Quién soy y por qué escribo

Baltasar Porcel

Baltasar Porcel (Andratx, 1938-Barcelona 2009) es uno de los escritores catalanes que ha conseguido un reconocimiento más internacional, además de una figura irreemplazable en la literatura contemporánea catalana. Traducido a muchos idiomas, sus trabajos han conseguido premios en Italia (el Premio Bocaccio), Francia (el Prix Méditerranée) y los Estados Unidos (Critics' Choice). Su obra incluye novela, cuento, ensayo y artículos periodísticos. Durante muchos años ha escrito diariamente una columna en el periódico , uno de los más leídos de Cataluña.

Cada vez me resulta más difícil expresar mi, digamos, poética, mientras que la crítica responsable la define cada vez mejor, y a este respecto debo señalar en estos últimos tiempos a los autores de los estudios-prólogo de mis Obres completes [Obras completas], empezando por el primero y más extenso de Joaquim Molas. Pero yo veo las cosas más difíciles en su aspecto teórico, precisamente porque la práctica me parece progresivamente más concreta. Cuando puedo darle la forma que busco, claro está, algo que no siempre resulta fácil y que a menudo es imposible.

Nunca me han interesado los autores experimentales ni los vanguardistas. O me han interesado poco, excepto cuando la forma les ha servido para conseguir la chispa de lo extraordinario. Como Kafka. O Faulkner. Pero a menudo esta actitud literaria no pasa de mero ingenio, de cabriola, que pretende expresarse a través de la distorsión. Y no lo consigue, excepto en el caso de los que sí viven en su entorno y consideran el mundo no por lo que es, sino por lo que ellos aprecian en él.

Tampoco creo en los autores que se amparan en conceptualismos, en andamiajes teóricos como defensa primordial de su obra. Suelen hacerse un hueco entre ciertos profesores, cuando una persona sólo se justifica por su fuerza y su armonía. Un autor puede elaborar una explicación de lo que siente al crear, como lo han hecho a menudo algunos, empezando por Conrad. Pero un libro de poemas será una estafa por mucho que su vacío se adorne con pseudofilosofías enaltecedoras. Hay un ensayo a la francesa que confunde la incontinencia verbal con el contenido. Prefiero la reflexión anglosajona, que se ciñe a hechos concretos.

De mí puedo decir que sospecho que escribo a partir de una conciencia panteísta y ecológica. O sea, veo al hombre, el paisaje, la muerte, los efectos de la luz, como un todo en conexión. Dicen y he dicho que soy en ocasiones bastante barroco. Pero escribía igual cuando decían y decía que era bastante realista: las pasiones humanas y los colores y formas de la naturaleza están en mis escritos. A veces, mirando el cielo por la noche, siento la redondez de la Tierra, girando en el vacío pavoroso del Universo. Un amplio valle en calma sacudido por el viento me emociona más que cualquier contacto humano. Los hombres y los animales -Carme Arnau ha escrito al respecto y Cavalls cap a la fosca [Caballos hacia la noche]- me parecen a veces de un parecido incuestionable: son tan pequeños como nosotros ... Y la muerte es la materia en transformación, un drama como el del pez atrapado en el anzuelo. La felicidad parece un árbol poblado, los almendros en flor bajo el sol de febrero...

El estilo, la palabra tienen que responder a esta profunda convicción: los escritores son palabras. Pero hay escritores de palabras vivas -Maragall tenía una teoría al respecto que ignoro- y otros de palabra vacía, aunque pomposa. La vida de las palabras proviene de la semántica mamada por el escritor, de la oscura relación entre el tacto y las sensaciones de las cosas, la emoción, y las palabras definitorias con las que el escritor, el hombre, las ha conocido. Esta carencia es el único fallo de magníficos estilistas y grandes creadores verbales como Azorín y Valle-Inclán. Es la soberbia virtud de Josep Pla cuando no lo convierte en máquina de tricotar. Y ésta es una de mis luchas de siempre. Cuando leo un texto mío y no se alza como si fuera una maqueta, lo borro.

Volvamos a la técnica. He fabricado las novelas como he podido. A menudo la construcción de un argumento, digamos, unitario se me resiste. Pero no porque lo encuentre difícil, pues lo he hecho y creo que bien en Els escorpins [Los escorpiones], Les pomes d'or [Las manzanas de oro] y El divorci de Berta Barca [El divorcio de Berta Barca].

