto: de acuerdo con Deleuze, David no entiende lo “virtual” como un elemento a parte de la realidad (en el sentido más común de “realidad virtual”), sino desde un interés por la realidad de lo virtual. Es decir: en el sentido que lo virtual genera efectos y consecuencias reales. Y también: en el sentido que es virtualmente (pensadamente, conceptualmente, mentalmente) que construímos aquello que entendemos como realidad.

Desde esa mirada, David se aproxima al uso que Terenci hace del cine en sus libros autobiográficos. No se trata, por así decir, de una impostura posmoderna. Escribe David: “El cine no sólo ofrece una via ideal de escapismo de la espantosa realidad del período de posguerra, sino que a la vez desarrolla un papel específico a nivel epistemológico y ontológico. [...] Está claro que para Moix las imágenes y las narrativas absorbidas en las salas de cine se convierten en los modelos en comparación con los cuales su experiencia real adquiere sentido, aunque con nada más que un pálido reflejo de dichos modelos.” (p. 99) Y añade, respecto a este carácter subsidiario del mundo real respecto del virtual (cinematográfico), que esta subsidiaridad “acoje todos los aspectos de la experiencia del narrador, desde la forma en que percibe a ciertos personajes secundarios hasta la forma en que se comporta con sus amantes, la forma en que interpreta ciudades y paisajes, o la forma en que concibe su propia identidad.” (p. 100) Parece, dice, que para Terenci “ninguna realidad puede ser concebida si no como réplica de aquello que ha existido previamente en las películas” (p. 101).

Es magnífico el análisis que David hace del uso del término “Niño” para referirse a distintos personajes (el Niño Rubio, el Niño Rico, el Joven Inquieto, etc.) que aparecen en El peso de la paja.

Y no puedo dejar de encontrar ecos y contrastes con lo que hallamos en L’aprenentatge de la soledat. David apunta que esta succesión de Niños “es una multiplicidad que certifica la univocidad o la ‘universalidad’ (...) de la idea virtual que ellos expresan o llevan a la realidad en la autobiografía de Moix, que no es otra que el concepto de ‘Compañero’ con C mayúscula –esa idealizada ‘otra mitad’ o ‘pareja perfecta’ (...) con quien establecer (por usar términos lacanianos) una ‘relación sexual’ apropiada– a quien Moix declara haber estado buscando incansablemente (e infructuosamente) durante toda su vida.” (p. 102)

Terenci es consciente que este “compañero” es un “mito”, una “mezcla de idealismo” y, por tanto, “inalcanzable”. Pero es desde la virtualidad de este mito, sugiere David, desde donde la persona ha afrontado sus experiencias reales, y desde donde posteriormente el autor ha elaborado autobiográficamente cada “repetición” (cada Niño, o Joven). Y, de este modo, ha dado un sentido específico (nuevo) a cada hecho similar vivido; a cada repetición. David insiste en una cita de Terenci: “[T]odo, todo era copia de copias en aquel mundo mío...”.

Copias del cine o copias de idealizaciones: que regresan al cine, apunta David, porque el Niño Ideal de Terenci era el protagonista de Kim de la India.

En cuanto al segundo aspecto estudiado, el Tiempo –que Moix usa en mayúscula–, David se apoya en la mirada de Deleuze sobre Proust para mostrar que, en la escritura autobiográfica, les “revelations of memory” generan un tiempo de transcendencia virtual donde se instala el recuerdo de las experiencias vividas.

Un apunte: como ya demostraba la traducción que el David-estudiante publicó en Ratlles (quatre), Proust fue –es– una de sus pasiones fundacionales.
De la mano de Bergson y de Deleuze, David apunta a una visión del pasado entendido no como un presente anterior, sino como un elemento “ontológico” que coexiste en cada presente: y que tiene una existencia virtual, que lo hace eterno. Es la obra de arte lo que permite ir más allá del tiempo perdido o malgastado en cada cotidianidad, dice: “los signos del arte nos ofrecen un ‘tiempo recuperado’ y una afirmación de ‘eternidad real’” (p. 108).

