Palabra de poeta

Llevados por un sueño

La poesía no está hecha para ser explicada. Cada poema dice lo que dice, y es el resultado de un proceso interior no siempre reconocido ni previsible. Además de las razones deliberadas que nos impulsan a dar una forma escrita determinada al pensamiento, hay otras instintivas. Frente a la hoja en blanco, ni tú mismo sabes cómo terminará la aventura de dar nombre a lo que aún no tiene. Los mejores creadores suelen ir más allá de su consciencia y, en último extremo, si deben elegir entre la realidad y el lenguaje, toman partido por lo segundo. A esto yo le llamo autenticidad. Teniendo en cuenta que las palabras no son más que fragmentos de nuestra identidad más intrínseca. Por el mismo motivo, le podríamos llamar igualmente libertad. La poesía, la literatura, es un acto de libertad; porque al dar autonomía a las palabras, nos la damos a nosotros mismos. Pero todo esto no termina aquí. Un buen texto literario debe permitir también que los lectores puedan reinterpretarlo libremente según su manera de ser o según sus necesidades. Por este motivo me gusta tan poco comentar mis poemas. Quisiera que fueran como la música. Más que respuestas o tesis, un poderoso estímulo. Una explosión de luz que iluminase los ángulos muertos de los paisajes existenciales de quienes hubieran optado por su lectura. No necesito ninguna otra complicidad de los lectores, si es que tengo alguno en el país que estamos construyendo, sobre el escándalo de la especulación, donde lo que quedará de nuestras esencias pronto podrá resumirse con aquel verso de Anselm Turmeda: “Diners de tort fan veritat”.

Mientras, algunos resistentes, llevados por un sueño, seguimos fieles a la poesía; y nos empeñaremos en convocar a las musas para encontrar un sentido al tiempo que transcurre o para que nos protejan de la lacra de la ignorancia y de los excesos del amor y de la muerte. Frente a las dimensiones del universo, frente la perplejidad con la que contemplamos la existencia, frente al propio misterio del lenguaje, a veces escribimos o leemos poesía como quien silba en la oscuridad para no tener miedo. Nuestra grandeza consiste en poner la propia supervivencia intelectual y moral en manos de una realidad aparentemente tan inconsistente como las posibilidades de la palabra. Nuestro drama son las limitaciones personales, la lucha que nunca venceremos a la belleza y la indiferencia de los contemporáneos.

Antoni Vidal Ferrando

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