Joaquim Amat-Piniella

David Serrano Blanquer

Manresa, 1913 - Hospitalet de Llobregat, 1974. Novelista



Joaquim Amat-Piniella participó como teniente de artillería en la Guerra Civil. Exiliado en Francia en septiembre de 1939, pasará por los campos de concentración de Argelès y Saint-Cyprien antes de ser obligado a alistarse en la 109 CTE, destinada a tareas de apoyo en la Línea Maginot, en diciembre. La ocupación alemana lo llevará primero a un frontstalag y finalmente a Mauthausen en enero de 1941. Allí pasará por los kommandos de Ternberg (1942-1944) y Redl-Zipf hasta ser liberado en Ebensee el 6 de mayo de 1945. Después de una breve estancia en París se instala en Sant Julià de Lòria, en Andorra, donde mecanografiará los 71 poemas de Les llunyanies, poemes de l'exili (1940-1946) [Las lejanías, poemas del exilio (1940-1946)], y escribirá K.L. Reich [K. L. Reich]. Ya en Barcelona en 1948, publicará El casino dels senyors [El casino de los señores] (1956), Roda de solitaris [Rueda de solitarios] (1957) y La pau a casa [La paz en casa] (1959). A pesar de los procesos de depuración a que la sometió el mismo autor para evitar la censura, Albertí no logró publicar su novela de los campos. Finalmente, la versión podada presentada por Carlos Barral se publicará en castellano en febrero de 1963. Joan Sales la publicará en catalán en octubre de aquel mismo año. En 1965 recibe el premio Fastenrath como mejor obra publicada desde 1963. K.L. Reich es una de las aportaciones más relevantes de la literatura de los campos de concentración.

Fue escrita en Sant Julià de Lòria entre septiembre de 1945 y abril de 1946, simultáneamente a la trascripción de los 71 poemas del exilio, que dejó inéditos. Se trata de su primera aportación como novelista, después del libro de semblanzas Ombres al calidoscopi [Sombras en el calidoscopio] (1933). Lógicamente, la intención de Amat era publicarla porque, apenas llegó a Barcelona, donde vivirá su exilio interior, dada la imposibilidad de volver a Manresa, escribió a su amigo Agustí Bartra: "Estos días he acabado la refundición del libro sobre los campos" (02/02/1948), a pesar de que lo hacía "sin muchas esperanzas de poderlo publicar" (ibídem). Por carta, Amat pone de manifiesto una obviedad: él habría publicado la versión de 1946, corregida a mano en 1948 si las circunstancias lo hubieran permitido pero, desgraciadamente, el franquismo y sus órganos censores lo imposibilitaron. Durante los años cincuenta, Amat va marcando y suprimiendo varios fragmentos de la novela con la intención de que su editor consiga obtener el permiso de publicación, como reconoce el mismo Amat a Joan Sales: "Al amigo Albertí le fue denegada la autorización de censura al presentar hace años una versión podada y limada por todas partes." (27/06/1963). Finalmente, después de diecisiete años y de haber publicado varias novelas, su amigo Carlos Barral conseguirá obtener los derechos de edición y la versión en castellano saldrá finalmente el 25 de febrero de 1963. Tras esto, Joan Sales rechaza la edición de La línia recta [La línea recta] (inédita), y le propone editar K.L. Reich, cosa que fructificará finalmente el 15 de octubre. Esta edición, que es la que conocíamos hasta la aparición de la publicada por Edicions 62, cuenta con un fragmento impuesto por Joan Sales (véase David Serrano (2004), p. 259) y con un intento grave de intervención del mismo Sales, que pretendía eliminar la reflexión ontológica final, cosa que Amat consiguió evitar.

Durante este largo periodo, Amat consiguió publicar algunos fragmentos de K.L. Reich en la revista Per Catalunya (1945), Antologia (1947) y Por qué (1963). En los dos primeros encontramos el mismo lenguaje, tono y recursos que en la edición íntegra de Edicions 62. La obra está organizada en dieciocho capítulos que siguen una estructura clásica de introducción, nudo y desenlace, y cuenta también con un paratexto inicial, la "Nota del autor", donde se explican los objetivos que persigue la novela, la elección del género y su finalidad.

Detrás esta división estructural podemos identificar con precisión una construcción más precisa, las sesenta secuencias que conforman la novela, entendidas como unidades espacio-temporales mínimas de significación. Su distribución en los capítulos hace uso de la anacronía de la simultaneidad secuencial y la construcción en paralelo de las líneas de acción, lo cual es una de sus mayores aportaciones narrativas. Esta disposición hace que, a menudo, determinadas secuencias se cierren traspasando los límites propios de la secuencia y de su referente estructural superior, el capítulo. Así, encontramos unas constantes que se van repitiendo en tiempos, escenarios y personajes diferentes, lo cual incide en la voluntad de trabar de manera indisociable secuencias y capítulos, a la vez que se intenta mantener la unidad estructural de cada una y adoptar el tono objetivo de la simultaneidad argumental.