En este sentido, David considera que los tres volúmenes de El peso de la paja, a pesar de que el autor preveyó volúmenes que no escribió, completan un proceso de entrega a la vocación literaria y de abandono de las “distracciones” mundanas que habían mantenido ocupado a Ramon Moix antes de convertirse, definitivamente, en Terenci Moix.

Sorprende la contundencia de David en este punto: “es difícil imaginar en qué manera unas páginas extra (...) habrían añadido nada sustancial a esta histoira en concreto.” (p. 110) De algún modo parece aparecer aquí, por debajo de la ponderación académica, la voz del autor de L’aprenentatge de la soledat, que se entrega a una conclusión similar.

Es remarcable la lectura que propone David del último capítulo del segundo volumen de las memorias moixianas (El beso de Peter Pan), titulado “Epílogo en Nunca Jamás”. Es, para mí, un texto de una calidad literaria altísima, muestra del gran talento –no siempre realitzado sobre el papel– de Terenci Moix. No me detengo en ello. Lo interesante es, entiendo, que para explicarse autobiográficamente (para explicar su pasado desde el presente) el autor remite a un Tiempo virtual, que jamás existió en el mundo de la experiencia, pero que revela la verdad.

Y David conecta este Tiempo virtual revelador con la vindicación identitaria que Terenci hacía de la antigüedad y especialmente de Egipto. Así pues, al lado del tiempo continuo hecho de momentos, existiría “un tiempo de un orden completamente distinto, encarnado en los restos de culturas del mundo antiguo, que existe por siempre y que nos instala en lo que el autor llama ‘una eternidad consoladora’ (p. 116).

Para David, Terenci aspiraba a expresar la eternidad, y a tocar el ser profundo del tiempo, que es “absolute and immobile”. Pregunto: ¿aspiraba a la eternidad o, sobre todo, al consuelo?

Y finalizamos con el tercer elemento: el “simulacro”. De hecho, el énfasis de David se centra sobre todo en la noción de “sujeto”, definida a partir del pensamiento de Deleuze y de sus comentaristas (Badiou, Zizek).

Tengo la sensación que, al analitzar la obra de Terenci, David nos ofrece también las claves de su poética personal, de su teoría de la literatura, fundamentada en la teorización de la subjectividad.

Deleuze entiende a los seres “como meros ‘simulacros’” y postula una distinción entre “la categoría del self (la ‘persona’) como sustancia y la del ‘sujeto’ como pura virtualidad” (p. 125). Con un matiz, en palabras de Zizek: “a partir del momento que es hecho a la realidad, el sujeto deviene sustancia” (p. 121).

Y ello genera un propósito, ahora en palabras de David: “debemos trascender nuestro self en cuanto ‘simulacro’ para conseguir la ‘conciencia impersonal’ (...) de nuestra (virtual) subjetividad –un proyecto ético y ontológico que Badiou define como alcanzar una ‘beatitud intelectual’” (p. 127).

En síntesis, en la obra de Terenci: una visión de la madurez como la renuncia ascética al amor y la entrega proustiana a la vocación literaria. (Tanto Moix como Vilaseca, simbolizan el abandono, sereno, del amor mediante la escena final de Der Rosenkavalier, de Richard Strauss.)

Evidentmente, he hecho un resumen básico, y he dejado ideas fuera. Y soy consciente de no ser siempre suficientemente comprensible. No me juzguéis con severidad...

En cuanto a El peso de la paja, com hemos visto, David detecta esta mirada deleuziana en la manera en que el autor acoje a su ‘sujeto’ virtual (Terenci) y abandona a su ‘simulacro’ real (Ramon). Pero también subraya otros aspectos del mismo proceso, como la nostalgia de un pasado no vivido (tanto Alejandría, como la Cataluña de preguerra transmitida oralmente por la familia). Y, en especial, en la conciencia de la “callada angustia del hombre por no alcanzar todavía la autoridad sobre sí mismo”, cuando nuestra identidad la determinan aquellos que nos rodean y circunstancias que no controlamos, com el lugar de nacimiento, o las lenguas que aprendemos.

Recuerdos, fantasías, textos leídos, textos escritos...

En palabras de Terenci Moix, que David cita: “Memoria, literatura, presente y pasado, lo que imaginamos y nunca fue, los sueños que tuvimos y nunca se cumplieron [...] todo forma un todo absoluto”.

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