Lo que pasa es que, como quiero decir en los otros libros, una historia articulada convencionalmente me resulta corta, cerrada, para abarcar los planes, motivaciones, atmósferas y personajes que pugnan por salir, que configuran el relato que pretendo escribir. De ahí las diversas historias y los tiempos múltiples que se mezclan y, en consecuencia, la, para mí, necesaria técnica de zigzag o de mosaico con que suelo escribir. Y hay espléndidos argumentos convencionales que expresan realidades diversas: Guerra y paz de Tolstoi, el primero.

El hombre y sus pasiones: he aquí la motivación profunda de mis novelas. Y desplegada a través de espacios humanos diversos. El de la violencia: hay una furia subyacente tras las sonrisas; sólo con ferocidad se pueden abordar las grandes hazañas y los grandes crímenes inherentes a la vida. El amor: la felicidad mayor se encuentra en la fusión sexual, aún más divina si es también sentimental, de los cuerpos, con el placer del tacto, la obsesión mental, el paroxismo del orgasmo. El del tiempo: somos una transformación en el tiempo, luchamos por convertir su paso en una dinámica, para hacer un destino en el que nuestra voluntad se imponga sobre los condicionamientos circunstanciales. El de la acción: es estimulante y agotadora. Por encima de todo, la inmovilidad nos acerca a la muerte. Y el sarcasmo y la evanescencia soñadora y...

¿He creado el mito de Andratx? Bueno, sí. Pero debo recordar que en varias obras mías -Els escorpins, Les pomes d'or, Els dias immortals [Los días immortales], El divorci de Berta Barca, los cuentos chinos y los del apartado "Altres terres, altres mans" de Tots els contes [Todos los cuentos]- he descrito ambientes alejados de mi pueblo, de la isla de Mallorca.

Con Andratx nunca me propuse conseguir literariamente nada: ni escribir una novela ni ofrecer un mito. Ocurrió, sin embargo, que probablemente por educación literaria y lecturas, ambas muy deficientes, me vi obligado a escribir sobre lo que conocía, qué es o era Andratx. Mejor dicho, resultó que en el momento de "llenar" una situación o un personaje, si lo situaba en Andratx me parecía que adquiría mayor sensualidad, un relieve superior, un enfoque más adecuado. La experiencia como plataforma de la imaginación.

Yo viví en Andratx hasta los quince años. Nunca he dejado de ir uno o cuatro meses el año, a Sant Telm, a la pequeña finca familiar. Mientras crecía, conocí el mundo, los hombres y el paisaje, el gusto y las ilusiones en Andratx: un cristal a través del cual me resultaba más fácil, a la hora de escribir, contemplar y rehacer el mundo. Al mismo tiempo, una lectura impactante de novelas realistas, rurales, como las de los castellanos y los italianos de los años cincuenta (Fernández Santos y Aldecoa, Pavese y Carlo Levi), me proporcionó ciertas pautas. No obstante, nunca me frenaron. La ironía, el trascendentalismo, el gusto por la lengua, mil cosas me separaban de ellos. Me gusta mucho Las almas muertas de Gogol, que es lo mismo y no lo es en absoluto.

Pero el Andratx real ha quedado espantosamente atrás: ¡ahora tengo lo que me he creado yo con los recuerdos, incluso para mí sólo queda ya el mito de Andratx !, aunque ignoro si seguirá actuando como generador de otras novelas... El mito, supongo que sí. El "cristal", no lo creo. En realidad, Les primaveres i les tardors [Primaveras y otoños] ya era sólo el mito, aunque el lugar y el espíritu fueran más o menos los de mi casa de Sant Telm.

Supongo que tendría que hablar también de mis libros de viajes, del teatro, del mucho y mucho periodismo que he hecho, desde las entrevistas en Destino y Serra d'Or, a la actual columna político-sociológica de La Vanguardia. Y de la televisión. Mi espacio de viajes "El món en català" ["El mundo catalán"] en TVE fue el primero que se ocupó del ancho y franco mundo en esta lengua. Pero ahora ya no me referiré a nada de eso, porque soy fundamentalmente un escritor que, como objetivo máximo, y, al margen de la coyuntura y la fama, se ha propuesto escribir algunas novelas buenas.

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