La obra de Amat, surgida previamente o en paralelo a las propuestas literarias y morales de los Primo Levi, Imre Kertész, Robert Antelme, Jorge Semprún, Hannah Arendt o Elie Wisel, parte de un mismo handicap, aunque por motivos diferentes: las dificultades tempranas que encuentran los supervivientes-escritores para publicar sus obras en toda Europa, pero con elementos añadidos: su adscripción republicana y catalanista (en el contexto de un régimen fascista) y su elección por la ficción cuando ésta era una opción ampliamente desterrada. Y todavía tuvo más problemas: a la constatación de la necesidad que planteaba Theodor Adorno -como Giorgio Agamben o Jean Améry- de encontrar un nuevo lenguaje después de Auschwitz para poder contar aquello que resulta inconcebible, cosa que preocupaba especialmente Amat, hay que contar también con la traslación de esos sucesos a una lengua catalana sin tradición en el ámbito de la novela realista y al hecho de que –personalmente- es la primera vez que Amat se enfrentaba al complejo trabajo del novelista.

Más allá de la adscripción a la literatura de los campos de concentración, hay que situar la obra de Amat en la tradición de la novela sobre la condición humana. La soledad moral del hombre, ligada a su responsabilidad, no excluye un intento de diálogo, y la voz requisitoria que reclama "el futuro de esperanzas" al final de la "Nota del autor" tiene mucho que ver con el concepto de "fraternidad cósmica y mediterránea" del que hablará Camus más tarde, con el diálogo con la eternidad que planteará Malraux en L'Espoir o con la unión entre Dios y Satanás que propondrá Georges Bernanos. Su formación afrancesada vincula a Amat a los moralistas del XVII (Montaigne, De La Bruyère), a Stendhal (en cuanto a la preocupación por la dignidad del hombre) o a La Rochefoucauld, desde la voluntad de análisis de las conductas humanas para sugerir un sistema que pueda juzgarlas. Asimismo, la lectura de las obras de Blaise Pascal esta presente en la insistencia en la justificación o no justificación de los actos, y en el problema de su valor en el marco de una condición humana definida con crudeza extrema.

Con estas premisas, los concepto del bien y del mal conforman realidades entendidas dentro de un conjunto de preceptos mutables, donde lo que se produce es una verdadera vida moral en constante evolución, lo cual entronca tanto con la idea de "la zona gris" que plantea Primo Levi en Los hundidos y los salvados, como en K.L. Reich, donde los protagonistas de la novela -como Baroja o Hemingway-, nacen moralmente (y en su construcción narratológica y ficcional) en el momento de entrada en el campo, y es en función del uso constante de la responsabilidad moral, su poder de actuar y/o tomar decisiones (dentro de las limitaciones) como se configura su actuación y se tiene que entender el desenlace de la novela, tanto físico como moral. La conciencia del Bien, en Amat, va ligada, por lo tanto, a la circunstancia (nada que ver con el Bien teórico católico), una circunstancia que va emparejada con el concepto estricto de responsabilidad desde el punto vista humano y laico, es decir, con el concepto de justicia.

La edición de Primo Levi de Si esto es un hombre, publicada en 1946, el mismo año que la de Amat, pasará bastante desapercibida, pero cuando se recupere a finales de los años cincuenta, y se valore su importancia conceptual y aportacional, los acercamientos que se harán siempre irán en relación directa con la fecha de escritura y publicación, porque colocan a Levi en la vanguardia de la literatura del Holocausto. Se trata de una situación similar a la de Amat, porque la reivindicación de la escritura de la novela entre 1945 y 1946 permite poner, desde la literatura comparada, su figura y sus aportaciones morales y ontológicas en dicha vanguardia de la literatura de los campos, con planteamientos sobre la condición humana simultáneos o adelantados a los de Albert Camus o Imre Kertész, Jorge Semprún, Robert Antelme, etc. La edición de 1946 permite también situar la figura de Amat como precursor de una literatura realista y comprometida tan necesaria como difícil en nuestra literatura de inicios de los cuarenta (recordamos que Joaquim Molas fecha el realismo histórico a principios de los sesenta). Así lo han entendido las instancias canonizadoras de nuestra literatura (la academia, incorporando la edición de 1946 a los planes de estudios y al canon; las editoriales, incluyendo fragmentos de 1946 en los libros de texto; la crítica, celebrando su publicación y relevancia; las instituciones, convirtiendo la edición de 1946 en lectura obligatoria en el bachillerato, y el público, que ya ha tenido a su alcance diversas ediciones, incluso en bolsillo). Lo mismo ha ocurrido en el ámbito europeo, pues, recientemente, la edición de 1946 de K.L. Reich ha sido incorporada oficialmente al canon europeo de la literatura de los campos de concentración, con la inclusión en el Dictionnaire critique de la littérature européenne des camps de concentration et d'extermination (UE, Fundación Ars, 2007).

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